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Libertad Digital llegó a la infamia de recomendar la proteína Spike

Redacción




Redacción.

Bajo la firma de la inefable marisabidilla, Yesica Sánchez , y bajo el título «Las graves infecciones por ADE y la toxicidad de la proteína S, los últimos bulos antivacunas», Libertad Digital publicó, el 3 de julio de 2021, una sarta de tonterías y estupideces, entre las que, además de la obsesión contra Fernando López Mirones, defendía que la proteína Spike era inocua, e incluso beneficiosa. He aquí el engendro, al que Losantos se ha referido, en su ignorancia proteica o interesada, en documentos judiciales señalando que la serie de artículos de la tosca manipuladora, Yesica Sánchez, estaban «documentadísimos»:

Los bulos relacionados con las vacunas contra la covid son múltiples y variados. Algunos muy fáciles de desmontar, como los que le atribuían superpoderes magnéticos a los que recibían el pinchazo. Otros demasiado peliculeros como para dedicar ni siquiera un segundo de nuestro tiempo a plantearnos su veracidad. Es el caso del que empezó a circular hace unos días por las redes sociales de Bolivia y aseguraba que estos fármacos convierten -literalmente- a sus receptores en hombres lobo que devoran a los humanos.

Los antivacunas, orquestados o no, siempre terminan volviendo a la carga. Y utilizan todo tipos de armas. Difunden teorías o datos totalmente inventados, pero también se sirven de medias verdades. Una táctica bastante más peligrosa porque confeccionan falsedades aparentemente verosímiles. Y suelen ser suficiente para conseguir su objetivo, aunque sea en una pequeña parte de la población: sembrar la duda.

A este grupo pertenecerían dos de los últimos bulos que los grupos contrarios a la vacunación contra la covid han difundido dentro y fuera de nuestras fronteras. Uno asegura que provocan ADE (amplificación de la infección dependiente de anticuerpos). Y el segundo hace referencia a la supuesta toxicidad de la proteína S (Spike), a pesar de que -según los expertos- no hay ninguna prueba de que así sea.

El LDhemos vuelto a consultar a dos de los mejores expertos en coronavirus de nuestro país:

Sobre el ADE, nos ha asesorado José Manuel Jiménez Guardeño, investigador en el Departamento de Enfermedades Infecciosas del King’s College de Londres, cuyas aportaciones han permitido el diseño de estrategias de protección frente a virus como el SARS-CoV-1, el SARS-CoV-2, el VIH o el de la gripe, mediante el desarrollo de vacunas y tratamientos antivirales. De hecho, hace tan sólo unos días se publicaba su último trabajo (preprint) en el que se detallan diferentes métodos para identificar nuevos tratamientos potenciales frente al coronavirus y se describe el efecto antiviral de la vitamina B12 frente al SARS-CoV-2 en cultivos celulares.

El análisis sobre la proteína Spike nos lo ha facilitado Alejandro Pascual, de la unidad de investigación del Hospital La Paz de Madrid, donde estudia la patología covid-19 en pacientes sépticos (gravedad severa de la infección) y su posible predicción, así como potenciales nuevos tratamientos, en el equipo de Eduardo López Collazo, que acaba de publicar un importante estudio en relación con las proteínas del Sars-Cov-2. En el grupo de investigación de Luis Enjuanes, trabajó en el desarrollo de candidatos a vacuna para coronavirus y realizó su tesis (sobre interacción molecular de coronavirus con el sistema inmunitario del hospedador y el desarrollo de una vacuna) que le valió el Premio SYVA 2021.

Bulo 1. Las vacunas provocan ADE.

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Un enfermero prepara una vacuna en el Hospital Enfermera Isabel Zendal de Madrid.

Qué es el ADE

«La potenciación de la infección dependiente de anticuerpos o ADE por sus siglas en inglés (antibody-dependent enhancement) es un fenómeno no deseado y bastante inusual que se produce cuando la presencia de anticuerpos, que se supone que tienen que combatir al virus, hacen justamente lo contrario, facilitan la infección y agravan la enfermedad», explica José Jiménez.

