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Carta del Editor: Una generación sacrificada a la malvada ideología de género

Redacción




Enrique de Diego.

Manuel Romeral es un hombre activo, ingeniero de Telecomunicaciones, que imprime carácter, metódico, eficaz, persidente de la muy activa Asociación Europea de Ciudadanos contra la Corrupción, probado en mil batallas. Pero tiene una herida muy profunda que sobrelleva a duras penas. No ve a su hijo en los últimos tres años. Y como me dice mi madre: «ay hijo, ya verás como se quiere a los hijos».

Manuel Romeral quiere a su hijo con locura, como quien da sentido a su vida, a pesar de que sabe que ha sido educado en el odio hacia él. Primero, Manuel fue denunciado por siete denuncias a cual más falsa que un Judas de plástico, por una mujer desquiciada. Después de saborear las ingratiudes de la Justicia humana y salir ileso y con afán de luchar por su hijo. Para él era todo ese rato semanal en el punto de encuentro, aunque no siempre era satisfactorio. Otra batalla legal, demostrando la incapacidad de la madre para llevar su vida, con victorias legales a las que no se atiende ni por los servicios sociales, ni por psicólogos, sufriendo la violencia del hermano de la mujer y ella simulando agresiones y golpeando el coche, tirándose encima.

Ni la Fiscalía de Menores ni los Juzgados hacen al final nada. Manuel Romeral sigue sin ver a su hijo y lo lleva fatal. Y ese hijo, fracaso escolar, ¿será capaz de entender la batalla de su padre y el profundo amor que le tiene? Nadie parece preocuparse por el hijo, más que Manuel, pues ella es mujer y la narrativa oficial de la malvada ideología de género le concede bula para presentar denuncias falsas, para no hacer caso a los Juzgados, para utilizar al hijo común contra Manuel, que, sin embargo, persiste porque, como dice mi madre, como se quiere a los hijos no lo entiende nadie, no lo puede entender.

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Es una historia que se repite. Conozco varios casos en Madrid, con el Partido Popular, de hijos sacrificados a la malvada ideología de género, y sin que Vox haga nada, salvo facilitar altas dosis de retórica. En un caso, median abusos sexuales de la madre, especialista en denuncias falsas, ella misma denunciada por hechos lascivos ciertos, pero siendo mujer tiene igualmente bula. La historia no acaba bien, a pesar de que el chico investiga y da con el padre, pero hay formas que no se improvisan. El chico ha crecido en un ambiente malsano y sin padre.

Los niños no importan en esta terrible dictadura de la ideología de género, de la que participan Juzgados, Policías y se lucran servicios sociales y psicólogos. Hay toda una generación sacrificada en este mantenimiento de la narrativa oficial en la que el varón ha sido desposeído de la presunción de inocencia y del amor filial de su vástago, éste ha sido educado en la mentira y el odio, como un presunto falso maltratador, que ha dejado tirado al hijo, antes al contrario han peleado por él con uñas y dientes contra un sistema corrupto y venal. Y aunque son los hombres más tenaces que he conocido, que parecen forjados a hierro a prueba de toda adversidad, no consiguen doblegar al sistema que vive de una estadística falsa, sin importarle las víctimas inocentes, los hijos.

Dios quiera que sepan valorar el amor de su padre, contra mundi, el amor de Manuel y sepan corresponderle.