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«Cristianismo y revolución», de Jean de Viguerie (y 3): De la revolución a la apostasía y las ‘nuevas religiones paganas’ como la calentología y el intento de exterminio de la especie

Redacción




Enrique de Diego.

La revolución francesa es el momento histórico más nefasto y de peores consecuencias. Acabemos con el mito. Es un desastre sin paliativos cuyas consecuencias del derrumbe satánico las tenemos ante nuestros ojos y la combatimos: el intento de exterminio de la especie a manos de los globalistas, sus sicarios y sus lacayos. Para un análisis histórico «Cristianismo y revolución» del gran historiador Jean de Viguerie es un imprescindible punto de partida: «La separación del Estado y de la religión es un acontecimiento sin precedentes en la Historia» pues «nunca se había visto un Estado sin religión», sin embargo los revolucionarios franceses en su obsesión descristianizadora consideran que «el Estado y la nación no necesitan de la religión porque ellos mismos son una especie de religión. Los diputados de la Constituyente creen en la nación como creen en Dios y así se adhieren a un tipo de ‘religión civil'». Los revolucionarios son conscientes de que «sin Dios no hay sociedad posible. Sin Dios no existe un vínculo social».

Ya hemos visto la pretensión de borrar toda huella cristiana del calendario, pero conscientes del vacío que están creando intentan formar una nueva religión de la nación, con abuso del lenguaje afirman que «no formarán más que u solo rebaño, un solo pastor», generan el culto irracional a la diosa razón, al Ser Supremo robesperriano, a la teofilatropía basado en los pretendidos valres familiares. Ese vacío se siente desde la revolución francesa, en el que, dice Viguerie, «la descristianización fue un triunfo de la Revolución», que produjo la amplitud de la apostasía aproximadamente de un tercio de los franceses, de forma que «no se encuentra en la historia otro ejemplo de degeneración tan general y tan completa», y así el vacío ha intentado ser llenado por el marxismo en la antigua Unión Soviética, basado en la deificación de la clase, o en la China comunista, que genera la Iglesia en el partido, y el culto a la personalidad como nueva forma de beatificación, y en el hitlerismo, basado en la raza, con el culto a la personalidad de Adolf Hitler, con sus liturgias.

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También las democracias abundan en el lenguaje metapolítico, religioso, con su colección de «nuevos clérigos», que empezaron siendo esos «filósofos» como Jean Jacques Rousseau, pasaron a ser los «intelectuales» como Jean Paul Sartre o Simone de Beauvoir y han llegado a ser los políticos y los periodistas y los tertulianos de la corección política, con dogmas absurdos y supersticiosos que se imponen, mediante la repetición, al pueblo devenido en masa coral, con nuevos pecados como la homofobia o la transfobia.

Hasta devenir en la pseudo religión de la «calentología» que, en base a una colección de mentiras groseras, se constiuye en la religión de unas pretendidas élites cuyo imaginario satánico es la extinción de la especie, y cuyos sumos sacrdotes son gente como el tarado genocida de Bill Gates, que pervirtiendo la ciencia a base de talonario, han impuesto las timo vacunas letales, los confinamientos, las mascarillas, y quieren inducir la sequía y el calentamient global mediante fumigaciones asesinas desde los aviones. Incluso Estados Unidos, que no reconoce un culto oficial, pero que tiene una base cristiana, se encuentra acosado por lo que demente y sobón Joe Biden denomina la batalla por el «alma de los Estados Unidos«.

También la nefasta revolución francesa atacó a la moral. EL 20 de septiembre de 1792 instituye el divorcio y sustiuye el estado civil en los registros de catolicidad». El divorcio rompe el orden natural de las cosas. La «separación de cuerpos» era un hecho relativamente escaso en el Antiguo Régimen. Por ejemplo, durate todo el siglo XVIII en la diócesis de Cambray no se produjeron más de 539 casos entre una población de 400.000 habitantes. Rota, pues, la ligazón de la moral con la Ley de Dios se resquebraja el sólido fundamento de la moral objetiva para entrar en la moralna delicuescente votada en los Parlamentos en una espiral de degradación y decadencia. Por esa fisura, esa auténtica ruptura del orden natural, se han introducido el aborto, la eutanasia, la pedofilia con pretensiones de derechos y de nueva moral.

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Los efectos devastadores son bien visibles ante nuestros ojos y en la media que no hay soporte objetivo en el legislador divino, que ha inscrito en los corazones la diferencia entre el bien y el mal, o la ausencia de bien, las nuevas religiones y las nuevas morales se vuelven asfixiantes dogmáticas y delirantemente supersticiosas, con pretensiones de la destrucción del género y la despoblación devastadora de la especie, hasta darse los signos inequívocos del fin de los tiempos.

La apostasía se ha hecho universal y alcanza con especial intensidad a la jerarquía católica en un obsesivo intento bergoglino por demoler el cristianismo. Todo empezó con la revolución francesa…

Jean de Viguerie, Cristianismo y revolución, Editorial San Romás, Madrid, 2023, 356 páginas, 19 euros.