En circunstancias normales, cuando nuestro cuerpo produce anticuerpos frente a un agente infeccioso, éstos reconocen al virus (o la bacteria) y lo neutraliza. En consecuencia, se frena la infección y se evita la enfermedad. Sin embargo, con ADE, los anticuerpos -que producen nuestro organismo al detectar al agente infeccioso- «se unen pero no lo neutralizan». Incluso pueden llegar a actuar como un «caballo de Troya». Es decir, «ayudando al virus incluso a infectar células que normalmente no infectaría». Lo que provocaría formas más graves de la enfermedad.

Cuándo se produce y cómo se detecta

Se trata de un fenómeno extraño e inusual, que se produce en un pequeñísimo porcentaje de personas que han generado anticuerpos contra una enfermedad (ya sea a través de una infección natural o tras recibir una vacuna) y después se contagian del virus que la provoca.

La buena noticia, destaca el investigador del Kings College, es que «es relativamente fácil de identificar y que se está buscando muy activamente desde el comienzo de la pandemia». Se está mirando exhaustivamente, y no se ha encontrado nada.

«La presencia de ADE es algo que se puede identificar muy fácilmente y a distintos niveles», señala Jiménez. Se puede hacer -por ejemplo- a través de experimentos en cultivos celulares en el laboratorio. Sería «tan sencillo como infectar células en cultivos en presencia de suero de personas vacunadas o que han pasado la enfermedad y comparar la infección con la que obtenemos si usamos suero de personas que no tienen anticuerpos frente a SARS-CoV-2». Pero también se podría saber observando «qué ocurre en personas vacunadas o que han pasado la enfermedad». Si vemos -explica- que «se están infectando de forma mucho más grave, podríamos sospechar». Pero «afortunadamente este no es el caso«.

«Al contrario«, exclama Jiménez, «lo que estamos viendo con las vacunas autorizadas frente la COVID-19 es que las personas no desarrollan formas graves de la enfermedad y el número de fallecidos es mucho menor».

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El ADE y las vacunas anticovid

A pesar de las campañas de desinformación lanzadas por los antivacunas, «por el momento, no hay ningún indicio que indique que esté ocurriendo ADE con ninguna de las vacunas autorizadas», asevera el experto en coronavirus José Jiménez. El problema, indica el investigador, es que muchos de ellos «lo único que conocen sobre el ADE es su definición». Sin embargo, «no saben nada de lo que hay detrás, ni del gran esfuerzo que se está realizando para identificar el más mínimo indicio».

Según explica el Jiménez, «hay muchos grupos, en distintos países, que están mirando con lupa la posible presencia de ADE desde que empezó la pandemia y hasta el momento nadie ha encontrado nada». De haber algún caso, lo hubiéramos sabido. De hecho, si hay algo que ha caracterizado a esta crisis sanitaria es que se ha retransmitido en directo, casi minuto a minuto. «Hemos visto que cualquier posible efecto adverso de las distintas vacunas se ha reportado de forma inmediata y se estudia muy detenidamente, llegando incluso a paralizar la campaña de vacunación hasta esclarecer lo que estaba ocurriendo, tal como hemos visto con los casos raros de trombosis», ha recordado el virólogo.

El precedente que utilizan los antivacunas

«Un ejemplo de ADE causado por vacunas lo tenemos en un candidato a vacuna contra el virus respiratorio sincitial que ya fue retirado», indica Jiménez. «Se vio en los distintos ensayos que los niños vacunados desarrollaban formas más graves de la enfermedad que los no vacunados».

«También se ha descrito en algunos candidatos a vacuna frente a otros coronavirus«, reconoce. Pero, advierte, «se identificó durante la fase preclínica en modelos animales. Lo importante es que se detectó fácil y rápidamente, además de que la información que se ha obtenido de esos episodios «ha ayudado en el desarrollo de vacunas frente a la COVID-19. Por ejemplo, en la elección de la proteína S como antígeno».

