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El paisaje de la Verdad en San Sebastián de Garabandal

Redacción




Publicamos a continuación un capítulo del libro «Bergoglio, el cojón del Anticristo», de Enrique de Diego, que está a la venta en la plataforma lulu.com:

En este mundo relativista, en el que nos hemos enfangado, en el que parece imposible distinguir la verdad y la mentira, con lo que la mentira domina el mundo, como decía el maestro Jean François Revel, el paisaje de San Sebastián de Garabandal es una sinfonía de Verdad, es la Verdad en estado puro, en su cándida inocencia.

Primero, el pueblo con la belleza de un rincón de los Picos de Europa, en la sierra de Peña Sagra, a orillas del río Vendul. Santiago Lanús, enamorado de la Virgen y de Garabandal, lo describe así, en su libro “Garabandal, ¡Llegó la hora!”: “Esos días me sentía como en el paraíso y además Garabandal tiene un especial encanto geográfico natural que por sí solo también ayuda al recogimiento y a quererlo”. Empinadas laderas donde crece la hierba que se recoge para el ganado, calles pedregosas, huertas de manzanos, casas dignas de piedra. El brigada de la Guardia Civil, Juan Álvarez Seco se vuelve poeta al llegar al pueblo: “Durante mi acceso a la pequeña localidad pude apreciar un paisaje maravilloso, que me hizo recordar los ‘Belenes’. Ya en el pueblo, observé como corrían por las calles el agua, las gallinas, las cochinillas…sin que faltaran ovejas, cabras y vacas con su tintineantes esquilas y cencerros”.

Un pueblo de enraizadas costumbres cristianas                 

Un pueblo de enraizadas costumbres cristianas. A las doce el Ángelus. Reseña el Brigada: “Por la tarde rezan el Santo Rosario dirigido por el cura párroco y en su ausencia por la Maestra o por la viuda Máximina. Al entrar la noche, la mujer de Simón y madre de la vidente Jacinta sale por el pueblo con un farol y una campanilla” para que todos recuerden que sus últimas oraciones deben ir por las Benditas Ánimas del Purgatorio. La Maestra tiene una anécdota que quiero encomiar: tras la primera aparición del “Ángel”, 18 de junio de 1961, las niñas se refugian en la parte de atrás de la Iglesia, cuando avisada aparece la Maestra y tras preguntarlas si es verdad, y responder afirmativamente, les dice ‘vamos a rezar una estación a Jesús Sacramentado en acción de gracias”. ¡Olé! ¿Cuántas docentes reaccionarían hoy con esa visión sobrenatural? No respondan. Pasemos página.

Luego, destacando en este paisaje de Verdad, de la Verdad de Garabandal, cuatro niñas, Conchita, Mari Loli, Jacinta, de 12 años, y Mari Cruz, que tiene 11. Santiago Lanús las define como “niñas normales: simpáticas, juguetonas, muy trabajadoras, de costumbres sanas; son niñas muy niñas, de mirada limpia e inocente”. Los médicos que las escudriñaron llegaron a la conclusión que eran niñas perfectamente normales y equilibradas, sin ansias de espectacularidad. Las niñas no desatendieron sus obligaciones en la escuela ni en su casa. Don Valentín Marichalar Sánchez, el cura, resume “eran igual que las otras niñas”, no se diferenciaban porque “todas las niñas del pueblo eran muy buenas”. Todas con sólida formación cristiana: dos horas semanales de buen Catecismo a cargo del sacerdote.

A Conchita, ya adolescente, la pinta la Madre María Nieves García, directora del Colegio de Burgos de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, “como una mujer de gran personalidad, sin protagonismos, delicada, caritativa, humilde, buscando siempre el cumplir la voluntad de Dios, obediente a la Iglesia”.

La Virgen eligió a esas cuatro niñas por sus buenas razones. La gracia de Dios es gratuita. El 2 de julio de 1961, hay todo un despliegue del Cielo: Nuestra Madre, escoltada por dos arcángeles, que parecían mellizos, San Miguel y San Gabriel, y un Ojo muy resplandeciente que iluminaba la escena. El Ojo de Dios.

