Enrique de Diego.
El 18 de junio de 1965, se hi público el Segundo Mensaje de la Virgen, Madre de Dios y Madre Nuestra, en San Sebastián de Garabandal en el que se dice: «los sacerdotes, obispos y cardenales van muchos por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas. A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia».
He reflejado en mi libro «Bergoglio, el cojón del Anticristo» el hecho de que San Miguel, porque a la Virgen le daba pena, tuviera que repetírselo dos veces a Conchita y la fuerte, numantina, resistencia de las familias a que se hiciera público. Desde luego, en 1965, no había comenzado la tormenta de descristianización y secularismo, que promovida por clérigos mundanizados iba a arrasar la herencia cristiana, tal y como la estamos viviendo.
La riada que ha colmado el vaso ha sido el apoyo firme y férreo al genocidio en marcha por parte de Jorge Bergoglio calificando la inyección del veneno de muerte como «acto de amor». Siguiendo en la misma estela el cardenal de Chicago, Blase Cupich ha dicho que «la vacunación masiva es un imperativo moral». Este cardenal se aleja habitualmente de las verdades de la fe. Es uno de los muchos cardenales que van por el camino de la perdición y llevan a muchas almas detrás.
Pero, atentos, al cardenal Castillo negando la Redención por Nuestro Señor Jesucristo en el Santo Sacrifico de la Cruz. En la homilía que predicó en el IV Domingo de Adviento, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, «…Y Jesús no muere haciendo un sacrificio de un holocausto. Jesús muere como un laico asesinado, que él decide no responder con venganza y que acepta la cruz para darnos signo de vida. Y muere como un laico que da esperanza a la humanidad. Muere como un ser humano como todos ustedes que están aquí presentes».
Menos mal que la Virgen nos avisó. Como en Akita, Japón, a la monja Agnes Katsuko Sasagawa, el 13 de octubre de 1.973: «La obra del demonio infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que se verán cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me veneran serán despreciados y encontrarán oposición de sus compañeros…, iglesias y altares saqueados; la Iglesia estará llena de aquellos que aceptan componendas».
La diócesis de Quebec, cuyo titular es el arzobispo Gerald Cyprien Lacroix, ha decido anular todas las Misas está Navidad para ¡colaborar en erradicar la pandemia!
Bergoglio ha iniciado una contumaz cruzada contra la Misa de San Pío V, secundado por el Prefecto de la Comisión, Cardenal Arthur Roche. No hay, a lo que se ve, otro problema en la Iglesia y en el mundo que acabar con la Misa tradicional y con el legado de Benedicto XVI que la bendijo, considerando que la recuperación del cristiansmo dependía de la restauración del esplendor de la Liturgia.
Una cuestión que abre profundas heridas en los Seminarios que dan vocaciones en Francia. El Cardenal Sarah, de Guinea Conakry, anterior en el cargo al demoledor Roche, se dirige a esos seminaristas en estos términos: «Quiero decirles: no miren a los hombres. Miren a Jesucristo. Él es quien te ha llamado. Es Dios quien ha puesto su llamada en tu corazón. Tu maestro es Jesucristo, no un hombre. Es Jesús quien te ha dicho: «Ven y sígueme». Es su voz la que debes escuchar, es su rostro el que debes descubrir, la relación con él la que debes crear, darle forma. Esta amistad no se comunica, la construyen dos personas. También debemos seguir las enseñanzas de la Iglesia. Siempre ha enseñado lo mismo. Es Dios quien te ha llamado. Intenta conocerlo». Y se pregunta, ante la paranoia vaticana: «¿Qué perjuicio provoca la misa tradicional? ¿Qué daño?».
Ante la tiranía de Bergoglio -ha impuesto el pasaporte covid en el Vaticano- he salido al paso con mi «Bergoglio, el cojón del Anticristo». Antes de con Bergoglio hay que estar en comunión con Cristo. Yo no soy de Apolo, no soy de Pablo, soy de Cristo. Se cumple plenamente la profecía de San Sebastián de Garabandal. Se dan las condiciones, los signos para la Segunda Venida de Cristo, en Majestad y Gloria. ¡Ven, Señor, no tardes!