AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


Sobre la ingeniería social (16): La OMS, mafia de todas las mafias

Redacción




Guillermo Mas. 

 

El 30 de septiembre de 1968, el presidente del Banco Mundial, Robert McNamara, comentó cuál debía ser la política prioritaria para las Naciones Unidas: “El rápido crecimiento demográfico es una de las mayores barreras que obstaculizan el crecimiento económico y el bienestar social de nuestros Estados miembros”. Más tarde añadió: “Creo que la raza humana tiene que pensar en los asesinatos. ¿Cuánto mal se debe hacer con el fin de hacer el bien?”. Una frase digna de Maquiavelo: «El fin justifica los medios». Al fin y al cabo, Hitler, Stalin o Pol-Pot también pensaban que estaban construyendo un mundo mejor. Sin duda, para el señor McNamara nadie ha hecho tanto por la humanidad como Gengis Khan, que borró a millones de personas en sus contiendas militares de la faz de la tierra.

En el libro de Pearce y Turner de 1995 Economía y recursos naturales y del medio ambiente se puede leer lo siguiente: “Si no hay suficiente comida para alimentar el excesivo número de gente (los pobres, las masas) ellos deben ser lanzados fuera de la borda (asesinados por guerras o epidemias). Estos “razonamientos” proveen una justificación para controlar la curva del crecimiento poblacional y la destrucción del exceso de población por cualquier medio, incluyendo las guerras, los genocidios, las epidemias, las hambrunas, las depresiones económicas y hasta el terrorismo”. Como dijo el recientemente fallecido Felipe de Edimburgo: “En caso de que me pudiera reencarnar, me gustaría hacerlo como un virus mortal, para ayudar a resolver el problema del hacinamiento”. Menos mal que las élites velan con tanto ahínco por nuestro bienestar. Toda esa gente solo son un Hitler 2.0.

La doctora Ghislaine Lanctôt, presenta sus objetivos de la siguiente manera “En medicina, buscaba la salud ilimitada: sabía, en el fondo de mí, que existía una manera de que todo el mundo tuviera una salud perfecta con un coste mínimo” y “en política, quería descentralizar el poder y volver a ponerlo en las manos de las personas, allí donde debe estar”. Autora del libro de 1994 La mafia médica donde escribió: “La OMS es la mafia de todas las mafias, a través de ella “el gobierno mundial del dinero”, establece, en nombre de la salud, la política de la enfermedad, en todos los países. Todo el mundo tiene que obedecer a ciegas esas directrices que fueron introducidas mediante la Declaración de Alma ATA en 1997, donde se concede a la OMS los medios para establecer los criterios y normas internacionales de la práctica médica. Se desposeyó así a los países de su soberanía en materia de salud para transferirla a un gobierno mundial no elegido cuyo ministerio de salud es la OMS. Desde entonces “derecho a la salud” significa “derecho a la medicación”. Así es como se han impuesto las vacunas y los medicamentos a la población del globo”. Bastante revelador, a la luz de los acontecimientos.

Después de ser demandada por el colegio de médicos y expulsada de la medicina a consecuencia de sus opiniones, se ha dedicado a impartir seminarios para alertar a la población. En La mafia médica escribió sobre las vacunas: “La vacunación incita a la dependencia médica y refuerza la creencia de que nuestro sistema inmune es ineficaz. Aunque lo más horrible es que la vacunación facilita los genocidios selectivos pues permite liquidar a personas de cierta raza, de cierto grupo, de cierta región…Sirve como experimentación para probar nuevos productos sobre un amplio muestrario de la población y es un arma biológica al servicio de la guerra biológica porque permite intervenir en el patrimonio genético hereditario de quien se quiera”. 

El 3 de junio de 2014 Stephan Schmidheiny, miembro de la “Unión de Bancos Suizos” desde 1978, fue condenado en Turín a 18 años de prisión y a pagar 88 millones de dólares por culpa de las más de 100.000 personas que, aproximadamente, mueren al año en numerosos países por culpa del contacto con el amianto. Sus antepasados, todos Suizos, como él mismo, llevaban desde 1920 traficando con este material mediante empresas como “Eternit”, que también tuvo problemas legales en 2019 por el uso de asbesto, otra sustancia perjudicial para la salud. La familia Schmidheiny y “Eternit” han tenido estrechas relaciones comerciales con los nazis —como las tuvieron Bayer o Volkswagen, por cierto—, con los partidarios del apartheid —mano de obra esclava— y con algunas de las peores dictaduras hispanoamericanas. En palabras del patriarca de la familia, Max Schmidheiny : “¿por qué vamos a preocuparnos por algunas víctimas?, los trabajadores pueden ser reemplazados”.

¿Cómo es posible que nadie proteste en dichos países?  Eso es posible gracias a fondos de inversión (JP Morgan), “Think tanks” (Independent Diplomat) o empresas especializadas como Ashoka, en cuya página web aparece lo siguiente: “Ashoka es la organización que identifica, conecta y acompaña a los líderes de la innovación social. Nuestro propósito es lograr que todas las personas sean conscientes de su poder para mejorar el mundo, y lo utilicen”. Su fundador, el Premio Príncipe de Asturias Bill Drayton, ha acuñado un término para dicho oficio: “emprendedor social”. En palabras de María Zapata, la directora de Ashoka España: “Los emprendedores sociales trabajan con esas poblaciones y su labor es acercar a las multinacionales hasta ellas, mientras salvaguardan los intereses de éstas”. Es decir, que se dedican a maquillar y a blanquear con publicidad todo lo detallado por la doctora Ghislaine Lanctôt en La mafia médica.

Sigan leyendo los artículos de esta serie.