Luis Bru.
Miguel Bosé es el gran icono de la lucha del bien contra el mal, de la luz sobre las tinieblas, de la verdad sobre la mentira. Ahora de la terrible timo vacunación de los niños.
Si hubiera adoptado una postura más condescendiente, como han hecho todos, se hubiera evitado problemas y críticas sañudas. Si se hubiera posicionado a favor de este terrible bio terrorismo, todo hubieran sido parabienes. Pero al sistema le ha salido un problema: Miguel Bosé.
Entonces, ha utilizado las tres etapas con las que disciplina al crítico, al disidente, al que se eleva con sus bellos atavíos sobre toda la mentira acumulada. Esas tres etapas son el ostracismo, con la conjura de silencio; la ridiculización; la criminalización. Le despojaron de su cuenta de twitter para silenciarlo. La ridiculización es continua, para que las ramas no dejen ver el bosque; que si estaba ausente, que si ha tomado drogas, que si está mayor y fondón. Se le ha criminalizado, con menores y extraños problemas con Hacienda.
Pero todo ha sido inútil. Se ocultan sus palabras, se deforman hasta hacerlas irreconocibles. Dice un gladiador a Hispano que antes de envenenarte tienen que acabar con tu fama. Y no lo consiguen. Y miran que lo intentan. Es al único que no tienen más remedio que colar algo su discurso en televisión. Las televisiones refractarias intentan acabar con él, le mandan al payasete de Jordi Évole, le critican María Patiño y Belén Esteban y él remonta sobre la zafia mediocridad, despierto entre los despiertos, el que avisó del genocidio -«¡nos quieren matar!»-, despreciado por la comunidad gay, él que nunca ha escondido su homosexualidad, se le ha llegado a trata como loco, y que su comportamiento le podría dañar en su proceso de divorcio en la patria potestad de sus hijos, bajeza moral infinita.
Consciente de que a su madre, a quien tanto quería, la gran actriz Lucía Bosé, la mataron en el genocidio protocolario, convencido de que su adorada madre estaría contra esta farsa, sigue en la estela de su ejemplo, contra viento y marea, con una fuerza de voluntad sorprendente, por la senda del bien luchado contra el genocidio. «Lo estamos haciendo maravillosamente», ha dicho en Balaguer, Lérida, junto a José Pamiès, el payés heroico. Lo estás haciendo maravillosamente, Miguel Bosé, gracias.