“Ese día hablamos con la Virgen mucho, y Ella con nosotras: le decíamos TODO…y Ella se reía porque le decíamos tantas cosas…Era como una madre, a la que hace mucho que no la ve su hija, que esta le cuenta todo. ¡Y mucho más nosotras, que no la habíamos visto nunca, y que era nuestra Madre del cielo!”. Prosigue Conchita: “Hablábamos con Ella de todo, hasta de nuestras vacas…Se reía mucho. También jugábamos. ¡Qué felices éramos entonces!”. En una ocasión, lo cuenta Juan Álvarez Seco, el brigada, se les aparece con el Niño Jesús y le piden que se lo dejaran, la Virgen les dice: ‘no, que lo vais a caer’. Jacinta: ‘no, no lo caeré’. La Virgen cede y Jacinta tiene entre sus brazos al Hijo de Dios.

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Familiaridad entrañable, ternura que enamora, ansias de estar con la Madre, el tiempo se detiene, una hora parece un minuto en estos coloquios tan entrañables. Las niñas exclaman: “No te vaigas, ¡eh! ¿Por qué te vas tan luego? No has estado más que un minutín…¡Ah! ¿Tanto tiempo?…Yo creía que sólo un minutín”.

La Virgen no pierde el tiempo y las educa en el camino de la santidad. Dice Santiago Lanús que “les enseñó a tener horror al pecado, ayudándoles a formar su conciencia. Las niñas afirmarán que después de ver a la Virgen tenían más ganas de amar a Jesús y María y de hablar a todos del Señor y de su Madre Santísima”.

Brigada de la Guardia Civil: “Yo he rezado el Rosario con las videntes y con la Virgen”

Vamos a detenernos en el testimonio clave de la Verdad de Garabandal del Brigada de la Guardia Civil, Juan Álvarez Seco, en cuya demarcación sucedieron todos esos hechos extraordinarios y todo ese desbordamiento de la gracia. “He presenciado muchas apariciones y he sido testigo de los éxtasis”. Incluso el 12 de octubre de 1961, las niñas le transmiten de parte de la Virgen su felicitación por ser el día de su Patrona. El 17 de octubre del mismo año reseña que subieron a sus órdenes “catorce parejas” (de la Guardia Civil, por supuesto, no de esa banalidad de la pareja, tal y como hoy se entiende), para proteger a las niñas y mantener el orden. “Yo he rezado el Santo Rosario con las videntes y con la Virgen”. Una vez que le persignan y le dan a besar el crucifijo, le quitan con total delicadeza las gafas y luego se las ponen, “mientras viva, creo que cada vez que me persigne, lo recordaré”. Reseña como visitó San Sebastián de Garabandal y se imbuyó de aquel paisaje de la Verdad el P. Jesús Silva, fundador de la Ciudad de los Muchachos de Orense, quien enseñó a las niñas a hacer la Hora Santa. “Nos dijo el Padre Silva que lo de Garabandal todo era verdad”. En otra ocasión, sucede la visita de Mercedes Salisachs, la escritora catalana, y el Brigada se esfuerza en ser amable ante la celebridad y que pueda asistir a un éxtasis. Cuando oye a una de las niñas decir, en presencia de la Virgen y transmitiendo sus palabras, que “ah, que el hijo de Mercedes está en el cielo”, la escritora se derrumba por la impresión. “Mercedes hubiera caído al suelo como un árbol que cae cuando se le da el último corte, a no ser por nuestra intervención”. A quien tuvo que proteger la Guardia Civil fue a los miembros de la chapucera e indigna e indignante Comisión Investigadora del episcopado, “por su conducta, el mal acierto de su actuación”.

