Enrique de Diego.
Mi tierra, la noble Castilla, parece sumida en el letargo, adolece de un sopor que hubiera enervado a Juan Bravo, y a esa Segovia industrial y levantisca, pronta a la algarada. En la quietud mesetaria, entre tierra de pinares y de trigales en sembrado de pan llevar, en la Castilla rural, ahora llamada vaciada, y en las grandes ciudades, Valladolid, Burgos, León y Salamanca, parece que hay poco que cortar. Van a desaparecer del mapa Ciudadanos y Podemos, que nunca ha entendido el campo, ni la caza, ni ese paisaje tan bien descrito por Miguel Delibes, y Alberto Garzón ha ayudado a que no coman los comunistas un colín.
Aquí el PSOE no tiene nada que rascar y bajará. Pedro Sánchez aquí no se le traga ni se le entiende, con esa coalición anti natura con filo terroristas y separatistas de toda laña, cediéndolo todo y hundiendo España. La batalla electoral del 13 de febrero se da entre el PP del globalista Mañueco y Vox, que esta tierra ha sesteado también. Mañueco trata de repetir la jugada de Madrid con Isabel Díaz Ayuso y araña la mayoría absoluta y Vox pasará de 1 procurador a una horquilla de 9 ó 10. Y todos tan contentos, porque Vox es una oficina de colocación como los demás partidos.
Pero ocurre que Mañueco es un mediocre y el principal peligro con Castilla, que se ha atrevido a presentar unos Presupuestos demenciales con el anagrama de la agenda 2030 y para esa agenda satánica que a los supervivientes nos convertirá en esclavos. Así que Mañueco es un tarambainas que debe sacar los peores resultados posibles. No hay que abstenerse en las elecciones del 13 de febrero. Hay que votar a Vox. Desde ese punto de partida, que me comentan varias de las clases medias urbanas, que da la encuesta de GAD3, la menos mala de las empresas de opinión, hay que revertir esos resultados, para mostrar la fuerza de los purasangres. En Valladolid han celebrado una manifestación heroica, que ha abierto brecha. Y es en esas grandes circunscripciones donde se puede dar el vuelco, para batir al candidato de satán y de Pablo Casado, el «asintomático».
Mañueco ha querido emular y aún superar a Alberto Núñez Feijoó y ha sido un ultra vacunazi. Lo debe pagar en las urnas. Es nuestra oportunidad para ello.