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Carta de Editor: La siega de la repentinitis que no cesa y el caso de la madre con tres niños pequeños

Redacción




Enrique de Diego.

Cada día, la siega de vida continua. Mueren de REPENTINITIS: cuando la proteína spike se aloja en las células AD2, para lo cual ha sido preparada por los malditos globalistas y los directivos de las farmacéuticas, de las que el corazón está especialmente dotado, el sistema inmunológico da la orden de atacar al intruso, el corazón, y caen fulminados sin remedio. Así sucede con decenas miles de personas el mundo entero. Este verano ha habido sabanas cubriendo los cuerpos en las playas. Las furcias mediáticas dan noticia de los hechos, por lo espectaculares o por lo conocidos de las víctimas, pero son sucesos aislados, con frecuencia disimulados, y sienten pánico a establecer una relación de unos con otros, l0 que delataría su propia responsabilidad en el crimen.

Así, fallecen conductores de autobús por todo el mundo al volante y se estrellan con todo el pasaje a bordo gritando; la repentinitis es especialmente abundante en ciclistas y culturistas. Ayer informábamos de la muerte por infarto del ciclista neerlandés de 20 años Mark Groeneveld, ocurrida en Hong Kong. Y antes de ayer, de la muerte repentina de la australiana Raechelle Chase, influencer de fitness, una hermosa mujer con una familia estupenda, que deja viudo y tres hijos. Suma y sigue. No se hacen autopsias y todo sigue, aparentemente, igual. Al fin y al cabo, antes también moría gente y la muerte a todos alcanza, pero no a los veinte o treinta años, no con esa furibunda abundancia y no con esa letalidad pasmosa. Antes no les daba el infarto a los ciclistas profesionales de 20 años y antes, cuando se escuchaba de alguien que le había dado un infarto, normalmente sobrevivía y le quedaban secuelas y precisaba rehabilitación. Ahora el óbito es fulminante: la muerte súbita del adulto.

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Pero ha habido una clara repentinitis especialmente terrible que me quita el sueño y no dejo de pensar en ella. Una madre de Riaza (Segovia) que se incrusta contra un camión con sus tres hijos dentro del coche de 5, 3 y 1 año. Canallas.

Riaza está en Segovia y me pilla muy de cerca, pues soy segoviano. En la bella plaza del pueblo ha tenido lugar un acto emotivo en el que los vecinos han guardado cinco minutos de silencio.

Pienso en esas pobres criaturas, segadas sus vidas y pido a Dios por sus almas, que Él los tenga en su gloria. Pero también pienso en el viudo desolado y en los familiares, los abuelos, los tíos, los primos, a los que les ha cambiado la vida totalmente. De su paisaje humano han desaparecido una madre joven y tres niños que serían todo alegría, como son los niños a esas edades.

Tan tremendo y conmovedor ha sido el accidente, invadiendo la madre el otro sentido de la calzada y yéndose a empotrar, literalmente, con un camión con trailer que, del impacto, ha volcado y ha tenido que ser recogido por una grúa. Tan terrible y brutal ha sido el choque que la Guardia Civil de Tráfico ha pedido la autopsia para ver si la pobre madre, que se ha ido al otro mundo junto con sus pequeños, sufrió una «indisposición». Seguro que no se sabrá verdad o sólo a medias, como en el caso de la joven de Traspinedo, Esther López, que no se quiere contemplar la única hipótesis válida, la muerte por repentinitis después de haber sido timo vacunada. Si el médico forense no es un satanario seguro que dará con la proteína spike horadándole el corazón y seguro que la madre fue timo vacunada.

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Hay que abrir un espacio a la honradez y a la esperanza de que de verdad se quiere saber la causa del accidente y no una «indisposición», porque estamos hartos de que el bañista murió «ahogado» cuando sufrió una deficiencia cardiorrespiratoria y de que el taxista falleció después de un «desvanecimiento». Ojalá se supiera la verdad de esta pobre madre de Riaza y se salven vidas. Esta mortandad no puede continuar. Los malditos globalistas, sus políticastros lacayos y los satanarios deben dejar de dormir tranquilos. Son demasiadas víctimas en aras de una pútrida mentira malthusiana.