Editorial.
Matar a Anthony Fauci es un imperativo ético. Matarle o deteniéndole y tras un juicio justo colgarle de una soga o mediante el atentado personal. Fauci usó fondos de los contribuyentes norteamericanos para elaborar la quimera del coronavirus con el fin de hacer daño. Tal acusación es mantenida con pruebas fehacientes por el Dr. Vladimir Zelenko y por la Dra Judy Mikovitc.
Fauci aparece como elemento esencial para el genocidio planetario en marcha a fin de eliminar población e imponer un totalitarismo atroz por los psicópatas globalistas, mucho más peligrosos que Hitler y Stalin juntos. Es el director de la orquesta mentirosa que ha planificado el miedo y que ha proscrito los tratamientos adecuados. Es un hombre sin escrúpulos morales, el asesino en serie más letal de la historia humana. Cualquier medio para desactivarle es legítimo y debe ser puesto en práctica, Lo que no tiene sentido es que siga emponzoñando, con el concurso de los medios de comunicación, metidos de hoz y coz en la conspiración, con ruedas de prensa, con el control del sistema de salud -es un sarcasmo- y que tenga presencia pública. Matad a Fauci. Matadlo cuanto antes. Ha hecho ya demasiado daño, ha matado a demasiados inocentes. Merece la muerte, ser ajusticiado.
