Javier Marzal.
Con algunos precedentes, en 2003 los gobernantes de todo el mundo aprobaron la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción.
Su preámbulo comienza con el siguiente texto:
La corrupción es una plaga insidiosa que tiene un amplio espectro de consecuencias corrosivas para la sociedad. Socava la democracia y el estado de derecho, da pie a violaciones de los derechos humanos, distorsiona los mercados, menoscaba la calidad de vida y permite el florecimiento de la delincuencia organizada, el terrorismo y otras amenazas a la seguridad humana. Este fenómeno maligno se da en todos los países —grandes y pequeños, ricos y pobres—
De esta forma, la ONU y los gobiernos de todo el mundo nos advertían que éstos son unos corruptos, que habían creado democracias autoritarias y totalitarias, controlando el Estado de Derecho, violando los derechos humanos, sustituyendo la economía de mercado por la ECONOMÍA DE LA CORRUPCIÓN, creando una decadencia que hace que cada día la mayoría viva peor, fomentando la delincuencia organizada especialmente en las propias instituciones para crear inseguridad, impotencia y sumisión.
Nadie reaccionó a esta declaración sobre la realidad de entonces y sobre lo que iba a pasar en el futuro.
Según CaixaBank Research con datos de Bloomberg, en la década de 1990 la deuda soberana (pública) tenía un vencimiento promedio de 25 años y ha pasado a 54 años entre 2006 y 2015, destacando Irlanda y la decadente Bélgica (véase nuestro artículo “Los 6 decadentes”, influyente en la UE y en el BCE) que tienen bonos a 100 años.
Después vino la Gran Crisis Internacional de 2008 y en 2010 se publica el informe “PROYECTO EUROPA 2030. Retos y oportunidades”, realizado por el “Grupo de Reflexión sobre el futuro de la UE en 2030” para el Consejo Europeo (gobiernos de los Estados Miembros de la Unión Europea), donde se dice que: “Por primera vez en la historia reciente de Europa, se ha extendido el temor de que los niños de hoy vayan a disfrutar un nivel de vida inferior al de la generación de sus padres”.
Ante la falta de reacción, en 2015 los gobiernos aprobaron en la ONU la Agenda 2030 que sí creó una creciente oposición popular, especialmente desde 2020.
Ante la falta de reacción, en 2017 los gobiernos nombraron a los dos genocidas y actuales Secretario General de Naciones Unidas y Director General de la OMS.
En 2018, Naciones Unidas publicó el nivel de corrupción en porcentaje del PIB por regiones y mundial, a la vez la Unión Europea hizo lo mismo por paises (España el 8% del PIB, según el Banco de España más del 13,71% sólo en extorsiones a empresas). En mayo de ese mismo año, dos organismos de la ONU: Banco Mundial y la OMS crearon la Global Preparedness Monitoring Board Secretariat (Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación). Tampoco hubo una reacción pública ni popular.
Ante la falta de reacción, en 2019 se nombraron a las actuales genocidas presidentas del Parlamento Europeo y de la Comisión Europea (ex Ministra alemana acusada de corrupción y salvada por la decadente Angela Merkel).
En 2020, los políticos aprovecharon la anunciada pandemia para inventarse medidas genocidas, de empobrecimiento, de sumisión y control social como los confinamientos, el uso de respiradores de los que nos libró Italia, las mascarillas (bozales), las inyecciones.
Ante la gran, pero insuficiente, reacción científica, médica y popular, en 2022 los gobiernos renovaron a los dos referidos cargos de Naciones Unidas. Lo mismo se hizo en la Unión Europea en 2024.
En diciembre de 2024, el informe del Congreso estadounidense informó que ninguna medida contra a pandemia de 2020 tuvo respaldo científico, ni tampoco las vacunas COVID-19 que han ocasionado graves reacciones adversas a más de un millón de estadounidenses, estando acreditadas más de diez mil muertes, y tampoco ha habido reacción.
En la Unión Europea, cabe recordar el Pacto Verde Europeo, Next Generation EU, el Informe Draghi (endeudamiento sin precedentes para aumentar la planificación económica centralizada, el negocio militar, el aumento y la concentración de poder, y el empobrecimiento masivo de la población); la censura automatizada, el aumento de la represión institucional, las monedas digitales para el control total de la economía y la implantación gradual del comunismo (nacionalización del sistema financiero, después de las empresas y, por último, de las personas), la tokenización para aumentar el PIB y la deuda pública, creando un nuevo mercado de estafas…. Y todo con el consentimiento de la mayoría, convenientemente desinformada y manipulada por los políticos, los informadores, tradicionales y nuevos, así como por las propias masas, dormidas y despiertas (según ellos) que siguen extendiendo la decadencia.
Como se dice ahora ante la evidencia catastrófica: “Disfruten de lo votado” (decadencia).
La falta de reacción contra la información sobre la corrupción hace que la metamafia institucional, nacional e internacional, aumente su corrupción y su desprecio hacia los gobernados, así como el empobrecimiento masivo, el autoritarismo, el totalitarismo, el control social y la decadencia.
No puede haber solución mientras se siga votando a los partidos politicos que han gobernado, a los políticos de la decadencia.
En España, documentamos la situación en www.decadencia.es.