Luis Bru.
En La Cuatro ha echado de la trilogía del planeta de los simios la primera parte, «El origen del planeta de los simios». Es un pleno acierto porque nuestro sistema electoral es propio del planeta de los simios o se nos obliga a bregar con un sistema más propio de simios que de seres humanos. Veamos. Nuestro sistema electoral es proporcinal, y así está constitucionalizado, pero como los sistemas proporcionales son un caos y tienden a los delicados placeres de la anarquía, se nos impuso un sistema de reparto mediante la Ley del belga D’Hondt y la circunscripción es provincial.
La Ley D’Hondt más la circunscripción provincial tiende al bipartidismo, con la peculiaridad española de la existencia de partidos separatistas. Todos tienen la intuición de que nuestro sistema electoral castiga la división o fragmentación, Esto es así porque el reparto mediante coeficientes prima al partido más votado, respeta al segundo y empieza a castigar al tercero, de forma que resulta muy difícil consolidar un partido bisagra nacional.
Sin embargo, el PNV se presenta solamente en tres circuscripciones en las que resulta elegido el primero, por cuanto resulta primado por la Ley D’Hondt. Igual sucede con Esquerra Republicana de Cataluña que se presenta por las cuatro circunscripciones catalanas, en las que resulta elegido primero o segundo, luego está primado o no castigado por la Ley D’Hondt. Como resulta muy difícil consolidar un partido bisagra nacional, un tercer partido, ese lugar lo obtienen o el PNV o Esquerra.
Se puede formar gobierno o por la cesión a los nacionalistas o mediante un gran esfuerzo mediante pactos contra natura. Hemos leído constantemente algunas tonterías propias del planeta de los simios como que puede haber empate entre los «bloques» de izquierdas o de derechas, lo que significaría que los auténticos ganadores serían el PNV o Esquerra Republicana, con lo que se conseguiría empeorar la situación. Sólo se saldrá del bloqueo con pactos transversales. con un gran acuerdo PSOE-PP (Ciudadanos tuvo esa posibilidad e hizo el memo, lo que indica que Albert Rivera no es muy listo o su ambición le ha dejado corto de miras).
Los males de nuestro sistema electoral no quedan ahí, sino que además nuestro sistema es parlamentario -lo peor- y la elección es indirecta, a través de los parlamentarios. Se dice que el número uno de la circunscripción de Madrid es el «candidato a la presidencia del Gobierno» pero eso es mentira. Nuestro sistema entraña algunas groseras mentiras, propias del planeta de los simios. No elegimos, ni por asomos, al presidente del Gobierno, elegimos a los diputados de nuestra provincia, y luego todos los diputados, con mercadeo y cambalaches, eligen al presidente del Gobierno o no alcanzan a elegirlo. El legislativo elige al ejecutivo, luego no hay división de poderes. Y el legislativo elige a todos los miembros del Consejo General del Poder Judicial por lo que no hay independencia judicial. Así que no se entiende a que viene el escándalo, farisaico, cuando Pedro Sánchez presume de mandar en la Fiscalía cuando puede presumir de mandar en la Judicatura. Tampoco se entiende el rasgarse de vestiduras ante la violencia de los CDR o la falta de respeto de los separatistas hacia la sentencia del procès, conocida de antemano presuntamente por el presidente del Gobierno. Aquí conviene hacer un inciso para ensalzar la egregia figura de D. Antonio García Trevijano, que dedicó su vida y su preclara inteligencia a aclarar esta serie de desajustes que nos llevan al suicidio como sociedad y como nación.
Toda está inventado. La situación de bloqueo se resolvería con una segunda vuelta, como en Francia, dando una prima al partido más votado (50 diputados como en Grecia) o una lista nacional, como en Alemania. O pedir un tope del 3%, como hace Ciudadanos, pero se notaría demasiado que es una medida pensada para los nacionalistas. La mejor opción contra el bloqueo es la segunda vuelta que obliga a votar a los dos candidatos mejor situados.
Lo mejor es el sistema mayoritario y la elección directa del presidente del Gobierno o mejor aún el presidente de la República (no se entiende tanto monarquismo de Vox cuando la monarquía entraña la disolución de la nación). Esto sería para seres humanos, Votemos hoy en el planeta de los simios y que haya suerte y pueda formarse Gobierno. Lo normal es que no la haya: es duro darse coces contra el aguijón.