Cuándo y por qué se da de forma natural

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El mosquito Aedes aegypti, transmisor de los virus del Zika, el dengue y la chikungunya.

Con el dengue, se puede dar ADE de forma natural. Existen cuatro serotipos, o variantes del virus con determinantes antigénicos diferentes, por lo que los anticuerpos los reconocen de forma distinta. Lo normal es que si una persona se infecta con un serotipo determinado desarrolle la enfermedad de forma leve y genere anticuerpos neutralizantes frente a ese serotipo. De manera que «si se infecta otra vez con el mismo serotipo no pasaría nada». El problema viene «cuando esa persona se infecta por segunda vez de Dengue y con un serotipo diferente«. Entonces, «esos anticuerpos se unirían al virus pero no serían neutralizantes, pudiendo facilitar la infección por un mecanismo de ADE, agravando la infección y causando -por ejemplo- lo que se conoce como fiebre hemorrágica«.

Esto también se ha visto con el Zika, pero nunca con el SARS-CoV-2. Por ese motivo, explica Jiménez, «aunque es cierto que el ADE es un peligro potencial (y muy raro) de cualquier vacuna», podemos afirmar que no hay relación entre este fenómeno y las vacunas contra la covid, o la infección de coronavirus.

«No se ha descrito ningún indicio (y lo han buscado mucho)», insiste. Ni rastro de ADE «en la fase preclínica, con modelos animales, en los ensayos clínicos, en las 3.000 millones de dosis administradas, ni con ninguna de las nuevas variantes identificadas».

Por lo tanto, destaca, «a estas alturas de la pandemia y teniendo en cuenta que los coronavirus no forman serotipos, como hace el virus del dengue, el riesgo real de desarrollar ADE es muy bajo«. Como dice Jiménez, «hay cosas más importantes y peligrosas de las que preocuparse… Por ejemplo, del virus».

Bulo 2. La proteína S que generan las vacunas de ARNm es tóxica.

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Recreación 3D de la proteína Spike del virus SARS-CoV-2.

Qué es y qué papel juega esta proteína

Según explica el investigador del Hospital La Paz Alejandro Pascual, «la proteína Spike (que no espiga, en todo caso sería espícula), es una proteína estructural de los coronavirus, que tiene la función de reconocer el receptor (hACE2) de las células a las que quiere infectar y unirse a él, para entrar en la célula e infectarla». Para ello, «se proteoliza (corta) en S1 y S2, dos fracciones».

Esta proteína es «una de las que mayor respuesta inmune produce». Y esto ocurre porque «está más expuesta al exterior del virus y tiene varias zonas, los epítopos, que son las responsables de esa estimulación». «Por eso es la elegida«, exclama el biólogo, tanto para desarrollar vacunas como para buscar tratamientos que estimulen el sistema inmune o funcionen como antivirales». De hecho, se viene trabajando con ella desde hace más de una década. «La conocemos muy bien», asevera Pascual.

Las vacunas de ARNm (o de adenovirus) básicamente lo que hacen es «transportar la información genética de la proteína S para que -una vez liberada mediante la inyección- entre en las células y se traduzca a proteína S, que será captada por el sistema inmunológico para estimular la respuesta y también desarrollar la memoria inmunitaria, que nos protegerá en una posible exposición futura al virus».

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Por qué no es tóxica

De momento, asegura el experto en coronavirus, «no existe ninguna prueba de que esta proteína sea tóxica en el contexto de la vacuna». De hecho, Alejandro Pascual enumera hasta tres motivos por los que podemos afirmar que no lo es:

1- Otros coronavirus humanos, de sobra conocidos y anteriores al Sars-Cov-2, utilizan la proteína S para infectarnos. Es el caso de los causantes de los resfriados (NL-63, 229-E). Y no se ha registrado ninguna toxicidad, ni si quiera en el Sars-Cov-1.

