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Adiós, señor Lobo

Redacción




Enrique de Diego.

A Fran Hervías le apodaban Señor Lobo, por un personaje de una pelicula de Tarantino al que llamaban para limpiar la escena del crimen, y lo más curioso y enervante es que le gustaba. Ha costado que dimitiera con toda la lógica del desastre electoral del 10 de noviembre, que se podía haber evitado con una abstención en la investidura de Pedro Sánchez. El peculiar secretario de organización no se daba por enterado. Ha habido que echarle agua caliente. Este meterólogo, profesión que nunca ha ejercido, se afincó en Andalucía, más concretamente en Sevilla, donde matrimonió con Virginia Millán Salmerón, que iba de número dos al Congreso, y tampoco ha salido. Como Fran Hervías no ha salido por Granada. Un completo descalabro familiar para dos personas que no tienen ni oficio ni beneficio, porque no creo que le fichen al señor Lobo en ninguna empresa para recursos humanos. Es el inventor de unas primarias por sistema telemático, que no tienen credibilidad alguna y que estallaron en Castilla y León donde hubo menos votantes que votos para Silvia Clemente. Expulsó a tantos por cosas tan nimias que puede ser considerado en Justicia el fundador de Contigo.

Este personaje incluso se ofrece a Inés Arrimadas para seguir, lo cual es de todo punto indeseable, un suicidio colectivo: “Estoy a disposición del partido para seguir aportando mi granito de arena y que Cs siga siendo un partido fuerte, unido, con una única voz y anteponiendo el interés de España a las siglas. Juntos, volveremos a conseguirlo”. Con el señor Lobo no se conseguirá nunca, esto es claro.

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A mí me presentó una demanda por derecho al honor, dentro de una cacería judicial que con razón o sin ella situó como el autor intelectual a Pedro J Ramírez, que ha tenido mano en Ciudadanos, del que se celebró acto de conciliación sin avenencia porque el abogado y el representado no tenían ni idea de periodismo. Ahora Ciudadanos no tiene ni para pagar al despacho Fúster y Fabra, que se las prometía muy felices litigando y es uno de los efectos colaterales del desastre. Adiós, señor Lobo. Hasta nunca. Así pasa la gloria del mundo. Debiste tenerlo en cuenta. Te has ganado muchos enemigos y muy pocos amigos.