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Madre de Dios y Madre nuestra

Redacción




Enrique de Diego.

Javier Paredes, estudioso de las Apariciones de la Virgen, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares, da una interpretación histórica a las Visitas de Nuestra Madre. A lo largo de la historia siempre se ha aparecido, piénsese en Juan Diego con la Virgen de Guadalupe, a sus hijos más amados con mandas concretas. En los siglos XIX y XX esas apariciones se multiplican ante el riesgo de que la Iglesia se construya sobre el pecado del Espíritu Santo, el único que no se perdona, modificado sus fines como una especie de ong o con un vago humanitarismo. La Virgen viene a avisarnos porque quiere nuestra salvación. El vidente, en ese sentido, es un mensajero para toda la Humanidad.  Eso está muy claro en la última aparición en Los Pinos, con el Niño Jesús, el 13 de noviembre de 1965, a Conchita, cuando ésta le trata de agradecer todas las gracias recibidas, Ella le responde: «Conchita, no vengo solo por ti, sino que vengo por todos mis hijos, con el deseo de acercarlos a Nuestros Corazones».

La Virgen siente predilección por aparecerse con su Hijo e Hijo de Dios cuando es Niño. Así sucede también en Medjugorje cuando el Niño juega al escondite, tras el velo de su Madre, con los siete videntes croatas, de ese pueblo de la Herzegovina. El sentido parece claro: Ella es Madre de Dios y en cuanto tal puede salvarnos y al tiempo es Madre nuestra y lo quiere. En la tierra santa de los Pinos de San Sebastián de Garabandal le dice a Conchita: «Dime, Conchita, dime cosas de mis hijos, a todos los tengo mi manto». Y Concita al final señala que ha pasado «ese feliz rato con mi Mamá del Cielo y mi amiga y con el Niño Jesús».

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Para todos cuantos se sienten desorientados o en búsqueda en estos tiempos relativistas y diabólicos de oscuridad, he escrito mi libro «Bergoglio, el cojón del Anticristo». Quienes pretenden elaborar o aferrarse a teorías esotéricas o navegar como náufragos en realidades distópicas, pueden y deben acercarse a las Apariciones de la Virgen para encontrar soluciones, remedios y alimentar su alma. En Amsterdam, con Ida Peerdeman, cuando, décadas antes, contemplamos la visión del coronavirus o escuchamos a la Virgen decir que «esta es una batalla espiritual que se pelea en todo el mundo. Es mucho peor que cualquier guerra en el presente, ya que socava la Humanidad», Y cómo no ver con dolor la masacre de niños que se perpetra ante nosotros con la inyección del veneno de muerte en estas palabras de la Virgen: «El enemigo de Nuestro Señor Jesucristo ha trabajado lenta pero eficazmente. Sus soldados están en guardia. Su trabajo está casi terminado. Naciones cuídense: el espíritu de falsedad de mentira y engaño  está arrastrando a muchos. La Iglesia será aún más socavada. Una gran responsabilidad pesa sobre la gente de estos tiempos. Educadores y padres de familia, cuiden de los jóvenes».

O sumergirse en las Apariciones de Akita, en Japón, a la monja japonesa Agnes Katsuko Sasagawa, cuando dice que «la Iglesia estará llena de aquellos que aceptan componendas», porque siendo la Iglesia la sal del mundo, esa batalla espiritual se da en la Iglesia porque, San Sebastián de Garabandal, cuando llegue el Aviso habrá «una gran tribulación que hará difícil practicar la religión». O en Kibeho, Ruanda, escuchar a Alphonsine Mumureke que «el regreso de Jesús está muy cercano».

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Hay que conocer esos Mensajes y vivirlos. Por ejemplo, el de San Sebastián de Garabandal de que «a la Eucaristía se le da cada vez menos importancia» para hacer frecuentes visitas al Santísimo, en expiación de las ofensas a Jesús Sacramentado y hacerle compañía. La última batalla en la que estamos, Armagedón, se lucha en nuestro espíritu y conviene que acudamos bien pertrechados con la Virgen, Madre de Dios y Madre Nuestra.