“Son tantas las maravillas y lo religioso con que se desarrollaron las apariciones”, que causó una fuerte impronta y un terremoto de gracias en el Brigada: “hice Cursillos de Cristiandad y soy miembro de la Adoración Nocturna, porque cada día me creo haber hecho poco. No creo que el diablo me arrebate la paz que hoy tengo y que antes me faltaba. Quiero manifestar a todos los cristianos de buena fe que lo más importante de todo ello es que tengan muy en cuenta de cumplir el Mensaje del 18 de junio de 1965. El demonio está desatado, pero estamos en la era de María. Su Corazón Inmaculado triunfará, y nosotros con Ella, si estamos en ese Corazón”.

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Padre Luis María Andreu, el “quinto vidente” 

Ese paisaje de Verdad inundó los corazones de quienes vivieron las apariciones. Del Padre Luis María Andreu, sacerdote jesuita, considerado el quinto vidente de Garabandal. El Padre Luis, el 8 de agosto de 1961, que había estado observando a las niñas con mucha atención se sintió repentinamente invadido de una honda emoción y dijo cuatro veces y con la voz muy alta:

  • ¡Milagro, milagro, milagro, milagro!

Gotas de sudor caían por su frente. La Virgen le miraba y le dijo: Muy pronto estarás conmigo. Las niñas: “y la Virgen nos dijo que también le veía a Ella y que veía el Milagro”, con referencia al Milagro que ocurrirá tras el Aviso. Cuando bajó al pueblo le dijo al párroco: “Lo que dicen las niñas es verdad”. Esa misma noche, durante el viaje de vuelta comentó: “Para mí ya no hay duda de que lo que dicen las niñas es verdad, qué gracia más grande me ha dado la Virgen, qué Madre más buena tenemos en el Cielo, hoy es el día más feliz de mi vida”. Murió poco después, en el auto en que viajaba, de pura felicidad.

Un sacerdote como Dios manda: Don Valentín Marichalar Sánchez

“Puedo decir con absoluta certeza que es sobrenatural. Para mí las apariciones son verdad”, quien así habla con autoridad y pisando firme en el paisaje de la Verdad de Garabandal es su cura párroco, Don Valentín Marichalar Sánchez, y en él quiero rendir homenaje a la legión de sacerdotes piadosos que, a través de los siglos, han transmitido la fe cristiana. Es la auténtica voz de la Iglesia bendiciendo las apariciones frente a las diferentes chapuzas de la diócesis de Santander, que hicieron perder a la Humanidad una oportunidad de enmendarse. “Pintaba yo menos que un cero a la izquierda”, para el obispo y sus secuaces, porque, lamentablemente, “nada se hizo bien”.

Este buen sacerdote de un pueblo perdido de Cantabria, como tantos curas que han iluminado con su fe y su devoción a la Eucaristía, que han administrado el tesoro de los Sacramentos, hubo un día, que sobrepasado, pidió una señal bien concreta: que si todo era verdad, fueran las niñas a despertarle, y le dieran a besar el Crucifijo. Y así ocurrió.

Conchita Martínez.

 

Luego está esa parte del Mensaje de que “muchos sacerdotes, muchos obispos y muchos cardenales van por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas almas” que, para Don Valentín Marichalar, “con todo el respeto que las niñas tenían por los sacerdotes era imposible que ellos lo pensasen. En otras palabras, ellas no creían que un sacerdote podía pecar”, de hecho “en esas fechas ni siquiera yo sabía que todo ello era así”. De hecho, cuenta Conchita en su Diario que “cuando el Ángel me decía esto a mí me daba mucha vergüenza, y el Ángel me lo repitió por segunda vez: ‘Sí, Conchita, muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas almas”.

Así que, Aviso y Milagro, “los espero –dice Don Valentín Marichalar- porque estas cosas deben tener un final adecuado, esto es, la Virgen no deja las cosas en el aire. Ella ha de terminar lo que empezó. El Mensaje debe darse a conocer por todo el mundo. Por supuesto lo más importante es cumplirlo. No ganamos nada dando a conocer el Mensaje si no lo cumplimos”.