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La marca de la bestia

Redacción




Enrique de Diego.

Vivimos tiempos apocalípticos, quien no lo quiera ver está perdido y es incapaz de discernir los signos de los tiempos. La bestia ha desatado su instinto criminal. Está en riesgo la supervivencia de la especie. Por fin ha creado un problema global, planetario, el COVID 19, que ha sido descrito por el especialista en vacunas Geert Vanden Bossche como «un virus bastante inofensivo» pero que va ser convertido, a través de un experimentación genética, de una simulación de vacunación masiva, en la que trombos y mentira se retroalimentan, «en un monstruo incalculable”.

Ana Patricia Botín.

Una pandemia que fue profetizada por el mismo Bill Gates, el que sueña angustiado con disminuir la población mundial entre un 10 y un 15%; el bichito quimera, de laboratorio, se soltó en Wuhan, donde hay un Instituto Virológico, bien conocido y pastoreado por Bill Gates; la bestia ha desatado su instinto criminal, merced a la Organización Mundial de la Salud manipulando a los gobiernos y las poblaciones. El Foro de Davos se felicita para sus planes satánicos y cree que hay que acelerarlos pues las gentes han demostrado su aborregamiento y su docilidad al dictado coercitivo de sus gobiernos, con sus aparatos policiales a pleno funcionamiento. La ONU se relame. Por todas partes se ve el triunfo de la bestia.

Las élites lucen su señal, el pin en la solapa de la agenda 2030, la marca de la bestia. Adoración satánica que es transversal: no se accede a los puestos más elevados sin rendir pleitesía a la bestia y su reinado. Desde Felipe de Borbón, víctima propiciatoria para ser devorado, a Pedro Sánchez, a Pablo Iglesias, ex vicepresidente de la agenda 2030, a Inés Arrimadas, a Javier Maroto, del PP, a Fernando Grande-Marlaska, a Magdalena Valerio, a Carmen Calvo, a Pedro Duque, al bobo solemne de José Luis Rodríguez Zapatero, a Nadia Calviño, a Isabel Celaá, a Ana Patricia Botín, del Banco Santander, siempre necesitada de matar al padre, a Carlos Navarro, recién nombrado presidente del Banco Bilbao Vizcaya…Se distinguen entre ellos por la señal de la bestia, a la que adora Bill Gates, sumo sacerdote de la perversión.

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Pedro Sánchez, con la marca de la bestia.

Dice el libro del Apocalipsis: «Vi otra bestia que salía de la tierra; tenía dos cuernos de cordero, pero hablaba como un dragón y ejerce toda la autoridad de la primera bestia, en su presencia; y hace que la tierra y todos sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya llaga mortal había sido curada. Y realiza grandes signos, incluso hacer bajar fuego del cielo a la tierra, en presencia de los hombres. Y engaña a los habitantes de la tierra mediante los signos que se le concedió realizar en presencia de la bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que hiciesen una imagen de la bestia que tenía la herida de espada, pero que ha sobrevivido. Se le concedió infundir espíritu a la imagen de la bestia, de modo que la imagen de la bestia pudiera hablar e hiciera morir a cuantos no adorasen la imagen de la bestia. Y hace que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, de modo que nadie pueda comprar ni vender si no tiene la marca o el nombre de la bestia. Aquí se requiere sabiduría. El que tenga inteligencia, cuente la cifra de la bestia, pues es una cifra humana. Y su cifra es seiscientos sesenta y seis».

Bill Gates y Melinda, ahora divorciados, con el símbolo de la agenda 2030 detrás.

Se les pone a todos una vacuna, un pinchazo indeleble, sin el que nadie puede comprar ni vender, viajar, se puede perder el trabajo, o existen planes delirante para incorporar o poner un chip en la mano derecha para comprar. El reino de la bestia. La lucha descarnada, a brazo partido entre el bien y el mal. Como reza el Salmo II, «¿Por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos meditaron cosas vanas? Se han levantado los reyes de la tierra, y se han reunido los príncipes contra el Señor y su Cristo. Rompamos, dijeron, sus ataduras y sacudamos lejos de nosotros su yugo. El que habita en los cielos se reirá de ellos, se burlará de ellos el Señor. Entonces, les hablará en su indignación y les llenará de terror con su ira. Mas yo constituí mi rey sobre Sión, mi monte santo. Predicaré su decreto. A mí me ha dicho el Señor: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy. Pídeme, y te daré las naciones en herencia, y extenderé sus dominios hasta los confines de la tierra. Los regirás con vara de hierro, y como a vaso de alfarero los romperás».

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Vivimos tiempos apocalípticos. Es una batalla moral y religiosa la que se libra. Y resuena el grito de San Miguel, príncipe de la milicia celestial: «¿Quién como Dios?».