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El innombrable cae en el más espantoso ridículo en una mascarada en Venecia, pagado por Félix Revuelta

Redacción




Luis Bru.

El libro «Ágatha Ruiz de la Prada, mi historia» contiene la intrahistoria del periodismo reciente, con el hundimiento y caída del innombrable coincidente su marcha hacia el abismo con su divorcio, hortera, porque todo él tiene ese cuño. Leo y releo las memorias de Ágatha que me relajan, al tiempo que me ilustran, y me hacen estallar a carcajada viva.

El libro tiene un último capítulo que es una guinda, «Mascarada en Venecia», y que bien podría ser el guion de una película de enredo del Hollywood clásico como «Historias de Filadelfia» de la gran e inolvidable Grace Kelly. Venecia es, para Ágatha, «mi ciudad soñada del mundo mundial» y es invitada a una fiesta de máscaras en el carnaval de Venecia.

«Venecia es un plan mío». Para Ágatha estar de fiesta es su trabajo; el mundo de la moda, con lo que tiene de autopromoción constante, es lo que tiene. Uno intuye que la Cruz del innombrable quiso hacerse presente, a gastos pago de Félix Revuelta, el de Naturhouse, el que perdió un porrón de millones en el Banco Popular; aquí tiene el desmerecido papel del pagafantas.

Ágatha mueve Roma con Santiago, es decir mueve a Tristán, para que no vayan, pues ella está invitada y tiene todo reservado. El innombrable la quiere echar de su ciudad icono y no cede, así que piden que les pongan a los innombrables en otra estancia. Pero estas cosas se lían, de ahí para la docuserie este sketch de enredo y divertimento sea una mina.

Ágatha, que sólo ha visto del innombrable tras el divorcio «su calva en el Teatro Real», está trabajando y divirtiéndose, que son la misma cosa en ella, de hecho «lo que más me interesó de aquella fiesta fue haber salido en Il Corriere della Sera, es lo que me importaba», se encuentra en una situación, en principio, violenta, que el innombrable podía haber evitado: «él tenía que haber dicho que no iba; si hubiera sido un señor, pero como no es un señor».

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Además, teniendo de sobra para pagárselo, tiene la inveterada costumbre de ser un gorrón, que tiene un pase en El Mundo, pero que aquí y ahora le hace parecer un lacayo adiestrado. «Al innombrable lo invitó Félix Revuelta. No sé ni cómo se atrevió a ir. ¿Quizá para epatar a su mujer?». Es el paradigma del calzonazos. Ya se sabe, a la vejez, viruelas.

«Ellos no dejaron de estar tensos, mientras que yo bailaba y los periodistas me pedían que posara para fotografiarme». De hecho, «el innombrable no pegaba nada allí; ni sabía quién era ni sabía como vestirse». De payaso, por ejemplo, porque «al final hizo el ridículo».

«Estaba tenso como sólo él puede ponerse». El innombrable y su Cruz y Félix Revuelta, que es otro de Logroño, no los conocen en Venecia para nada, así que en la organización dijeron ‘donde Agatha’, que es una diseñadora de fama mundial. «Me vio a mí, que creo que no he estado más divertida en toda mi vida y le dio un patatús». Además, estaba Patón, su actual pareja, que es «un trueno de guapo» (le falta decir: no como el innombrable, que es más feo que picio con su prominente napia y su calva de tonsurado, pero, bueno, Ágatha es benigna).

Y como el innombrable siempre ha sido un hortera, sin clase ni estilo, sin sensibilidad -«es verdad que iba disfrazado. Pero como si hubiera visto un saco de patatas»-, este señor de Logroño, su Cruz, de Villanueva de la Serena, y el tal Félix Revuelta, que también es de Logroño, y ninguno de los tres ha soltado el pelo de la dehesa, y Logroño y Villanueva de la Serena no tienen la culpa, es que ellos son así, con su fatua prepotencia. Y entonces, como no saben estar, como no son ni mínimamente educados, el gorrón y su Cruz y el de Naturhouse dieron la nota soez y grosera: «La verdadera máscara del innombrable en el carnaval fue su cara. Los amigos del innombrable llamaron a la organización para decir que había sido el mayor agravio de su vida y que les devolvieran el dinero. Félix Revuelta mandó una carta indignado».

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La conclusión es que, reitero, «al final hizo el ridículo». Estos no están para sacarles fuera de casa, y menos a Venecia.

Agatha Ruiz de la Prada, mi historia, La Esfera de los Libros, Madrid, 2021, 323 páginas.

Félix Revuelta, el “hortera”, de la mano del “lacayo” Pedro J Ramírez