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Herir la vanidad de Augusto no es en ningún caso delito, como con falta de comprensión lectora interpretan la jueza Iris y dos fiscales

Redacción




Enrique de Diego.

El juez de la Contencioso Administrativo de Elche, Augusto González Alonso, tiene una vanidad superlativa. Eso sí está probado. Lo malo, ya se sabe, no es que uno se crea césar, sino que se lo crean los demás y le hagan la ola, otra juez, Iris Paredes Valero, y los fiscales José Antonio Artiada Gracia, jefe de área, y el que firma J. F. Cortés, que parecen tener incomprensión lectora o paranoia gremial y se han inventado el Fuero del Palacio de Justicia de Elche, contra la libertad de expresión y la Constitución. Golpe de mano.

Al fin y al cabo, como dice un amigo mío, los jueces son esas personas que te pueden meter en la cárcel. Hombre, eso no es así. No te pueden meter en la cárcel por ese Fuero inventado, y medieval, para satisfacer la vanidad herida proteica del tal Augusto, sino dentro de las normas del Estado de Derecho. No puede decir la Letrada de la Administración de Justicia que ha mantenido una conversación telefónica conmigo cuando no ha mantenido ninguna y no pueden sacar los pies del tiesto, como hace Iris Valero Paredes, porque herir la vanidad del gran Augusto no es delito, salvo que se pretenda establecer una dictadura judicial, que está de más y que no va a ninguna parte, no tiene recorrido.

Ocurre que el tal Augusto, con su vanidad herida, pues tiene la piel muy fina, y le debe molestar que se diga que es del cuarto turno, ha ido con el cuento de que le han hecho pupita en otras ocasiones, y mira por donde en el reparto le ha tocado al juzgado de Instrucción número 5 de Elche, que fue precisamente ante el que presenté denuncia contra el genocidio al que se está sometiendo a toda la población y le pedí que frenara la tomo vacunación masiva. Me llevé la sorpresa de que lo admitieron a trámite, hasta que lo leyó la jueza y ya me la imagino con cara de sorpresa, pensando que la patata caliente es una bomba judicial, y desde entonces se dedicó, con argumentos falaces, diría que de leguleyo por la enjundia gravísima de la cuestión, a quitarse el muerto de encima. Eso ofende al sentido universal de lo que es justo que dice Pericles en su Oración fúnebre y que cualquiera es capaz de verlo y es la base de nuestro Derecho.

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Y, ¡oh! casualidad, desde ese momento estelar, en el reparto, todos mis temas le tocan al Juzgado de Instrucción número 5, como otra pupita del excelso Augusto. Habrá que mirar el reparto si es como la Tómbola de la canción de Marisol, que yo he tenido mucha suerte, o es que simplemente ha sido trucado, que todo puede ser. O que cometan el error, ciertamente perdonable y subsanable, de que me pongan a mí el primero de los imputados, cuando simplemente pasaba por allí en una fruslería. Así que el Juzgado de Instrucción número 5 se suma a la cacería que haber cómo termina, pero ya aventuro que naufragara en el ridículo, porque ofender la vanidad herida de Augusto no es ilícito penal. Que a los jueces del Tribunal Supremo los llama Irene Montero «machistas» y «prevaricadores«, acusándoles a las claras de un delito, el más grave que puede cometer un juez, y no pasa nada, se inadmite la denuncia, así que le recurso de casación lo tengo ganado.

Pero bueno, vayamos al Juzgado de Instrucción número 4, que es donde empezó todo. Así como se me niega la autodefensa a la que tengo derecho, voy a pedir retribuciones económicas por mal uso del Derecho, porque una juez no puede hacer de su capa un sayo y si no sabe Derecho debe volver a la Facultad. De esa forma, a tenor de la falta de comprensión lectora de la LAJ, Inmaculada Martín Pareja, que no secunda la huelga, a los que se ve, en diligencia de ordenación de 13 de marzo de 2023, que puede ser fallo imitativo de la titular de ese Juzgado, Iris Valero Paredes, me veo en la necesidad imperiosa de reiterar mi petición de autodefensa con respecto al artículo 96 de la Constitución Española que dice: “Los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno”. Siendo así que España ha suscrito el Pacto de Derechos de la ONU y el Convenio de la Unión Europea, que contemplan el derecho de autodefensa, usted no me puede privar de ese derecho. Acudiré a cuantas instancias internacionales sea preciso hasta que se me reconozca.

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Presentar la correspondiente reclamación de daños y perjuicios por anormal funcionamiento ante el Ministerio de Justicia al amparo del artículo 121 de la CE que dice: “Los daños causados por error judicial, así como los que sean consecuencia del funcionamiento anormal de la Administración de Justicia, darán derecho a una indemnización a cargo del Estado, conforme a la ley”.

Le recuerdo que España ya fue condenada en el caso HILL, que consta en el sumario, y desde la STS 17.7.2018 de la Sala Tercera dichos dictámenes son obligatorios de cumplir en España y su vulneración da derecho de indemnización que luego puede ser repercutida contra los jueces y letrados judiciales que no han respetado las obligaciones internacionales.

Es una arbitrariedad NO APLICAR UN TRATADO INTERNACIONAL que según la Constitución Española está POR ENCIMA DE LA LEY, por tanto ni usted ni la titular del Juzgado no tienen dominio del derecho cuando me dicen que la LECR no lo contempla cuando además de la LECR y por encima de ella está la Constitución, que obliga a respetar los tratados internacionales, si hubiera justicia imparcial muchos jueces estarían apartados de su cargo por infracción de deberes, pero todo llegará, y como decía Cervantes, al final saldrá todo en la colada.

Resumen que me permitan la autodefensa respetando la Constitución que ha sido suplantada de facto por una «dictadura judicial»  que algún venidero día tendrá su merecido Nuremberg. He dicho.

No mi vanidad, que es desde luego menor que la de Augusto, pero sí mi derecho, que es tanto como el de Augusto, no puede ser pisoteado tan salvajemente, o con tanta ignorancia. En menudo berenjenal se ha metido la LAJ y su señoría Iris Valero Paredes. Y todo por la vanidad herida del suspicaz Augusto.