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Carta del Editor: Yo fui el fundador de Vox

Redacción




Enrique de Diego.

Hace unos meses, un tuitero me dijo que yo estaba en la órbita de Vox y que lo decía un influencer de youtube, cuyo nombre no recuerdo. Me rebelé internamente ante la afirmación, pero luego caí en mientes de que, a su manera, era cierto pues yo, en propiedad, era el fundador de Vox y lo puedo demostrar, aunque, por cierto, Vox no ha sido fiel a su espíritu fundacional. Entonces me comprometí con ese tuitero a contar la historia, compromiso que, con cierto retraso, hoy cumplo.

En Intereconomía a Julio Ariza se le ocurrió hacer un programa de radio los domingos por la noche con los primeros espadas del Grupo. Se llamó el programa Cuando salí de Cuba, que tenía la sintonía de la estupendísima canción de Luis Aguilé, que terminó yendo a un par o tres de programas. Yo le miraba embelesado pues formaba parte importante de mi adolescencia y mi primera juventud: «Con amor o sin amor», «El tío Calambres», «Es una lata el trabajar»…y muchas más canciones del verano antoñano cantadas por el mismo Luis Aguilé fue una gozada.

El programa para pasárnoslo bien tomó vuelos y pegada, a pesar de que por horario competíamos con el fútbol, pero el resto de la audiencia, no futbolera, era potencialmente nuestra. Hacíamos unos prolongados cortes de publicidad en los que aprovechamos para picotear algo, que nos servía de cena, pues el programa era largo, con el tono de una charla entre amigos. Asistía frecuentemente Alejo Vidal Quadras, muy amigo y antiguo jefe en el PP catalán de Julio Ariza, presidente y secretario general, respectivamente. Alejo era vicepresidente del Parlamento Europeo, pero ya se sabía que no iba a tener acomodo en las listas.

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Alejo se aproximó a mí con una amplia y socarrona sonrisa triunfal y me espetó: «Enrique, sabes que esa idea tuya de cerrar las autonomías tiene gancho electoral»; más o menos. Había hecho la propuesta como tema central de la Plataforma de las Clases Medias y el partido Regeneración. Agradecí el comentario y quedó ahí cuando me llevé la sorpresa de que dos semanas después Alejo Vidal Quadras abandonaba el PP, con Santiago Abascal, y emprendía una nueva aventura política llamada Vox; gusto por el latín que tiene el marchamo de Julio Ariza.

De mi experiencia política, visto que el sistema iba a aniquilar a las clases medias mediante el expolio, había sacado dos medidas sine que non para acabar con el sistema y no ser deglutidos por él. Una, era que no nos presentaríamos a las auonomías pues estábamos por el cierre del aparataje autonómico; otra, que el partido nunca aceptaría subvenciones públicas, pues planteaba terminar con toda subvención a partidos, fundaciones, sindicatos. Las dos eran recogidas por Vox. No me enfado por el ninguneo intelectual pues lo importante es que se lleven a la práctica las ideas. No me enfado porque si no estaría amargado: ‘regeneración‘ fue el concepto que hizo suyo Ciudadanos y que justificó su existencia, y «Casta parasitaria«, título de un libro mío, fue copiado por Podemos, como crítica retórica a la «casta» para instalarse precisamente en la casta. Lo de Vox era más abusivo pues el manifesto fudacional era una copia de ideas mías plasmadas en el programa de Regeneración.

Andando el tiempo, Vox ocupó sillones en las autonomías y, ahora, puestos en los ejecutivos regionales con lo que ha pasado inexorablemente lo previsto: la crítica a las autonomías ha caído en desuso y ese partido se ha convertido en uno más del Estado autonómico. De no recibir para acabar con las subvenciones  a los partidos, que era en cascada acabar con la cultura de la subvención para primar la cultura del trabajo y bajar drásticamente los impuestos, ni hablamos. Vox estuvo en contra mientra no entró en el pilla pilla presupuestario pero cuando le llegó el turno de recibirlas no le hizo ascos y arrinconó su propuesta fundacional, haciéndose además con un sindicato y una fundación para pillar más en el reparto. Así se han acomodado al sistema y han decidido que sale más rentable la retórica vacua que luchar por los principios. Si, se puede decir que yo soy el fundador de Vox, pero de un Vox que ya no existe, que se traicinó a sí mismo. Queda cumplido el comr¡promiso con el tuitero.