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Carta del Editor: Los Diez Mandamientos

Redacción




Enrique de Diego.

Durante decenas de miles de años, las sociedades humanas se han cohesionado en torno a un culto, a una religión oficial. Desde el imperio egipcio, hasta el imperio persa, hasta las ciudades griegas, hasta el imperio romano, hasta los mongoles o los vikingos, hasta los sioux y la más recóndita y aislada tribu amazónica, los hombres siempre han buscado, con frecuencia a tientas, la protección de fuerzas espirituales superiores y han establecido en ellas los principios éticos y morales que enmarcaban la vida de las personas. Todas ellas, mediante lo que la teodicea conoce como «primera revelación», han tomado conciencia de principios naturales.

Fue con la revolución francesa cuando, en su fatua arrogancia, en la irracional petulancia, decidieron cortar esa relación, pero conscientes de que la religión es necesaria para la convivencia tratan infructuosamente de organizar un culto revolucionario. Hay tres etapas que podemos distinguir: 1) En la catedral de Notre-Dame se escenifica la entronización de la «diosa razón», encarnada por una bailarina de la Ópera, mademoiselle Maillard, que va vestida con una túnica blanca, un manto azul y cubierta con un gorro frigio; 2) Tras la astracanada irracional, Robespierre intenta la fiesta del Ser Supremo; 3) Por último, se ensaya el culto teofilantrópico. Todos fracasan, dando lugar al relativismo y la laicidad que han terminado por destruir Francia, que ha infectado a las otras naciones europeas, y junto a la degradada y degradante patraña woke made in USA intenta tumbar la civilización occidental, empezado por un suicida proceso de sustitución de los autóctonos que resulta realmente demencial.

La ética ya no se sustenta sobra la evanescente nada; surge nuevos dogmas y, sobre todo, nuevos pecados con los que se disciplina al pueblo que se pretende amorfo y aborregado.

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No hay otra moral objetiva que la dada por Dios a Moisés en el Monte Sinaí: los diez mandamientos:

1.- Amarás a Dios sobre todas las cosas.

2-No tomarás el nombre de Dios en vano.

3- Santificarás las fiestas.

4-Honrarás a tu padre y a tu madre.

5-No matarás.

6-No cometerás actos impuros.

7-No robarás.

8-No darás falso testimonio ni mentirás.

9′-No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

10-No codiciarás los bienes ajenos.

Todo el pensamiento, desde Kant a Hayek pasando por Marx, o Karl R Popper, o Nietzsche y Sigmund Freud, son mentira, son diversas formas de mentira, incapaces de sostener la ética sobre bases firmes. Son mentira cochina. Pérdidas de tiempo.

Hay que volver, urgentemente, al Monte Sinaí y derribar el ídolo del becerro de oro con el que los subhumanos han llenado el vacío de Dios.

Dice Dostoievski que «si Dios no existe, todo está permitido». Pero Dios existe y nos ha dado su Ley y la Revelación de Cristo.

Cuando asistimos a una guerra espiritual entre el Bien y el mal absoluto, que es la nada, se hace urgente ser fieles a Dios y a su Cristo. La alternativa ya es o Dios o el satanismo que practican las genocidas satanoélites. Nos va la supervivencia como humanos y como especie retornar al Monte Sinaí y adorar únicamente a Dios, fuente del Bien.