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Carta del Editor: Palencia confinada vitaliciamente e insurrecta

Redacción




Enrique de Diego.

Con profundo respeto y admiración, he recreado en mi novela histórica «Las Navas» la Palencia heroica, amante su libertad que se encmina hacia la gran batalla bajo la dirección del gran obispo de Palencia, Tello Tellez de Meneses, fundador del primer Estudio General de España. De aquella Palencia a la que acudió la sin para belleza de la gran Leonor de Aquitania, esposa de dos reyes, en busca de esposa para el delfín de Francia, el gran rey San Luis, y viniendo por la princesa Urraca le gustó tanto Blanca que se inventó que en el país galo Urraca no sonaría bien mientras Blanca gustaría más, Blanche. Así se forjó la enorme reina de Francia Blanca o Blanche de Castilla.

«El día convenido, a la atardecia, repicaron a clamor las campanas, al unísono de Palencia. Se vaciaron las posadas. Las buenas gentes, endomingadas, se echaron a la calle. Los milicianos formaron en cuadrillas, detrás de sus enseñas, a las enérgicas voces de mando de adalides y alcaides. Fueron viniendo nutridas y cerradas compañías desde La Puebla y San Miguel. Se concentró el gentío ante la sede del Concejo y de allí, a la hora de vísperas, entre el entusiasmo de la muchedumbre, salió el estandarte de la ciudad, escoltado por los regidores y las personas honorables de la villa, con severos trajes de terciopel negro. Se formó tras ellos vistosa y ordenada procesión, marchando por las sinuosas calles hasta dar a la plaza de la catedral, donde esperaba el obispo, don Tello, con toda la canonjía, entonando hermosos cantos gregorianos.

«El obispo, vestido de rica casulla, reluciente de plata y oro, con gemas engarzadas, bendijo la enseña con la man derecha en donde relucía la amatista episcopal.

«Luego, precedidos por el clero, entraron en la Casa de Dios, dirigéndose, con silencio reverencial, hasta el altar del Cristo de las Batallas, en cuyo ara, ante Jesús Crucidicado, fue depositado el pendón. Desde ese momento, a lo largo de toda la noche, se inició la vela, en la que todos participaron. Muchos acudían a lavar sus pecados, tan abundantes en los últimos días, con los confesores, condición para ganar los inmensos beneficios espirituales de la bula de Cruzada. Los labios desgranaban oraciones y los corazones se endurecían, pues los bálsams religiosos servían àra exorcizar el miedo que nadie reconocía y en todos, más o menos, anidaba.

«Al despuntar el alba, bajaron a la cripta del mártir San Antolín, ante cuya tumba entonó el cantor el himno Oh Martir gloriose. Ante el altar el mártir, abarrtada la cripta del gemtío, ofició la Misa mayor el obispo don Tello. Al tiempo de la plática, todo su ser ardía con devoción celestial e inflamó los ánimos con ardrosa oratoria:

  • Prestad atención a mis palabras, mis señores y hermanos de Palencia, ¡prestad atención a mis palabras! De hecho, no a mis palabras, sino a las de Cristo. Cristo mismo es el autor de este sermón y yo apenas su frágil instrumento. Hoy Cristo y su siervo fiel San Antolín, se dirigen a vosotros con us palabras a través de mi boca. Es Él quien llora ante vosotros por sus heridas. ¿No habrá manos cristianas para limpiar la afrenta de tierra cristiana hollada por la barbarie de gentes infieles y descreídas? Y dijeron ellos, tras la derrota de Alarcos: ¿dónde está su Dios? ¿qué se ha hecho de su fuerza? ¿no les hemos castigado, mientras ellos en vano esperaban su ayuda? Así hablan los infieles. Y se equivocan. Dios les confunda. Pues fue por nuestros pecados por los que fuimos vencidos y será por la misericordia de Dios por la que nos alzaremos con la victriia. Pues, en nuestra debilidad, Él es nuestra fortaleza. Ésta es la hueste de Dios, a la que Palencia corre a sumarse con lo mejor de sus hijos. Ésta es la causa de Dios, su Cruzada, como ha proclamado el Vicario de Cristo, el Santo Padre, Inocencio III. Por tanto, guerreros de la Verdad, apresuraos a ayudar a Cristo. Alistaos en su mesnada. Hoy os comprometo con la causa de Cristo, así que vuestra tarea será recuperar la heredad del Apóstol Santiago que le ha sido arrebatada por los hijos de las tinieblas. ¡Dios lo quiere!

En los tiempos de crisis, bestial como son los de ahora, se hace preciso rememorar la historia para sacar fuerzas de los ejemplos viriles de nuestros antepasados, como yo he hecho en mi libro «Segovia viva«, del ejemplo de los comuneros segovianos y de Juan Bravo, leal entre los leales, amigo de sus amigos, hasta en el cadalso que pide ser el primero decapitado para no ver rodar las cabezas a tan nobles señores, y de los conquistadores segovianos, el máximo impulso a la conquista de las Indias, alistándose desde sus campos de secano, tierra de trigo de pan llevar y de pinares, con ríos como El Pirón y el Cega, para recorrer océanos en las cáscaras de nuez que eran las carbelas. porque ahora esa Castilla ha perdido su fuerza vital y su arrojo, y de aquellas milicias palentinas, como me dice una lectora despierta, «no queda ni rastro».

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Esa ponzoña hedionda que es el PP, Partido Putrefacto, sobre una sociedad de ancianos temerosos de la vida y de la muerte, que se han puesto sin rechistar todas las timo vacunas para una enfermedad inexistente de la que no se ha aislado el virus, tratados como borregos para la esquila a mayor megocio letal de la farmafia; esa cloaca luciferina del PP, que lleva desde el 2015 haciendo campaña por la satánica agenda 2030, y que expande vapores del averno, se dispone a confinar vitaliciamente en las ciudades-cárceles de 15 minutos a los palentinos.

Así lo informan como si tal cosa los que ejercen la prostitución sagrada en esas cloacas globalistas en que han degenerado -cualquier parecido con el periodismo es pura coincidencia- El Norte de Castilla y El Diario Palentino, en donde se dice sin rubor que se van a poner controles en las calles céntricas Eduardo Dato, Padre Higinio Aparicio y Antonio Maura, de donde no podrán ni salir sin permiso de los degenerados del PP con su Policía Local tiránica. Y aquellas milicias palentinas que recorrieron en 16 días desde Toledo hasta Despeñaperros por pleno yermo se revuelven en sus tumbas y San Antolín brama de ira de ver dónde han llegado sus descendientes, pr la tiranía del corrupto PP. Y don Tello Tellez de Meneses, con su Virgen arzonera, llama a la insurección ante el atropello y el latrocinio. Palencia confinada, Palencia insurrecta. Dios lo quiera, Dios lo quiere.