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Enigmas de El Quijote: Su lugar y tiempo

Redacción




José Luis Mazón Costa. Abogado.

Miguel de Cervantes, en 1605, contando 57 años y tras veinte años de no haber escrito nada desde su primer libro:  “La Galatea” (1585), da a la estampa su primera parte de Don Quijote, del cual no pensaba hacer una segunda, según cuenta al final de la obra (debido a la falta de «escrituras auténticas» sobre la tercera salida de Don Quijote a unas justas de Zaragoza).

PERSONAJE REAL Y FAMOSO A 1605

Desde el prólogo deja claro Cervantes que Don Quijote no es una invención sino un personaje no solo real, sino que era ya antes del libro “famoso”, y así lo dice en el capítulo 1 “De la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. En el prólogo reconoce que “yo que aunque parezco padre soy padrastro” de Don Quijote. ¿Quién fue el padre, entonces?  ¿Quien el primer autor de la historia? Pues el famoso «Cide Hamete Benengeli» un morisco toledano que se hizo amigo de Don Quijote y que recoge del propio Don Quijote las vivencias que escribe en lengua árabe y que por conductos desusados llega a manos de Cervantes.

José Luis Mazón.

Y así, todo hecho de realidad, existió un  lugar, no sepultado aun por las aguas atlántidas, que todavía es visitable y pisable,  donde vivía el hidalgo, aldea que no quiso recordar y un tiempo del que solo dijo que “no ha mucho”. Un tiempo glorificado por el personaje,  que parecía haberse salido de los libros de la caballería, iba santificando el suelo por donde pisaba renovando las casi extintas esencias humanas. Las aguas no han llegado aun a la Armagasilla debido a la existencia de Don Quijote que logró con su sacrificio una prórroga para la humanidad, su mejor y más alto logro no contado en ningún sitio.

Pues, mal que pese a la secta del cervantismo oficial, resulta que los dos datos, el lugar y el tiempo, están contenidos en el propio libro mal que pese al cervantismo oficial todo él opuesto al auténtico Cervantes que si resucitara, látigo y expulsión del templo les atraería a estos mercaderes del rito vacío.

«EN UN LUGAR DE LA MANCHA»

El lugar que no quiso recordar al comienzo está ubicado en el capítulo 52, el último de la primera parte, cuando afirma: “Los académicos de la Argamasilla, lugar de la Mancha” (…); la obra de Avellaneda, el Quijote apócrifo, seguramente de Lope de Vega, comienza saludando a los alcaldes y regidores de la “Argamesilla”, patria feliz de Don Quijote.  En Ciudad Real hay dos Argamasillas, la de Alba, que se tiene por heredera del legado quijotesco, y la de Calatrava, que ignora complemente ser la patria feliz de Don Quijote y Sancho. Pues es la que no se cree que es, esa es la que es. Tal es el embrujo del encantamiento, o tal vez la maldición de Don Quijote del “no quiero acordarme”, que ha desplegado efectos mágicos creando la fama de personaje de ficción a lo que es real y verdadero. No quiso acordarse Cervantes, porque Don Quijote, de forma expresa o tácita, le pidió no mencionar el lugar aunque al final lo hizo incumpliendo así su palabra. Y seguramente Cervantes vivió algo parecido cuando se dejó caer por la Argamasilla preguntando por el hidalgo Martín Quixada El Bueno que así se llamó Don Quijote antes del enquijotamiento de su alma. Y no fue tan bien recibido por los «académicos» de los que hace notoria burla en los versos finales del libro.

En las relaciones topográficas de Felipe II hay un capítulo dedicado a la Argamasilla a secas, que es la antigua, la de Calatrava. Estamos en marzo de 1576, y  Don Quijote, el caballero andante, esta aun por nacer como tal a esa identidad, aun anda en su hábito y costumbres de juventud segunda, por los treinta y pocos años es decir cuando era madrugador, amante de la caza y platónicamente se enamoró de la moza de muy buen parecer a la que puso el nombre de “Dulcinea” del Toboso (porque era natural del Toboso pero ella no vivía en el Toboso, que está a más de 150 kilómetros de Argamasilla, sino que vivía en  un lugar cercano a la Argamasilla y el sitio más cercano es “Puertollano” que está una legua o una hora caminando a pie).

