Enrique de Diego.
Netflix es uno de los arietes de esa pseudo ideología, más bien chorrada infame, woke, según la cual los blancos heterosexuales y cristianos son seres a exterminar, porque monopolizan el pecado original indeleble y asumen todos los falsos pecados de la nueva religión invertida. De esa forma Netflix ha tenido ocurrencias como hacer una Cleopatra negra o una Helena de Troya de igual color, cuando ambas eran blancas como la leche. Aunque para leche la que se está pegando en Bolsa Netflix porque el rollo pútrido woke sólo puede triunfar si los blancos, heterosexuales y cristianos son sumamente imbéciles y se entretienen viendo tamaña impostura o escombrera, mientras les exterminan a base de timo vacunas del tarado de Bill Gates.
Lo mismo sucede con la satánica Disney, que va en caída libre, porque su afán por adorar a satán y por la estupidez queer sólo puede triunfar si los padres han perdido totalmente el norte, se han vuelto gilipollas, y quieren que a sus hijos les adoctrinen en el satanismo y en la confusión sexual. Y como va a ser que no, Disney se hunde y ya los padres no quieren llevar a sus hijos a ningún Parque Disney porque lo más seguro es que desaparezcan para ser pasto de alguna orgía satánica.
Luego, está la utilización constante de la mentira que ya huele y cansa. Que si las timo vacunas son «seguras y eficaces», que dice los papagayos tipo César Carballo, que si la proteína Spike es inolora, inodora e insípida, que decía la ultra globalista Libertad Digital, nunca se puso un título tan desafortunado, del loro servil globalista Losantos, que está más quemado que la moto de un hippie. Todas esas mentiras venían de Anthony Fauci y las decía en nombre de la «ciencia», pero Fauci, el padre putativo del genocidio mentiroso, ni está ya ni se le espera. Hay mentiras muy gordas, al peso, como que una masa de trumpsistas asaltaron el Capitolio, que estaba misteriosamente abierto, sin protección y luego había unos malditos policías tirando a matar a bocajarro a la patriota Ashli Babbitt, no te olvidamos. Hay mentiras gordas, al peso, como el supuesto atentado contra Nancy Pelosi -¿dónde está Nancy?, nos dijeron que preguntó el agresor con un martillo- cuando era un pobre chapero ninguneado por el esposo de la bruja, que está desposada con un bisexual o con un homosexual, y los hijos deben ser de padre ignoto, que reclama el dinero por sus servicios.
La timo vacuna ya no cuela para nada, sólo sirve para matar ancianos e inmunodeprimidos, que han caído en las garras de una medicina asesina y de unas farmacéuticas que están experimentando mutaciones porque se les acaba el negocio, directivo de Pfizer dixit a Proyect Veritas en plena cazada. En Japón van contra el Gobierno y el Ministerio de Salud, en Ecuador también, en Tailandia está prácticamente muerte una princesa tras haber sido inyectada con el veneno de muerte de Pfizer y el rey quiere demostrar que es padre. Pinta todo muy mal. Los medios de propaganda están desprestigiados y no tienen credibilidad. El timo del calentamiento global no chuta, lo mismo sirve para un roto que para un descosido, aunque hagan horas extra los malditos aviones poniendo el cielo perdido con chemtrails, estelas químicas para generar sequía. Aunque este año la oleada de frío en Estados Unidos ha sido de órdago. Greta Thunberg es una niña simplemente idiota, amortizada, un juguete roto. El coche eléctrico falla más que una escopeta de feria y tiene unas baterías de litio que pegan unos estallidos descomunales. Zelensky, el cocainómano, bate el récords de esnifar en público, y ya parece una muñeca chochona, que está llevando a Ucrania al desastre. Es un falso héroe, un mal actor sin sustancia.
El chiringuito se viene abajo, se desmorona, con la Cámara de Representantes USA mordiendo a sobón y demente Joe Biden que tiene la computadora de su hijo Hunter con su padre en plena actuación de pedófilo torturando a una menor. ¡Sinvergüenza! Ya se ven ante la necesidad de responder de sus crímenes y sus fraudes y van a tener que hacerlo, porque aquí es una ley como la de la gravedad la sentencia de Abraham Lincoln de que «se puede engañar al todo el pueblo durante un cierto tiempo, y a parte del pueblo todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo», como ha pretendido el tarado de Bill Gates, cuyos insectos se los va a meter por su asqueroso culo o por donde le quepan los gusanos y los grillos, perjudiciales a más no poder para el consumo humano.
Así que ahora montan un Blue Beam de opereta, de comedia bufa, de sainete, y se dedican las fuerzas aéreas USA, sin credibilidad alguna, un ejército trans, a derribar ologramas, objeto volante no identificado, y también el pazguato y cobardica de Justin Trudeeau, y montan un escenario de invasión alienígena que produce hilaridad y la irrisión general, como cortina de humo para sustraerse a la justicia popular y a la ira del pueblo cada vez más cercana. Vade retro.