Enrique de Diego
La primera vez que José Bono, al que no tengo el gusto, entró en mi vida profesional fue con motivo del falso escándalo del lino, que montó sin ninguna base el personaje –con el concurso de la cadena Ser y Pedro J– para cazar a Loyola de Palacio a través de Nicolás López de Coca, su segundo, un hombre honorable, al que se las hicieran pasar las de Caín. El resultado de aquel invento de los “cazarentas” es que ya no se cultiva lino en España y que unos cuantos buenos agricultores castellano-manchegos fueron llevados a la ruina por el multimillonario José Bono.
Es obvio que José Bono es un intocable que funciona con total impunidad a la luz del día con un enriquecimiento clamoroso, al margen de la cuenta corriente de 160 millones de euros, con su consuegro Raphael, en filial del Banco de Santander en Las Bahamas.
Lo del lino me había servido para entender que Bono no tiene ningún escrúpulo, que es un amoral, que ha mentido tanto que no distingue la verdad de la mentira, cuando hay un objetivo político de por medio.
Intereconomía empezó a publicar informaciones sobre el patrimonio inmobiliario del cacique castellano-manchego. En ese momento, Julio Ariza, que se dedicaba como él ha reconocido a hacer el juego sucio a Rajoy, me había marginado en Radio Inter, en mal horario y casi sin frecuencia de conexión. Uno de los contertulios de mí programa, Alberto Pertejo-Barrena, me habló de lo que habían descubierto auditores del Banco de Santander en su rutinaria visita anual al Santander Bahamas International Limited. Quedamos con ellos.
El jefe del equipo auditor me lo contó con pelos y señales y estaba dispuesto a hablar. Su motivación es sencilla de entender: le habían manipulado como auditor, se sentía sucio e indignado, el Banco de Santander no sólo tiene un paraíso fiscal en Las Bahamas, sino que servía como refugio para la presunta corrupción en gran escala.
Quedamos a comer en el restaurante Pedro Larumbe, en la Castellana, el edificio del antiguo Abc, con Julio Ariza, el que suscribe, Alberto Pertejo-Barrena y el jefe de auditoría. Éste tenía en su contra si salía a la palestra, perder su empleo e incluso verse inmerso en un procedimiento penal por revelación de secreto bancario. Le solicité a Julio Ariza, antes del almuerzo, que lo fichara en Intereconomía, que le asegurara su puesto de trabajo.
He de reconocer que Julio Ariza me sorprendió y no gratamente, por cierto. Le dijo al auditor que él era muy amigo de Emilio Botín y que no se preocupara y que consiguiera el código cifrado de la cuenta, lo cual implicaba dejar rastro y lo de Emilio Botín sonaba a que podía chivarse. Es obvio que Emilio Botin, en cuya muerte hay demasiado misterio, ni tan siquiera se sabe a ciencia cierta si murió en su apartamento de la Ciudad Financiera o en su casa de Somosaguas, pero sí que lo hizo oportunamente cuando estaba empeñado en divorciarse de Covadonga O’shea y contraer segundas nupcias con María Sánchez del Corral, directora de Márketing Corporativo y Marca del Banco de Santander (cesada en la primera medida de Ana Patricia Botín, para ser de inmediato oportunamente fichada por Telefónica en idéntico puesto), lo que pondría toda la herencia patas arriba.
Pero lo más chocante es que Julio Ariza manifestó que su intención, en ningún caso, era hacer pública la noticia, sino que “la información se la pasaré a Mariano Rajoy para que la administre”. Es decir, para que Mariano tuviera un dossier sobre Bono y obligarle a dimitir, enseñándoselo en privado, cuando mejor conviniera. O no hacer nada.
La casta se tapa sus vergüenzas, como el PSOE y el PP, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, decidieron echar el máximo de tierra posible –y de dinero del contribuyente- sobre el saqueo de las cajas que habían perpetrado los suyos, los de los dos partidos. Tengo entendido que ahora Ariza, con el digital La Gaceta y lo que queda de la televisión, que es un desastre sin paliativos, pretende ir de derecha alternativa cuando lleva toda su vida chapoteando en las cloacas y haciendo servicios sucios como el tamayazo. Cosas veredes, amigo Sancho.
Pero esta historia no está acabada. El sistema está muerto (tras las coartadas inventadas de Podemos y Ciudadanos) y algún día España iniciará su regeneración, aunque sólo sea porque no se van a poder pagar las pensiones.
Bono, y tengo decenas de testimonios directos, no ha puesto un euro en Hípica Almenara (sólo adquirió el solar). Hay que insistir en el hecho clamoroso de que este Bono multimillonario se ha hecho casi de la noche a la mañana, en unos pocos años. En 2001, cuando constituye la sociedad familiar Hípica Almenara, de la que él tiene el 80% de las acciones, los ingresos familiares eran de 96.000 euros y sus deudas ascendían a 417.371.01 euros (declaración ante las Cortes de Castilla-La Mancha). La sociedad se inició con un capital social de 15.000 euros, de los que 12.000 fueron la valoración de un jeep con remolque y 3.000 en efectivo. Y eso para poner en marcha un proyecto cuyo coste no baja de los 5 millones de euros. Y en unos pocos años, este hombre muy endeudado, aparece con un patrimonio inmobiliario visible de más de 11 millones de euros. Ni Donald Trump ni Rockefeller.
El centro de alto rendimiento de la familia Bono cuenta con una pista exterior de competición con gradas, una carpa vip acristalada, una pista cubierta con asientos para 200 personas, otra de entrenamiento y de galope, una circular para dar cuerda y una nave de cuadras con 39 boxes.
En el recinto, el luego disuelto matrimonio Bono-Rodríguez posee una casa, una nave de celebraciones y una vivienda para invitados, realizada con tinajas de vino, que es el centro de todas las miradas, como también la casa de madera que la hija pequeña del matrimonio, Sofía, dispone para sus juegos.
En Hípica Almenara, Onde 2000, empresa de Francisco Hernando, el pocero, hizo obras por 600.000 euros. La hípica de Bono necesitaba un nuevo sistema de canal ización, reconducir las aguas a través de un colector a la red general de alcantarillado, un sistema de conducción de aguas pluviales para evitar encharcamientos por lluvia. Bono no pagó un euro ni a Onde 2000, ni a los proveedores de material. Porcelanosa pagó 284.000 euros, a cambio de una torre de publicidad en el secarral, con escasa capacidad de impacto publicitario. Beatriz Hoteles también tuvo la generosidad de pagar otros 90.000 euros y Seguros Pelayo, 30.000. Bono declaró que “no los busqué yo sino una empresa que se dedica a esto”, y se quedó tan fresco, sin referencia alguna a la empresa. Entre el 24 de abril y el 3 de mayo de 2007, José Bono participó, gratis total, en un crucero en el Queen Mary 2, pagado por Porcelanosa. ¿A cambio de qué? En otras democracias, por cosas así, hay que dimitir y dar muchas explicaciones.
La publicidad estática de Hípica Almenara es un book del Ibex 25: Telefónica, Iberdrola (la misma que fichó a su hija Ana), Banco de Santander…
De todo lo relativo a como ha hecho su fortuna José Bono sabe mucho Fernando Jerez Alonso, factótum del mundo empresarial, propietario de Ceratres, y expresidente del Consejo Regional de Cámaras de Comercio y exvicepresidente de la Confederación de Empresarios de Castilla-La Mancha.