Enrique de Diego.
Hay una nobleza baturra y hay una hipocresía catalana monopolizada por el separatismo. Una hipocresía abrumadora y sin precedentes. Rememoro un almuerzo de Isidro Fainé, factótum de CaixaBank, con periodistas, en la que nos impelía (publicidad de por medio) a ser respetuosos con la «identidad catalana«. Intervine para decir que, ya que eran tan sensibles, mostraran también respeto por la «identidad española«, puesto que nosotros también teníamos sentimientos. Verle recalar en Valencia con la sede social me lo presenta como un hipócrita mayúsculo.
Rememoro conversaciones con Juan Rosell, presidente de CEOE, nadando y guardando la ropa, una vela a la unidad de España y otra al separatismo. Rememoro un almuerzo en el Círculo Ecuestre en el que los «empresarios» se mostraron insultantes en su separatismo subvencionado.
Rememoro un viaje de inmersión en Cataluña tras el que, desde la subdirección de la revista Época, publiqué dos reportajes documentados en los que se denunciaba que en los colegios catalanes no se permitía la enseñanza del español -ni una sola hora lectiva- y que se ponían multas a los comercios rotulados en español. Ambas cuestiones, obvias y probadas, la de las escuelas con publicación de horarios escolares, y la de las multas, con el boletín oficial de la Generalitat, fueron negadas en un uso y abuso de la propaganda y la mentira. Porque todo el separatismo es tan mentiroso como sectario.
Español como insulto
Ahora se niega el adoctrinamiento en las escuelas que es propio del nazismo y sitúa al separatismo catalán como uno de los más abyectos totalitarismos. Se ha utilizado el término español como insulto; castellano, carpetovetónico; se ha presentado a los españoles como gente deleznable y atrasada. Se ha impuesto una tiranía cultural que ha conseguido hacer invisible durante cuatro décadas, con monopolio del espacio público, a media Cataluña -la Cataluña resistente y españolísima- bajo un muro de subvenciones y coacciones. Se han despreciado los símbolos nacionales. Se ha pitado al himno en las finales de la Copa. Se ha puesto el Camp Nou al servicio de la quimera imperialista y agresiva de los países catalanes. Se ha vejado, insultado y zaherido de continuo, abusando de la provocación, con humor deleznable y macabro.
No se habría llegado tan lejos en la irresponsabilidad y la ofensa sin el concurso de la inmensa mayoría del empresariado catalán. El empresariado catalán es culpable. Y esa culpabilidad no se lava con esa cobarde huida, ese auténtico camelo de los traslados de sedes sociales. Porque esa desbandada no ha sido producto de ninguna medida del acobardado Gobierno español, que se ha mostrado débil e inactivo, sino simplemente a la vista de las consecuencias de lo que ese empresariado ha financiado y labrado (y se ha lucrado con subvenciones) durante cuatro décadas. Hay que ir a por ellos; hay que ir al boicot. Cuando se han visto en la inseguridad jurídica que ellos mismos tan alegremente apoyaban de repente les ha entrado un acelerado amor a otros puntos de España. Veamos algunos casos de esa hipocresía superlativa y nauseabunda:
Familia Vallvé-GVC Gaesco: Pata negra del separatismo. La familia Vallvé es la fundadora de ese antro sedicioso de Ómnium Cultural, que ha recibido más de 12 millones de euros de la Generalitat, para promover la sedición, y cuyo presidente ha ingresado en prisión por ese motivo. El vicepresidente es Joan Vallvé Ribera. El número dos. Y a su vez, consejero de la empresa familiar, operador financiero, GVC Gaesco. Su presidenta es María Ángeles Vallvé Ribera, casada con Joan Hortalá, presidente de la Bolsa de Barcelona, exconcejal, exdiputado autonómico, exconseller con Jordi Pujol y exsecretario general de Esquerra Republicana. Son, después de la Generalitat, los principales financiadores de Ómnium Cultural. Puesto que estaban llevando a Cataluña al «paraíso«, en coherencia habría que haber esperado de ellos mantenerse en El Álamo sedicioso, al lado de Carles Puigdemont y sus delirios. Nada de eso. Han trasladado la sede social a la Calle Marqués de Villamagna, 3, de Madrid y han emitido una nota hablando de la neutralidad de la empresa. Soberana hipocresía.
