Editorial.
Con la mejor de las intenciones, como no podía ser menos, en gente noble que está manteniendo una lucha muy dura contra el mal y la mentira de la clase política y los medios de in comunicación, y en nuestra opinión la están ganando, prueba de ello fue el éxito de las convocatorias el día 14 de agosto, que ganaron en presencia y en ciudades donde se siguió la convocatoria, el llamado de «Padres por la verdad» se hizo bajo la loable requisitoria de no permitir que los niños, los hijos, participen «en un experimento», los hijos no son cobayas, no son ratas de laboratorio. Un experimento puede salir bien o salir mal, y éste está saliendo mal, pero no conviene equivocarse porque aquí no hay ningún experimento, aquí afrontamos un genocidio, una eliminación de población, y por eso la obsesión en esterilizar y matar a los niños.
Es planificado, 73 patentes son prueba de que el genocidio lleva, al menos, veinte años preparándose; el genocidio entra en la solución final desde el momento en que es soltado desde el Instituto Virológico de Wuhan, donde ha sido puesto en marcha con dinero de los contribuyentes norteamericanos, destinados a tal fin por Anthony Fauci. Y tiene un objetivo de futuro, el establecimiento de un gobierno mundial según la hoja de ruta de la agenda 2030.
Se trata de matar y someter a la esclavitud al resto superviviente de la población. Se trata de asesinar a toda la gente que se timo vacune, inyectándoles la proteína Spike y obligándoles a que la repliquen. Para ello se han puesto en práctica las técnicas más abyectas de la propaganda mendaz a través de los medios de in comunicación generando el miedo y el pánico entre la población, como un coro de tragedia griega. Procediendo a un genocidio protocolario, dictado por la genocida OMS, a cuyo frente está el criminal Tedros Adhanom, no procediendo a hacerse autopsias, prohibiendo los tratamientos adecuados, tratando la enfermedad como respiratoria de neumonía bilateral, quemando los pulmones aplicando oxígeno puro.
Luego, la misma clase política putrefacta y asquerosa, dio en presentar la inyección letal, el ataque de bio terrorismo, como acertadamente lo ha calificado el eminente Doctor Peter McCullough, como una especie de tabla salvadora para recuperar la «nueva normalidad»: la timo vacuna. Pero no es en ningún caso un experimento, sino un proceso de ingeniería social totalitaria, cuyo final es conocido: la esterilización y la muerte; aniquilando a las sociedades, entre ellas a la nuestra, donde nueve millones entre los 0 y los 19 años están en riesgo cierto de morir de miocarditis y después de diferentes y terribles enfermedades auto inmunes. Un genocidio planificado cuyos responsables, no todos, son conocidos -Bill Gates, George Soros, Tedros Adhanom…- y que tendrán que responder de sus crímenes con la pena de muerte.
