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Los pringados con placas solares no pudieron usarlas durante el apagón

Redacción




El apagón masivo del 28 de abril de 2025, que sumió a la península ibérica en el caos, no solo paralizó España, sino que expuso la cruda realidad de las energías renovables: su inestabilidad y falta de fiabilidad en momentos críticos. Mientras millones de hogares con placas solares descubrieron que no podían usar la energía generada por sus propios paneles, atrapados por un sistema que prioriza la red eléctrica sobre la autonomía, el colapso puso en evidencia el espejismo de la transición verde. Las renovables, lejos de ser la solución prometida, contribuyeron a la fragilidad de la red, dejando a los consumidores traicionados por una tecnología sobrevalorada y una narrativa ideológica que ignora sus limitaciones.
El apagón de 2025: un sistema eléctrico traicionado por las renovables
A las 12:33 horas del 28 de abril de 2025, España sufrió el peor apagón de su historia reciente, con la pérdida de 15 gigavatios en apenas cinco segundos, equivalente al 60% de la demanda eléctrica. El colapso afectó a más de 50 millones de personas en España, Portugal, Andorra y partes de Francia, paralizando el transporte público, las telecomunicaciones, el comercio y los servicios esenciales. Los hospitales recurrieron a generadores de emergencia, los semáforos dejaron de funcionar, y las redes móviles e internet colapsaron, sumiendo al país en un caos sin precedentes.
Red Eléctrica Española (REE) atribuyó el apagón a una oscilación anómala en las líneas de alta tensión (400 kV), posiblemente desencadenada por la desconexión masiva de plantas solares en el suroeste peninsular. Aunque REE descartó un ciberataque, expertos como Carlos Cagigal han señalado que la alta penetración de renovables, cuya producción depende de condiciones climáticas impredecibles, agravó la inestabilidad de la red. La recuperación, que tomó entre seis y diez horas, se logró parcialmente gracias a la importación de energía desde Francia, donde fuentes estables como la nuclear sostuvieron el suministro. El impacto económico fue brutal: el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, estimó pérdidas de 800 millones de euros, mientras que la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) cifró en 1.300 millones el daño a los autónomos, especialmente en hostelería y comercio.
Este evento no fue un accidente aislado, sino la consecuencia previsible de un sistema eléctrico que ha priorizado las renovables por encima de la estabilidad. La solar y la eólica, que representaron el 44% de la electricidad en 2024, son incapaces de garantizar un suministro constante, dejando a España vulnerable a colapsos como el de 2025.
Placas solares: una ilusión de autonomía
El auge de las placas solares en España, impulsado por subvenciones del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia y la promesa de independencia energética, ha llevado a miles de hogares a instalar sistemas conectados a la red (grid-tied). Estos sistemas, regulados por el Real Decreto 244/2019, permiten consumir energía solar y verter el excedente a la red a cambio de compensaciones económicas. Sin embargo, durante el apagón de 2025, los propietarios descubrieron que sus paneles eran inútiles sin la red eléctrica, incluso bajo un sol abrasador.
La causa es el mecanismo de anti-islanding, que apaga los inversores solares cuando la red falla para evitar enviar electricidad a las líneas, protegiendo a los trabajadores de mantenimiento. Sin baterías de almacenamiento, los hogares no pueden acceder a la energía generada por sus paneles, quedando tan desamparados como aquellos sin instalaciones solares. En ciudades como Madrid, Valencia o Málaga, donde el sol brillaba con fuerza el 28 de abril, los usuarios expresaron su furia en plataformas como X: “Gasté 10.000 euros en placas solares para ser autosuficiente, pero durante el apagón mi casa estaba a oscuras. ¡Esto es un engaño!”, escribió un usuario desde Sevilla.
Esta frustración pone en evidencia la gran mentira de las renovables: lejos de ofrecer autonomía, los sistemas solares atan a los usuarios a una red eléctrica inestable, cuya fragilidad se agrava por la propia intermitencia de la solar y la eólica. Las empresas instaladoras, que han vendido estos sistemas como la panacea de la sostenibilidad, han ocultado estas limitaciones, alimentando una narrativa engañosa que colapsó junto con la red en 2025.
Las renovables: un experimento fallido