La Vanguardia de los Godó: Tan Española de apellido y tan franquista con Galinsoga. Y en estas últimas décadas mascarón de proa del separatismo hasta antes de ayer. Es preciso recordar que en los prolegómenos del desquicie sedicioso, La Vanguardia expulsó de su columna semanal al insigne intelectual, Gregorio Morán, al que negó la publicación de una columna titulada «Los Medios del Movimiento Nacional», en la que La Vanguardia se sintió reflejada. Sólo en el segundo semestre de 2016, de la Generalitat recibió 761.733 millones. Y se los ganó. Pura propaganda sediciosa en la casa de los Godó. Y de repente, sin previo aviso, poniendo de patitas en la calle al ideólogo separatista de su edición digital, las cañas se tornan lanzas y se regresa a toda carrera a cordura. El día 8, se publica un editorial en el que se sitúa a Carles Puigdemont como «un suicida«. «El panorama es de una gravedad inaudita». «Estamos ante un auténtico tsunami de incalculables consecuencias para la economía catalana». Se denuncia a los papanatas que exclaman que «¡el mundo nos mira!», porque nos ve en conflicto, retrayéndose inversiones. Y se sentencia que «es falso que España ya no importa para los empresarios catalanes». Pero ¡eso, hipócritas de tomo y lomo, se ha escrito decenas de miles de veces en La Vanguardia! ¿O no se leen las columnas de la garrula Pilar Rahola? Y el día 10 se remata diciendo algunas verdades que La Vanguardia ha ocultado y combatido durante décadas como «la opción independentista no es hegemónica en Cataluña«. Y aseverando que «aventurarse hacia la independencia con una mayoría insuficiente ha sido un error. Aventurarse, saltándose las leyes, ha sido un error mayor«. ¿Y no se podía haber dado cuenta La Vanguardia hace años? ¿No convenía? ¿No era rentable? ¡Hipócritas! Hipocresía y Godó son sinónimos.
Diario Ara-Gallina Blanca: El diario más ultracionalista en la red es Ara y está financiado por los empresarios de GB Foods, Gallina Blanca. Hace muy pocos días ese digital arremetió contra Rambla Libre por prácticamente lo mismo que unos días después escribió Ferrán Rodés, su presidente del Consejo de Administración. Tras llevar años manipulando hacia la secesión y promoviendo el odio a España y los españoles, se sentencia que «el referéndum, que no se ha podido pactar, es insuficiente para ser homologado a nivel internacional». El error del separatismo es que «cree que tiene una mayoría social de votos«. ¡Esa creencia la ha apoyado hasta la saciedad el digital Ara, hipócritas superlativos! E incluso se describe que hay una «unión social» con España y que entre la ciudadanía catalana y española hay «lazos familiares, culturales, históricos, económicos y sentimentales». Estos supremacistas del catalanismo irredento y amorfo ahora pretenden ser nuestros amigos y casi familia.
Cola-Cao-Javier Ferrero: El 11 de septiembre de 2012, Javier Ferrero asistió a la Diada en lugar preferente mostrando su adhesión al independentismo. Es el presidente de Idilia Foods (surgida de Nutrexpa), que fabrica Cola Cao, Nocilla, Paladín y Mesura. En 2016, su director general, Ricardo Anmella, junto al alcalde separatista, puso la primera piedra de la nueva factoría en Parets del Vallés, Barcelona, con una inversión de 15 millones de euros. La facturación de la compañía en 2016 fue de 173 millones de euros, con un beneficio de 29 millones de euros antes de impuestos. Tan separatista Javier Ferrero habría que haber esperado de él que se mantuviera en la Cataluña sediciosa, pero hete aquí que cambia su sede a Valencia, donde no se le ha perdido nada, salvo eso de los países catalanes, que recuerda la lumbrera de Oriol Junqueras, y donde no está la nueva factoría. Ya ha anunciado que no cambia ningún personal y que la factoría de Parets empezará a funcionar en 2018.
Codorníu-Raventós: Los Raventós abandonan El Penedés y les ha entrado un repentino amor por La Rioja, a donde trasladan su sede social «ante la situación de incertidumbre política y jurídica«. Aunque, eso sí, la estructura operativa de sus bodegas, así como el total de sus empleados se mantienen en sus actuales centros de trabajo. Esto suena a fraude de ley. Los Raventós, siempre tan cercanos al independentismo, una de cuyas ramas -hay cinco- de la misma cepa, ha sido, con Unipost, el correo primero de Artur Mas y después de Carles Puigdemont, en los dos referéndums sediciosos a cual más ilegal. Unipost, presidida por Antonio Raventós, y dirigida por Pablo Raventós, se encargaba de repartir las tarjetas censales y sus dependencias en Hospitalet y Tarrasa fueron registradas por la Guardia Civil. Codorníu se desentendió melifluamente: la rama de Unipost «sólo» tiene el 1% de las acciones. Unipost ha presentado un ERE por la totalidad de la plantilla: 2.200 trabajadores. De cada botella de Codorníu que se consuma estas navidades el 1% irá a Antonio y Pablo Raventós.
