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El gran espectáculo del Cielo en San Sebastián de Garabandal

Redacción




Enrique de Diego.

El verano de 1961 todo transcurría con normalidad en San Sebastián de Garabandal, un pueblo al que se accede por un camino empinado y pedregoso de 8 km desde Cosío. Un pueblo casi aislado, en un valle de los Picos de Europa, en donde la vida transcurre con sencillez, con calles pedregosas, laderas pronunciadas de hierba, huertas de naranjo y muchos niños que alegran el transcurrir de los días del villorrio. Allí, en la quietud de la aldea de Cantabria, va a tener el gran espectáculo del Cielo, que en un mundo sobre el que se ciernen las tinieblas más sombrías, lo ilumina refulgente.

Las videntes de Garabandal.

El 18 de junio de 1961, se aparece el Ángel a las cuatro niñas. El Ángel no se da conocer, más tarde sabrán que se trata del Arcángel San Miguel. Dada la importancia grandiosa de los Mensajes que se van a dar, el Cielo echa mano del Príncipe de la Milicia Celestial. El Ángel viene, como mensajero, para prepararlas para la visita de la Madre de Dios y Madre nuestra, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. Así se lo comunica el 1 de julio de 1961, «Vengo a anunciaros la visita de la Virgen, bajo la advocación de la Virgen del Carmen, que se os aparecerá mañana domingo». El éxtasis de la conversación dura una hora con el Ser de Luz, que a la consigna de «¿quién cómo Dios?», mandó las huestes celestiales en aquella batalla tremenda que echó a satanás y los demonios a las tinieblas infernales.

Imagen de San Miguel, en Garabandal.

Si impresionante es la visión de San Miguel, lo que va a suceder el domingo 2 de julio de 1961, lo es más. La Aparición va a tener lugar por la tarde. Se abre el Cielo en todo su esplendor: la Virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra, con toda su hermosura, escoltada por San Miguel y San Gabriel. E iluminando la escena con fulgor indescriptible el Ojo de Dios, observándolo todo. Luz que rasga las tinieblas, alejándolas.

«Nos fuimos para la Calleja, a rezar el Rosario; y sin llegar allí se nos apareció la Virgen con un Ángel a cada lado. Uno era San Miguel; el otro, no sabemos. Venía vestido igual que San Miguel: parecían mellizos». Lo sabrán más tarde. Es San Gabriel. El Cielo en la tierra bendecida desde ese momento de San Sebastián de Garabandal. ¡Qué grandioso momento! ¡Qué inmensidad! ¡Coloquio íntimo y sencillo ante el Ojo de Dios!

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Explica Conchita: «Ese día hablamos con la Virgen mucho, y Ella con nosotras: le decíamos TODO…y Ella se reía porque le decíamos tantas cosas…Era como una madre, a la que hace mucho que no la ve su hija, que ésta le cuenta todo. ¡Y mucho más nosotras que no la habíamos visto nunca, y que era nuestra Madre del Cielo!». La Virgen les revela un Mensaje «para que vosotras el 18 de octubre se lo digáis al público».

Conchita contó en octubre de 1.966 algunos detalles a la Madre María Nieves García, directora en Burgos del colegio a donde se traslado ese año: «Hablábamos con Ella de todo, hasta de nuestras vacas…Se reía mucho. También jugábamos. ¡Qué felices éramos entonces! No sufríamos nada, aunque alguien se metiera con nosotros…Parecía como de 17 años!».

En su Diario describe como era María: «La Virgen viene con el vestido blanco; el manto, azul; una corona de estrellucas doradas; no se le ven los pies; las manos (brazos), estiradas, y el escapulario en la derecha: el escapulario es marrón; el pelo, largo, color castaño oscuro, ondulado, raya en el medio; la cara, alargada; la nariz, también alargada, fina; la boca, muy bonita, con labios un poquito gordos; el color de la cara, trigueño, más claro que el del Ángel, diferente; la voz, muy bonita…, una voz muy rara, no sé explicarla: ¡no hay ninguna mujer que se le parezca a la Virgen, ni en la voz, ni en nada!; algunas veces trae al Niño en brazos, muy chiquitín, como un nene recién nacido, una carita redonda (de color, como la Virgen), una boquina pequeña, y pelín un poco largo…; el vestido, como una túnica azul».

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Todo ese despliegue del Cielo, ese hermosísimo espectáculo, esa grandiosidad de lo divino, ese infinito amor para con sus hijas y con todos sus hijos, está puesto al servicio del plan salvador para la última batalla, para Armagedón. El 18 de octubre de 1961 hacen público el primer mensaje: «Hay que hacer muchos sacrificios, muchas penitencia, visitar al Santísimo, pero antes tenemos que ser muy buenos y si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa y si no cambiamos nos vendrá un castigo muy grande».

El 18 de junio de 1965. Este conviene hacer algunas precisiones clarificadoras. Lo da San Miguel, porque a la Virgen le da pena. Tiene que repetírselo dos veces a Conchita porque a ella le da vergüenza. Y las familias no están dispuestas a hacerlo público «por todo el oro del mundo». Dice así:

«Como no se ha cumplido y no se ha hecho conocer al mundo mi Mensaje del 18 de octubre, os diré que este es el último. Antes la copa se estaba llenando, ahora está rebosando. Los sacerdotes, obispos y cardenales  van muchos por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas. A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia. Debemos evitar la ira de Dios sobre nosotros con nuestros esfuerzos. Si le pedís perdón con vuestras almas sinceras Él os perdonará. Yo, vuestra Madre, por intercesión del Ángel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis. Ya estáis en los últimos avisos. Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación. Pedidnos sinceramente y Nosotros os lo daremos. Debéis sacrificaros más, Pensad en la Pasión de Jesús».

Aún la Virgen, porque puede, es Madre de Dios, porque quiere, es Madre Nuestra, se aparecerá a siete jóvenes en Kibeho, Ruanda, y en Medjugorje, Herzegovina, las «últimas Apariciones». Vendrá el Aviso, el Milagro y si no hay arrepentimiento el Castigo, como no se ha visto igual desde los tiempos de Noé.