Enrique de Diego.
Cuando vemos a multitudes ser engañados por sus miedos o por temor a perder su trabajo, en todo el planeta, ir a timo vacunarse, a ser inyectados con la proteína Spike, para ser sacrificados, esterilizados y muertos. Cuando los dirigentes de todo el planeta, los medios de comunicación mienten, ocultan y persiguen con total desprecio a la población desinformada llevada al matadero. Cuando los servicios de salud, médicos y enfermeras, son los encargados de poner la inyección letal. Cuando observamos la obsesión paranoica, propia de psicópata satánicos, en esterilizar y matar a los niños, llevados sin resistencia alguna por sus padres, es obvio que algo muy grave, muy luciferino, está pasando en la Humanidad, al mundo, a la especie humana; que los signos de los tiempos, cuando la gente se pone la señal de la bestia, sin la que «no se puede comprar ni vender», son apocalípticos.
Cuando se nos anuncia el nuevo orden mundial en donde el hombre será un tercio de hombre y dos de máquina, el transhumanismo; que el orden natural será abolido; cuando se nos dice que «no tendrás nada y serás feliz», en un remedo comunista de la esclavitud global; cuando, al tiempo, se desprecia la Eucaristía, en la banalización litúrgica y se entierra el legado de Benedicto XVI con la prohibición de la Misa de San Pío V, conviene ser humildes, orar fervientemente, no dejar a Jesús Oculto solo -con tantas Iglesias cerradas- y retornar cuanto antes, aunque sea con la imaginación, con el corazón, a San Cristóbal de Garabandal. Está de rabiosa actualidad.
Allí, en los años 1961-1965, cuatro niñas de 11 y 12 años, Conchita, Loli, Jacinta y Mari Cruz, tuvieron una relación especial y afectuosa con la Virgen María y con el Arcángel San Miguel. Y recibieron dos mensajes. El primero se produjo el 18 de octubre de 1961 y decía: “Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia, visitar al Santísimo, pero antes tenemos que ser muy buenos. Y si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa y si no cambiamos nos vendrá un castigo muy grande”.
El segundo decía lo siguiente: “Como no se ha cumplido y no se ha dado mucho a conocer mi mensaje del 18 de octubre de 1961, os diré que este es el último. Antes, la copa se estaba llenando, ahora, está rebosando. Muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición, y con ellos llevan a muchas más almas. A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia. Debéis evitar la ira del buen Dios sobre vosotros con vuestros esfuerzos. Si le pedís perdón con alma sincera, Él os perdonará. Yo, vuestra Madre, por intercesión del Ángel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis. ¡Ya estáis en los últimos avisos! Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación. Pedidnos sinceramente y nosotros os lo daremos. Debéis sacrificaros más. Pensad en la Pasión de Jesús”.
Las apariciones han contado con la hostilidad de la jerarquía, específicamente de la diócesis de Santander. ¿Cómo podía ser si no cuando aquellas jovencucas se hacían transmisoras de que «muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de perdición, y con ellos llevan muchas almas»? ¡La que se montó entre los sacerdotes santanderinos! Y, sin embargo, hoy nos suena a escándalo sabido y experimentado, obispos y cardenales sembrando la confusión, cuando no abiertamente la herejía modernsta. Y ese «a la Eucaristía cada vez se le da menos importancia» no ha hecho más que empeorar hastaa reflejar una realidad harto penosa: templos cerrados y vacíos, gente comulgando en pecado mortal prácticamente desaparecido el Sacramento de la Penitencia, banalización de la Liturgia, convertida la Santa Misa en poco más que una asamblea, con el público asistente de edad provecta, sin compostura, abandonado el Señor, en su gran entrega de Amor, durante la semana, sin visitas a Jesús Sacramentado.
Late la idea en Garabandal de que hay pocos Papas para el «fin de los tiempos», que ha de ser el reinado de Cristo, como las apariciones en Kibehu, Ruanda (1981-1989), que anunció con imágenes terribles el genocidio de los tutsis, en el que la vidente Alphosine resume el mensaje de la Virgen: «El mundo está llegando a su fin. El regreso de Jesús está muy cercano… La Reina de los Ángeles viene a aconsejarnos que nos preparemos para la venida de su Hijo. Tenemos que sufrir con Jesús, rezar y ser apóstoles para prepararnos para su venida». Ven, Señor, no tardes.
Las apariciones de San Cristóbal de Garabandal están autentificadas ni más ni menos que por San Pío de la Pietrelcina, que en una carta, en marzo de 1962, escribe a las videntes que la Virgen les ha hablado de ellas, de las «benditas niñas de San Cristóbal de Garabandal». También Santa Teresa de Calcuta tenía gran devoción y era amiga de Conchita.
Habrá a) un Aviso, entendible por todos, en el que cada verá sus pecados como Dios los ve; b) un Milagro, para los réprobos de corazón; c) si no se atiende, si se persiste en las conductas malvadas y equivocadas, vendrá un castigo.
Lo dicho: Garabandal está hoy, aquí y ahora, de rabiosa actualidad. Attende tibi.