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Carta abierta a Manuela Carmena, beata progresista, en su patética esquizofrenia ideológica

Redacción




Manuela Carmena. /Foto: eleconomista.es.

Enrique de Diego.

Por los años 90, empezaron a llegar de Estados Unidos, de los exquisitos campus de la élite como Berkeley y Harvard, ya deteriorados por la nefanda discriminación positiva, ecos de lo que luego se ha denominado la corrección política. Se trataba de esotéricos cambios semánticos que provocaban hilaridad y que sugerían inmersiones en el abismo de la estupidez que no parecían tener ningún futuro, por su carácter entre ridículo y destructivo. Algunos pensadores trataban de avisar del tsunami de estupidez que se avecinaba, toda vez que las doctrinas milenaristas y cientificistas como el marxismo habían fracasado y una legión de profesores totalitarios se habían quedado sin nada que predicar. Pero éramos, al fin y al cabo, hijos de la Ilustración, de la racionalidad, y ese mosaico de minorías agresivas y cultiparlantes no nos iban a llevar a la barbarie. Sería una moda extraña y pasajera. Nos equivocamos, como la paloma.

Por aquellos entonces, Manuela Carmena, era una juez progre que nadaba a favor de la corriente de izquierdas; una de esas comunistas de Broadway, como las llamaba Ludwig von Mises, que amaba locamente a los trabajadores pero cuyo marido no los pagaba y que, desde su urbanización de lujo, sufría sinceramente por la pobreza y la hambruna en el mundo. Era, pues, una persona bien dispuesto a olfatear los nuevos aires de la estupidez y ponerse al frente de la pancarta en esos tiempos en los que las abuelas dan sabios consejos a los nietos, al tiempo que se lo consienten todo.

Los nietos de Manuela Carmena son esa caterva de Podemos y los niveles de estupidez alcanzados por la abuela de los podemitas no tiene parangón. Es una adicta a la corrección política, siempre viajando en bussines por prescripción médica, dada su delicada salud progresista, que ha convertido a Madrid en una parodia blasfema y multicultural; una ciudad sin identidad, donde el equipo de gobierno chapotea en la estupidez y tiene un código ético, que, cuando conviene, se quita de la web y se utiliza como arma arrojadiza contra los demás. El sumum de la hipocresía.

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Carmena, para quien los ciudadanos reales son degenerados fumadores que llena de colillas las calles, y para quien los niños deben andar arrastrados recogiéndolas, en vez de que funcione el servicio de limpieza, se ha instalado en la esquizofrenia ideológica y corretea, del bracete de Cristina Cifuentes, otra adicta al poder y la corrección política, tanto monta, dando bandazos de contradicción en contradicción.

Como buena abuela podemita disculpa con facilidad que su portavoz, Rita Maestre, en paños menores y tetas al aire, asalte capillas católicas ofendiendo a lo Sagrado, mientras una y otra andan muy atentas y preocupadas por la islamofobia, cediendo terreno público para el ramadán, dando subvenciones a sociedades musulmanas y repartiendo propaganda islamista. Lo cual no es óbice para que también le inquieta sobremanera la homodobia. Estamos ante una caso de demencial senil ideológica, pues -Carmena, ignorante supina- no hay en el orbe mayores homófobos que los musulmanes, que los matan, cortándolos el cuello, colgándolos de una grúa o tirándolos desde una azotea para rematarlos agonizantes. Los homosexuales callan, acojonados, que son muy valientes con los intolerantes y muy cobardes con los intolerantes.

La diversidad de Carmena es una contradicción completa, que sólo sirve si declara la Plaza de Lavapiés liberada de islamofobia y la Plaza del Rey de Chueca de homofobia, pero que es un desastre completo en sí. Lo que sería un milagro progresista de Manuela Carmena sería que los musulmanes celebraran el ramadán en  Chueca o que Rita Maestre se paseara en sujetador, mostrando sus trémulas carnes blancas, en la Mezquita de la M-30 o en la de Tetuán u organizando el Worl Pride pasando por esos lares.

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Te lo pongo más sencillo aún, beata progresista Manuela Carmena: celebra al tiempo el ramadán y el Worl Pride en ese Ayuntamiento ostentoso, para que todos percibamos las benditas virtudes de esa diversidad que predicas y que, como plato fuerte, Rita Maestre, la ex de Errejón (en la semántica de la sharia, una fornicadora), baile la danza del vientre.

Manuela, alucinada, está haciendo buena, lo que parecía imposible, a Ana Botella, que llegó donde llegó de la misma manera que Irene Montero ha llegado donde ha llegado.