Enrique de Diego.
Con estupor, dentro de lo previsible, asisto a la escalada verborrágica de este Gobierno de okupas, cuya estupidez va de la mano de su osadía. Parecería que este Gobierno sostenido por 84 diputados gozara de la mayoría absoluta y estuviera dispuesto a la vez a desmontar lo poco hecho por el PP, que no quitó la asfixiante tela de araña tejida por Zapatero, y empeorar todos los problemas a golpe de buenismo evanescente como pompas de jabón.
La valenciana Carmen Montón, que es una demagoga incompetente, y una manirrota, que ha pretendido abusivamente llevar al concurso de acreedores a la empresa Ribera Salud II UTE, donde está el Banco de Sabadell, concesionaria del Hospital de Alzira, ha anunciado su pretensión de dar sanidad gratis a todos los inmigrantes ilegales, rompiendo de esa manera el Estado de bienestar, que está relacionado con la nacionalidad y la contribución, para plantear un Estado asistencial insostenible, que representa, además, un efecto llamada incendiario ahora que Italia, legítima y sensatamente, está cerrando sus fronteras. Si quiere hacer humanitarismo que se vaya a África o que lo pague de su bolsillo. Ximo Puig se la ha quitado de encima. No ha hecho otra cosa que crear problemas.
Quien, con vacuo y peligroso desparpajo, ha superado todas las líneas rojas de la banalización ha sido Meritxell Batet, que está encantada de haberse conocido y de haber llegado tan lejos para su meliflua incompetencia. Meritxell afirma que es “urgente, viable y deseable” reformar la Constitución para contentar a los separatistas. ¿Viable? Esta petimetre no sabe ni contar. Para reformar la Constitución se necesita, en primera instancia, contar con los votos de los 3/5 del Congreso. A eso añadimos que el PP tiene amplia mayoría absoluta en el Senado y que luego es obligatorio un referéndum nacional. Meritxell, una cripto separatista que en 2.013 rompió la disciplina de voto para apoyar que hubiera un referéndum en Cataluña, puede desearla mucho y con urgencia, pero no es viable y, por tanto, se engaña a sí misma y engaña a los demás.
El que no engaña es el racista y supremacista Quim Torra quien ha recordado que su punto de partida es el referéndum del 1 de octubre y la declaración del 27 de ese mismo mes: la independencia de la república catalana. Así que este Gobierno de okupas está llamado a estrellarse y a producir enormes destrozos con su mentira intrínseca.
Porque, ¿quién ha votado a Meritxell Batet? El PSC es un partido oscilante a la baja. A la ministra se la rescató para la lista de Madrid, circunscripción en la que el PSOE, y ella, obtuvieron el 19,62% de los votos, dato para que estuviera callada y con algunas dosis de humildad. En ninguna democracia, candidatos que quedaron terceros en su circunscripción estarían en el gobierno, porque lo que está pidiendo a gritos la democracia española es una reforma urgente y deseable de la Ley electoral.
Ha durado poco, por cierto, el engaño de Josep Borrell, que entraba dentro de lo previsible y a estas horas la cuestión es quién de Sociedad Civil Catalana tomó el pelo a los asistentes a la magna manifestación patriótica de Barcelona poniendo a Borrell de orador inconsistente e histriónico. Ha salido por el registro del apaciguamiento, que siempre ha provocado grandes desastres, como demuestra la historia inequívocamente, y por esa emotividad que esconde siempre grandes dosis de vileza y cobardía. Ha dicho Borrell que Cataluña está “al borde del enfrentamiento civil” y de ese diagnóstico pasa a la conclusión de que hay que ceder, que es lo que se lleva haciendo ininterrumpidamente más de cuarenta años con los consecuencias sediciosas y totalitarias que es preciso afrontar y que este Gobierno no va a hacer. Borrell, cuya autoridad moral es nula, aprovecha para hacerse el vocero de los separatistas admonizando a la oposición para que se pliegue a las traiciones incipientes de este Gobierno de okupas. Y aquí no se va a ceder ni un ápice, porque no sirve para nada y porque la cesión es lo que lleva al conflicto civil.
Este Gobierno es un desastre sin paliativos jugando al márketing político en una situación de emergencia nacional. Nunca se había conseguido reunir a una colección mayor de inútiles y eso que Rajoy había puesto muy bajo el listón.