Era la Argamasilla un pueblo o lugar, según el censo de Felipe II, de unos 600 habitantes, de los cuales, 25 casas eran de hidalgos. Una de esas 25 casas era la Don Quijote, donde ya estaría dándole a la afición de los libros de caballerías que tanto le gustaban, primero seguramente pedidos al cura o al barbero grandes lectores de ellos y luego fue a más, gastando maravedíes, porque esos libros eran caros, y juntó muchos que valían un dineral que sacó de vender tierras de sembradura heredadas yendo a Toledo o Madrid para conseguirlos; no era mal comercio sideral pues vendía bienes de raíz para ganar raíces desde las que elevarse al cielo, solo los númenes (antiguos humanos deveidos protectores inmateriales) que le protegían entendían su juego, para los demás era «un loco» porque la realidad fuera de lo superficial es «locura» y Don Quijote contrajo a sabiendas la «locura» que «todo lo cura».

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En el libro de Avellaneda (presunto Lope de Vega) le pregunta el caballero granadino Alvaro Tarfe que de donde sacó el nombre de Quijote y dijo que «de Quijada que es como me llamo» Autores hay que ven el «ote» como rémora del famoso caballero Lanzarote. Y seguramente tienen razón.

«NO HA MUCHO TIEMPO».

Si el lugar de la Mancha era  llamado Argamasilla ¿cuál fue el tiempo del «no ha mucho tiempo»?. El segundo enigma.

Pues también está contado en el Quijote, en el capítulo 39 del primer libro donde relata la historia del cautivo de tierras del norte de África que sale de las montañas de León en el “quinientos setenta” (1570) y que de eso “hace veintidós años” respecto a cuando está contando su historia en la venta donde pocas fechas antes Sancho fue manteado. Es decir, la historia de Don Quijote sucede en el verano de 1592, y el evento de la venta donde el cautivo cuenta su historia es poco después del 22 de agosto de 1592, que es la fecha previa en que Don Quijote entra en penitencia en Sierra Morena y ese día precisamente le firma a Sancho el vale de los pollinos que debe de entregar a Sancho la ama de Don Quijote en reposición del rucio robado a Sancho por ser adlátere de las aventuras de Don Quijote. El 22 de agosto de 1592, la fecha de la escritura de pollinos, era un sábado por lo que la semana siguiente debió de ser el momento de la reunión en la venta donde tuvo lugar antes el manteamiento y donde se reencuentran  los enamorados frustrados que ven arreglados sus entuertos por milagro del santo andante que demuestra su poder creativo o magia donquijotesca, imposible de convocar sin sus sagradas excentricidades.

Es que un aristócrata del linaje de lo sagrado es alguien con verdadero poder en el mundo de lo profano aunque ese poder no sean riquezas que estén a la vista.

EL ARMAZON DE CABALLERO

Y antes de la donación de los pollinos,  la investidura de caballero la sitúa Cervantes un viernes de los días de julio del que dice que era luna llena, y esa fecha solo pudo ser el viernes 24 de julio de ese 1592, porque de la Luna dice Cervantes que alumbraba la ceremonia del armazón de caballero cual si fuera el astro que se la prestaba (el Sol).

A finales de agosto de 1592, cuando Don Quijote “frisaba los 50 años”, el historiador Cervantes ya estaba a pique de los 45 años (pues había nacido en 1547) que iba a cumplir al mes siguiente, septiembre,  cumpleaños que casi seguro le pilló en la cárcel de Castro del Ríos (o Río) (Córdoba, muy probablemente su provincia natal, porque hay un documento judicial en el que dice ser “natural de Córdoba”) en esa cárcel de Castro del Río donde estaba preso por “deudas civiles” (no cuadraban las cuentas de los impuestos “alcábalas” recaudados por Cervantes para el Rey Felipe II, y eso quería decir encerrado hasta que avales) y en ese lugar carcelario se “concibió” la historia de Don Quijote, ya que hasta las cárceles, las tabernas, las ventas, los palacios, las casas de nobles y de las de mujeres del partido, plazas, mercados, llegó la famosa aventura del hidalgo manchego que había soltado en agosto de 1592 a una cadena de galeotes custodiados que iban a Sevilla por el camino real a cumplir sus condenas en el remo de las galeras (que era una pena durísima, o de difícil retorno, según cuenta un artículo de Gregorio Marañón). Y es que los galeotes, “no van de su grado”,  luego “aquí encaja la ejecución de mi oficio”. El derecho penal de Don Quijote exige que el penado acepte la condena, si no hay persuasión no puede haber punición. Un alto concepto de moralidad el de Don Quijote. Ya anunciaba el futuro remoto de la humanidad basado en la persuasión, no en la coacción,  y si no existe es que no habrá futuro de la humanidad y nuestro tiempo sería el «acabose» y «aquí fue Troya».