2- Los niveles de expresión de la proteína S que se administran con las vacunas son mucho más bajos en comparación con los niveles que se alcanzan cuando se produce la infección por el virus. Además, el ARNm es tremendamente lábil y se degrada rápidamente, por lo que –una vez que entra en la célula y produce esa proteína S en un sólo ciclo- se destruye. Es decir, que la cantidad de proteína S es tan pequeña que, asegura el investigador, aunque se descubriera que tiene un potencial de hacer daño, en esos niveles nunca podría producirlo.

3- La proteína S, en este caso sus dos partes (S1 y S2), no circulan libremente por el cuerpo, ya que son «atacadas» por el sistema inmune una vez que son traducidas. Y, por tanto, no pueden acumularse en ninguna parte, como aseguran los antivacunas.

El origen del bulo

Según explica Alejandro Pascual, esta creencia viene de un artículo basado en un preprint (no revisado) en el que se inyectaba proteínas S de un «pseudovirus» directamente en cuatro hamsters. Para empezar, «un número excesivamente bajo y sin los controles suficientes, ya que -al menos- se necesitaría el doble de hamsters de control». Podríamos decir que era un estudio «bastante pobre«, afirma el investigador. Pero es que además «la forma de introducción de la proteína -inyectándola directamente, sin expresarla- no tienen nada que ver con la que se usa en las vacunas contra la covid». De hecho, la proteína S «ni siquiera era la misma».

Aún así, explica, el estudio «tampoco determina un daño directo causado por la proteína S». Lo que observaron fue una «disminución de la vasodilatación». Un fenómeno que también detectaron en los animales de control, por lo que «la prueba no tiene ninguna correlación» y «no induce a ningún tipo de conclusión«.

En cualquier caso, el trabajo finalizaba reconociendo que «cualquier daño que se pudiera producir por la proteína S es, efectivamente, prevenido por las vacunas COVID-19, ya que estimulan anticuerpos frente a esta misma proteína».

En definitiva, no hay ninguna base científica que permita afirmar que la proteína S sea tóxica o cause algún daño al organismo. Sin embargo, algunas personas se agarran a las declaraciones, en relación con este estudio, de Robert W. Malone (uno de los desarrolladores de la tecnología de las vacunas de ARNm) quien señala que la proteína es S es «citotóxica», aunque no menciona expresamente que se refiera a la de la vacuna.

De cualquier forma, se trataría de una opinión poco fundamentada, teniendo en cuenta que se trata de una persona que «no ha trabajado nunca con coronavirus ni ha tenido nada que ver en el desarrollo de las vacunas contra la covid», destaca Pascual. Lo que piense al respecto sería totalmente irrelevante, en contraposición con las consideraciones o análisis que puedan realizar investigadores de dilatada experiencia en este campo.

Sin embargo, los antivacunas son expertos en lo de aprovechar para su causa el nombre de alguien que ha logrado algo importante en un momento determinado de su carrera pero que realidad no tiene mucho que aportar a esta cuestión, como ya hicieran con el virólogo francés Luc Montagnier.

Garantías y ensayos de las vacunas

A pesar de lo expuesto, es posible que muchos aún se pregunten ¿Qué garantías tenemos de que la proteína S no es nociva para el organismo? La respuesta es sencilla: el hecho en sí de que las vacunas se hayan comercializado. Es decir, que han sido probadas y han pasado todas las fases de los ensayos clínicos en humanos, y los preclínicos en animales.

Como explica Alejandro Pascual, con más de una década de experiencia en coronavirus y el desarrollo de candidatos a vacuna, «en las primeras fases de los ensayos clínicos se utilizan distintas dosis y se establece un rango en el que no haya daño y sea eficaz de forma preliminar». De manera que, una vez han pasado el filtro de las Fases 1 y 2, «podemos tener la seguridad de que los niveles de proteína S producidos por las vacunas son totalmente seguros«.

No obstante, los antivacunas continuarán lanzando bulos para generar desconfianza sobre los fármacos contra la covid, como los que ya desmontamos en un reportaje anterior y que -si les sigue quedando alguna duda al respecto de las vacunas- pueden consultar en este enlace.