La obsesión por las renovables, impulsada por una ideología que ignora la realidad técnica, ha llevado a España a un callejón sin salida energético. La solar y la eólica, aunque promocionadas como limpias, tienen defectos insalvables:
Intermitencia: Su dependencia del sol y el viento las hace impredecibles, incapaz de garantizar suministro en momentos de alta demanda o durante apagones.
Inestabilidad de la red: La desconexión masiva de plantas solares durante el apagón de 2025 demuestra cómo las renovables pueden agravar los desequilibrios en lugar de resolverlos.
Impacto ambiental oculto: La fabricación de paneles solares y turbinas eólicas requiere minería intensiva y genera residuos difíciles de reciclar, cuestionando su narrativa de sostenibilidad.
Costos encubiertos: Los sistemas solares, especialmente con baterías, son prohibitivamente caros para muchos hogares, y las subvenciones públicas han beneficiado más a las eléctricas que a los consumidores.
El apagón de 2025 es la prueba definitiva de que las renovables no pueden ser la columna vertebral de un sistema eléctrico moderno. Mientras España apostaba por la solar, países como Francia, con un 68% de su electricidad de origen nuclear, demostraron que la estabilidad energética es posible con fuentes confiables.
Alternativas solares: un parche caro e insuficiente
Para superar la inutilidad de las placas solares durante apagones, se proponen soluciones que, lejos de resolver el problema, subrayan la inferioridad de las renovables:
Sistemas híbridos con baterías: Permiten almacenar energía, pero su costo (6.000-10.000 euros para 10 kWh en 2024) y su impacto ambiental (por la extracción de litio) los hacen poco prácticos.
Sistemas off-grid: Diseñados para operar sin red, son prohibitivamente caros y complejos, inviables para la mayoría de los hogares.
Inversores con respaldo limitado: Ofrecen suministro a circuitos esenciales, pero no cubren las necesidades completas de un hogar.
Estas soluciones, además de ser costosas, no abordan la inestabilidad inherente de las renovables. En lugar de invertir en parches, España debería replantearse su rechazo ideológico a la energía nuclear, que ofrece estabilidad, bajas emisiones y verdadera resiliencia frente a crisis como la de 2025.
Un sistema energético secuestrado por la ideología
La narrativa verde ha vendido las renovables como la solución definitiva, pero el apagón de 2025 revela su incapacidad para cumplir. Las políticas energéticas de España, centradas en subsidiar paneles solares mientras se ignora la nuclear, han creado un sistema frágil que beneficia a las grandes eléctricas, que controlan la red, en detrimento de los consumidores. La normativa actual, que fomenta sistemas grid-tied, garantiza que los usuarios permanezcan dependientes, mientras que las subvenciones para baterías son insuficientes para democratizar la autonomía energética.
El colapso también ha expuesto la falta de transparencia de las empresas instaladoras, que han promovido las placas solares como sinónimo de independencia sin advertir de su inutilidad en apagones. Esta desinformación, combinada con la inestabilidad de las renovables, ha dejado a los consumidores pagando el precio de un experimento energético fallido.
Hacia un futuro sin renovables como protagonistas
El apagón de 2025 debe ser un despertador para España. Continuar apostando por las renovables como pilar energético es condenarse a más colapsos. En lugar de ello, el país debería:
Priorizar la energía nuclear: Reabrir el debate sobre la nuclear, explorando reactores modulares pequeños (SMR) para un suministro estable y limpio.
Reducir la dependencia de renovables: Reequilibrar el mix energético con fuentes confiables que no fallen en momentos críticos.
Informar a los consumidores: Exigir a las instaladoras transparencia sobre las limitaciones de las placas solares.
Fortalecer la red: Invertir en una infraestructura que no colapse ante la volatilidad de las renovables.
Conclusión: el fin del mito renovable
El apagón del 28 de abril de 2025 desnudó la verdad sobre las renovables: son una solución inestable, cara y sobrevalorada que dejó a España a oscuras. Los propietarios de placas solares, traicionados por sistemas que no funcionan sin la red, son las víctimas de una narrativa verde que prioriza la ideología sobre la realidad. Mientras las renovables colapsaban, la estabilidad de la energía nuclear en países vecinos señaló el camino. España no puede permitirse más experimentos fallidos: es hora de abandonar el dogma renovable y apostar por un futuro energético que garantice luz, estabilidad y verdadera independencia.

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