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«VALAME DIOS,  POR FIN ME HALLO ANTE EL MISMISIMO DON QUIJOTE»

Si Don Quijote merodeaba los 50 a esa fecha de 1592 y Cervantes los 45, cuando Cervantes publica el Quijote, en enero de 1605, Don Quijote debía de ser un hombre de 62 años no tan viejo para haber muerto de edad y Cervantes tenía 57; entonces ¿pudo localizar Cervantes al personaje de la historia que quiso contar y este, Don Quijote, le facilitó las “escrituras auténticas” que decía no tener para la segunda parte de la obra? ¿Buscó Cervantes también a Sancho Panza que según Avellaneda se afincó en Madrid ciudad que era la adoptiva de Cervantes?.

Mi hipótesis es que Cervantes buscó a Don Quijote y acabó dando con su paradero, que se había ido, como cuenta Avellaneda, a las tierras de sus pasados los Gutierre de Quijada en Valladolid, en tierra de Campos “Villagarcía” y posiblemente rehecho allí su vida como ermitaño, porque mucho cuenta Cervantes de la vida de los ermitaños en la segunda obra. Y hace a Don Quijote decir que se iba a dedicar a la vida ermitaña. Algo sabía que no quiso contar en todos sus detalles.

¿Y que pasó o pudo pasar en ese encuentro hipotético entre Miguel de Cervantes y el honrado hidalgo del señor Quijada que así había vuelto a llamarse en la tierra castellana vieja  de sus abolengos?

Que Don Quijote, que nunca dejó de ser un místico de la caballería andante, vio en la llegada de aquel escritor la llamada del cielo, la visita del “sabio encantador” que todos los caballeros andantes tienen por principio de cuentas, el “historiador” que iba a contar la historia que él ya tenía escrita en lengua árabe por un sabio musulmán toledano, que se la había escrito porque el propio Don Quijote se la contó tras su salida de la Casa del Nuncio o casa de locos donde el caballero Álvaro de Tarfe, que es personaje común al Avellaneda y al  Quijote cervantino, le dejó en la ciudad de Toledo primer escritorio donde se guardaron las hazañas de Don Quijote en lengua arabesca.  Lengua que Cervantes reconocía por haber estado 5 años en Argel viviendo de esclavo aunque nunca aprendió a leerla. Y ese manuscrito en árabe tuvo que ser traducido por cuenta de Cervantes, que recibió la condición de no poner el nombre del pueblo que tan mal le había tratado —a Don Quijote— ni tampoco el lugar de su paradero,  tras retornar desde Sierra Morena enjaulado bajo encantamiento, en un carro de barrotes de madera a la plaza del pueblo en el medio día de un domingo de agosto de 1592, que pudo ser, usando el calendario de aquella época, el 30 de agosto, porque el 22 se firmó el documento de los pollinos, y la venta duró no se sabe cuánto; pero echemos una o máximo dos noches, más seis días que llevó el viaje, ya estamos en el domingo 30 de agosto de 1592, fecha memorable del reingreso de Don Quijote en su aldea, la Argamasilla que iba encantado en la jaula de madera tirada por dos parsimoniosos bueyes. Y todo el gasto del transporte lo asumió su buen amigo el cura del pueblo, que luego contó a Cervantes lo que sabía de Don Quijote y como el hidalgo resentido por el mal trato se fue del pueblo sin dejar rastro de su paradero.

¿Y de Sancho que pasó?, cuenta Avellaneda que Sancho quedó afincado en Madrid con buen empleo de encargado de tierras de un potentado y que hasta prestó dineros a Don Quijote para granjearse este una caballería porque el bueno de Rocinante terminó haciendo servicios de transporte en la Casa del Nuncio de Toledo. ¿Logró Cervantes visitar a Sancho? Siendo Cervantes vecino de Madrid el más de su tiempo, digo que hasta Sancho tuvo que hartarse de las visitas del escritor que quería saber muchas cosas y como a Cervantes no le gustó mucho Sancho, ¿sabéis lo que hizo? Entremezcló su propia personalidad como hombre de letras con la sensatez y vulgaridades de un hombre pedestre y fruto de ello es el Sancho que habla como un letrado, el Sancho que es el pensamiento de Cervantes en hábito de agricultor. Cervantes se coló como escudero en la historia y era a la vez «cronista» y «protagonista» suplantando al bueno de Panza de modo que puede decirse que Cervantes hizo la alquimia de ser el escudero de Don Quijote.

¿Y todo esto tu como lo sabes?

Se lo pregunté al espíritu de Don Quijote. Pero han pasado 18 años desde que formulé la pregunta. Los espíritus viven en otro tiempo distinto sin paciencia es imposible comunicar.