Enrique de Diego.
Vivimos tiempos apocalípticos, situaciones extraordinarias y demandan de nosotros soluciones extraordinarias, radicales: no hay otra opción inteligente, obligada y ética que la abstención activa. No es hora de medias tintas, sino de posicionamientos claros. Ya se os engañó con Ciudadanos y con Podemos. Ahora sale una posición gallarda desde Vox de Castilla y León: la escucha del latido del corazón del bebé. Magnífico. Salen Carlos Herrera y el pivot de Orihuela del Tremedal, Losantos rechazando la medida y Alberto Núñez Feijoó diciendo que se opone a que ninguna mujer sea coaccionada, pero si gana eso que llaman la derecha, la mitad del engaño, ¿qué postura vencerá? ¿La de Vox o la del PP?
Y, al final, la participación en unas elecciones no representativas, en las que los diputados no representan a los electores, ¿qué sentido tienen? En la Cámara de Representantes USA, esa de que ha desaparecido por el sumidero de la historia Nancy Pelosi, de infausta memoria, los republicanos del Caucus por la Libertad han terminado votando a Kevin McCarthy como speaker cuando ha cedido a que se apruebe una norma para revocar a los congresistas. Es fenomenal. No significa no votar en cualquier circunstancia. En Estados Unidos hay que votar republicano, y para las presidenciales a Ron DeSantis, y no votar nunca al partido satánico demócrata.
Pero en España, donde el diputado representa a la cúpulocracia del partido como oficina de colocación, la única postura digna es la abstención, no colaborar en la farsa. Hemos de conseguir masa crítica. Cuando se nos ha pretendido asesinar, cuando se ha matado a nuestros ancianos, cuando vemos a nuestros compatriotas sucumbir por repentinitis fulminante, cuando han dejado un reguero de sobremortalidad y de efectos adversos terribles, ha llegado el momento de poner pie en pared y decir hasta aquí ha llegado la farsa criminal. Votar es no tener en cuenta este factor del genocidio, es actuar como si aquí no hubiera pasado nada.
Vamos a por ellos, vamos a por todos y a por todas, a exigir responsabilidades por los crímenes cometidos tan alevosamente, en nombre de la «salud» o en nombre de la «ciencia», cuando en realidad es en nombre del satanismo y la codicia. No es tiempo para perderse en distingos, es precisa una movilización de esfuerzos de gentes adultas y racionales, a la que todos somos llamados. Esta es la ocasión. Necesitamos imperiosamente esa masa crítica que echara abajo todo el sistema podrido.