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Carta del Editor: ¿A quién habéis ido a ver las nuevas zombis? A la petarda de Taylor Swift

Redacción




Enrique de Diego.

Voy a rematar la faena que con tanta brillantez ha realizado Javier de la Calle. Me dice que en ebay se vende por 30 euros ¡aire de los conciertos de Taylor Swift. Si se vende es porque alguien lo compra. ¡El mundo se ha vuelto loco y se ha salido de sus goznes y es preciso volver a poner las cosas en su sitio natural! Me ha pasado Javier la canción más famosa de la petarda ésta, que no tiene ni voz, ni cuerpo, que es una anoréxica, un saco de huesos para que me haga una idea y no canta un pimiento y las letras son deleznables: «los hombres sólo quieren amor si es una tortura», «te dirán que estoy loca», como una cabra, y «pareces mi próximo error». Su último disco «Oscuras» ha sido considerado en USA altamente nocivo para niñas y adolescentes, pues su público de swifties es básicamente de niñas con carencias emocionales y mentales y de todo tipo pues sus canciones contienen lenguaje sobre violencia, sexo o abuso de sustancias. Es una incitación al suicidio.

Taylor Swift es una perturbada que, insisto, ni tiene voz, ni es María Callas, ni tan siquiera es Karina, es una jodida petarda que ha llenado dos días el Bernabeu con niñas españolas que no quieren ser madres, sino tener aventuras tortuosas, perniciosas y degradantes. Las típicas que uno no querría nunca por nueras y que llenarían los frenopáticos si no estuvieran cerrados la mayoría, de ahí que haya muchos externos y, sobre todo, externas.

Dejo al margen su manifiesta hipocresía de ser una activista contra el cambio climático que mueve continuamente dos jet privados porque el cambio climático es un timo que ya sólo se creen los medios a sueldo de Black Rock, por inercia, porque, como dice el Dúo Dinámico, que esos sí son dos pedazos de artistas: “El cambio climático por culpa de los humanos es sin duda el timo más universal jamás perpetrado”. Pero Taylor Swift está programada para la narratiza oficial, que encadila a Óscar Puente, que tiene menos oído y menos gusto musical que un gorila de la selva.

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¿Entonces a qué se debe el triunfo de la petarda Taylor? La única razón que me han dado con aspecto de racionalidad es que ahora la gente sigue a los ídolos que han conseguido fama y dinero inemdiatamente y fácil. La petarda de canciones sin sustancia empezó de youtuber hasta que los jodidos y oscuros pretendidos amos del mundo la eligieron y la lanzaron al estrellato con todos los medios a su favor, con todos los críticos baboseando y cantando la palinodia. Un juguete roto desde el inicio para romper a las niñas pudientes que no han hecho nada en la vida y que no tienen ascesis. Ya se sabe, vivimos en estado de decadencia civilizatoria: toda una civilización se tambalea, impotente y sin resortes morales, y de esos resortes hay una carencia absoluta en las llamadas swifties, histéricas, prostibularias, necesitadas todas de terapia, si eso sirviera para algo.

En mis tiempos de preadolescente, la Editorial Bruguera, con gran éxito, publicaba edificantes vidas de santos, con dibujos, y saboreando el magnífico chocolate La Campana de Elgorriaga hacíamos una magnífica, de extraordinaria calidad, colección de cromos Vida de Jesús. Un joven me espeta que después de esa represión la gente se ha ido al otro extremo. Menos lobos, caperucita. No había represión alguna, sino dignidad y honor. Medio el descalabro del Concilio Vaticano II, en donde, sin que nadie lo exigiera, la Iglesia perdió su función de Mater et Magistra. Pero esa es otra historia que nos llevaría muy lejos. Los santos de esta época son gentuza y escoria como Taylor Swift, que no cantan ni un pimiento, con letras para favorecer la degradación de esa tribu insustancial de las swifties, que se empoderan de ponzoña, y que van a terminar en el mingitorio de la historia hueca de la podredumbre humana. Las swifties son las nuevas zombis.

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Ni siquiera tiene la entidad para hacer algo así como la bella y la bestia con Óscar Puente, sólo un chusca parodia. Pero de cómo están las almas indica bastante la blasfemia del vassiloteno que se le ocurre escribir en twitter: «Ya salió la Diosa y lo puso todo patas arriba». Ya sabemos que salió a ver el más desprestigiado de un gobierno de desprestigios: la «Diosa», así con mayúscula, una diosa de pañales cagados y mojados con «trastornos alimentaris¡os», con anorexia. Cuando no se cree en Dios se cree en cualquier cosa. ¿Qué fue a ver Cayetana Álvarez de Toledo, una globalista confesa, mito de Losantos? No, desde luego, a una cantante, pues de eso está huérfana.

Alarmantes «Oscuras» letras del último disco de Taylor Swift