Casa Tarradellas: Es la gran empresa de la zona más oscura y negra de la sedición, la comarca de Osona, con capital en Vic: 50 municipios de los cuales 47 gobernados por separatistas, ERC y PdeCat. Sin embargo, el negocio de Josep Tarradellas Arcarans está en el resto de España a través de Mercadona. Un sustancioso negocio con sus pizzas y sus embutidos, con 23 millones de beneficios netos en 2015. Casa Tarradellas ha cambiado la dirección. Antes ponía Carretera de Puigcerdá, kilómetro 70, 08053 Gurb (Barcelona). Ahora pone: N-152, Hm 70, CP 08053. Estrategia de ocultación. La práctica totalidad de sus trabajadores son separatistas. En cuanto a su propietario, a tenor de las declaraciones del director de la Cámara de Comercio de Osona, Josep Pujadas, también lo es, porque el empresariado de Osona «forma parte del pueblo catalán«.
Coca Cola España: Su presidenta, Sol Daurella fue nombrada por Carles Puigdemont y Raúl Romeva para el consejo consultivo de Diplocat, el organismo dedicado a promover el reconocimiento internacional de la sedición, y que figura en los documentos de Wikileaks subvencionado por la Open Society de George Soros. Un selecto grupo de 39 personalidades elegidas por su «influencia internacional». Sol Daurella, ante los llamamientos al boicot a Coca Cola, dimitió el 26 de enero de 2017. Hace bien poco, como se ve, y dos meses después de tomar posesión. ¿Ha dejado de ser separatista? En absoluto. Su dimisión sólo fue un gesto de completa hipocresía. Está casada con Carles Villarrubí Carrió, vicepresidente de la Banca Rothschild en España y del Club de Fútbol Barcelona, hasta que dimitió en desacuerdo con que el 1 o el partido contra Las Palmas se jugara a puerta cerrada en el Camp Nou. Él quería drama secesionista. Es también miembro de la Fundación separatista CATmón.
Editorial Planeta-Atresmedia: Caso extremo de hipocresía. La Editorial Planeta traslada su sede social a Madrid hasta que «cambien las circunstancias». Los centros de trabajo se mantendrán en «sus actuales ubicaciones» y el Premio Planeta -este año lo va a leer «su pajolera madre», como dice el catedrático de Economía, Roberto Centeno– se seguirá fallando y entregando en Barcelona. ¡Es dónde se deberían quedar! El muy hipócrita presidente de Planeta, José Crehueras aprovecha la rueda de prensa del anuncio de cambio de sede para apoyar «explorar» la reforma de la Constitución. Planeta, con Atresmedia, mantiene una esquizofrenia o un desdoblamiento de personalidad -«la pinza PP-Podemos», de la que habla el cínico catalán Mauricio Casal– de forma que con Antena 3 es de derechas y con La Sexta apoya a Podemos y a la sedición, la destrucción de España. ¿Y los españoles van a seguir tolerando esta tomadura de pelo? Boicot a tope a Planeta.
Uno de los dogmas de partida del supremacismo catalanista sedicioso es que los españoles son tontos. Siguen en lo mismo. Consideran que a los españoles se les puede engañar con un simple cambio de sede social, favorecido por un decreto de urgencia del Gobierno. No han tenido la decencia de asumir las consecuencias de lo que con tanto fervor y tanto sectarismo han apoyado. Es hora de que los patriotas españoles planteamos cara a estos hipócritas abandonando el consumo de sus productos. ¡Qué se hundan! Lo dicho: el empresariado catalán es culpable, con alguna honrosa excepción como el presidente de Freixenet, José Luis Bonet, quien asistió en primera fila a la manifestación patriótica de Barcelona el 8 O.
Por lo demás, si se sigue el dicho de que las ratas son las primeras en abandonar el barco, hay que concluir que en Cataluña había muchas ratas, empresariales y sediciosas.
Las ratas abandonan el barco separatista: el caso Joan Hortalà y María Àngels Vallvé
Boicot a productos separatistas: Cola Cao, Gallina Blanca, Casa Tarradellas, Cervezas Damm