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Así se hizo la alcaldesa de Monforte del Cid con mi herencia: Testimonio de Manuel Jesús Martínez Limiñana (2)

Redacción




Tras la muerte de mi madre me derrumbé definitivamente. Perdí cualquier voluntad de salir del pozo en el que había caído. Empecé a consumir en exceso, buscando sobredosis que llegaron. Vendí mi casa, agobiado por deudas y por la situación tanto de mi tía como mía, pues teníamos que vivir y pagarle a Finita y no llegaba con su pensión. Vendí, bueno, regalé mi casa por 60.000 euros, dinero que ingresé en una cuenta a mi nombre en el Banco Santander. Ya antes de firmar la venta de la casa, Finita y una amiga se llevaron todo lo que podían vender de ella, testigos hay que las vieron salir en repetidas ocasiones de mi casa, cargando todo con lo que pudieron arramblar. 

 

Pasados unos días y Finita empezó a insistirme en que debería ingresar el dinero de la venta de mi casa en la cuenta de mi tía donde ella estaba como autorizada. Para ello alegaba reiteradamente que tenerlo a mi nombre era un riesgo para mí, por mi adicción y, claro, tanto me presionó que finalmente yo accedí y lo ingresé en la cuenta de mi tía. Bueno, fui a sacar dinero 4 veces acompañado por Finita que tenía firma en la cuenta de mi tía, a los recibos y vídeos del Banco Santander me remito.  Pero para sorpresa mía, voy un día y le digo a Finita que tenemos que ir al banco para sacar dinero y ella me dijo que ya no quedaba nada, que lo que quedaba en la cuenta era de mi tía, cuando mi tía no tenía más que su pensión.

 

En poco más de un mes, se esfumaron 60.000 euros. Quisiera yo saber los extractos de las retiradas de efectivo por su parte sin estar yo presente y por supuesto sin yo permitirlo (a los documentos firmados del banco y a los vídeos de las cámaras me remito). El 7 de noviembre de 2015, tomé la decisión de hacer algo por mi vida y me marché a un centro Remar en Crevillente, Alicante. Allí, cada 15 días, llamaba a mi tía y hablaba un poco con ella, siempre con la madre de la alcaldesa, Finita, delante con mi tía para controlar la conversación. Le dije a mi tía que me estaba empezando a poner bien, que estaba a gusto pero Finita empezó a insistirle a mi tía que mi sitio estaba en ese centro, que debería quedarme allí y no volver al pueblo 

 

Pasados unos meses decidí volver y cuando se lo comuniqué por teléfono, Finita enfureció y me dijo que ellos no me iban a ayudar a volver, que si quería volver lo hiciera andando y que en el chalé de Orito no había sitio para mi. Claro, la señora había metido a su familia a vivir en casa de mi tía, en mi hogar, a parte de instalarse, cogió un empleo de cuidadora por el ayuntamiento donde su hija es la Alcaldesa. Con la excusa de cuidar a mi tía, toda la familia se metió en la casa a vivir a costa de una anciana privándola de libertad e intimidad. Y yo volví al centro y seguí con mi rehabilitación. 

 

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Unos meses después, yo llevaba tiempo insistiéndole al responsable para que me llevara a ver a mi tía y al final accedió. Un día fuimos con el camión de Remar. Fuimos a medio día, después de los trabajos, de visita y a comer con mi tía. Fuimos a comer al bar Fortuna, y claro, Finita y su marido allí se plantaron con nosotros para no perder detalle. Yo pensaba y qué pintáis vosotros en una comida familiar. Era evidente: saber de qué se hablaba. Pero la jugada les salió mal, pues después de comer, mientras íbamos hacia el chalé, mi tía me dijo “no tengas prisa” y nos retrasamos un poco. Entonces me dijo: “me han llevado a firmar a un abogado, lo querían todo, pero yo les dije que la casa no, que la casa es tuya”. Cuando me quedé a solas con Finita y su marido les dije a la cara “el chalé es vuestro, pero la casa es mía”. “Sí, sí” contestaron con cara de asombro y nosotros volvimos a Alicante a descargar un tráiler que nos estaba esperando.

 

Yo seguí mi proceso de rehabilitación, pero empecé a manifestar síntomas de una lesión en la espalda, pues me quedaba pinzado dos o tres veces por semana, además de manifestar cambios en mi estado de ánimo muy bruscos e inestabilidad mental, mucha contradicción en las decisiones. Recuerdo que Paco, el responsable, me decía sin explicárselo, que igual estaba a tope que me hundía en el mismo infierno, además de llorar desconsoladamente a menudo. Al final, me marché a Valencia a otro centro, y cuando quise volver al pueblo, al llamar a Finita, pues ella controlaba los teléfonos, me dijo que no me podía atender, que estaba en la peluquería. 

Tras esa respuesta me quedé desolado. Estaba en la calle, en una ciudad desconocida, sin un duro, enfermo mental y se lo pasó por…me demostró su crueldad que posteriormente saldría a la luz con toda su fuerza. Me las arreglé para volver a Monforte. Al día siguiente me desperté y subí al chalé de mi tía. Allí vi a Finita y le pregunte por los 19.000 euros que mi tía debería haber cobrado del seguro de vida de mi tío. “No hemos cobrado nada” fue su respuesta, como si ella tuviera algo que cobrar. Claro, su marido no trabajaba, su hijo no trabajaba, su madre, ¿veis la jugada?. Me volví a marchar porque me di cuenta de que no estaba bien y me fui al centro Reto en Alicante y me destinaron a la casa que tenían en Mallorca. Allí empecé bien, pero poco a poco empecé a manifestar síntomas de enfermedad mental hasta que me llevaron a urgencias de psiquiatría y me ingresaron en planta. Poco tiempo después de darme el alta, decidí volver al pueblo y Finita, cosa extraña, me mandó el dinero para poder volver pues dos veces anteriormente se había negado a ello. 

 

A todo esto, cuando estaba llegando a Alicante en el autobús, me comunicó por teléfono que mi tía había sufrido un accidente y que no se podía mover. Yo me enfurecí ya que durante los meses que estuve en Mallorca, fui de más a menos en el hablar con mi tía, llegando a pasar casi dos meses sin poder hablar con ella. La última vez que hablé por teléfono con mi tía sus palabras fueron “lo que tienes que hacer es ponerte bien y volver pronto”, en un tono de voz que parecía como muy flojo. Yo le pregunté a Finita si le pasaba algo a mi tía y me dijo “es la edad”. Me mintió como una bellaca pues, ahora lo sé, que mi tía había sufrido un ingreso en el hospital de Alicante en el que había perdido la razón, se había extraviado, pero claro, Finita a parte de mentirme, no me comunico nada, ¡que interés tendría!

 

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Cuando estaba en el pueblo, pues me dieron las llaves de la casa de mi tía, subí una mañana al chalé y volví a preguntarle a la madre de la Alcaldesa por el dinero que mi tía Teresa debía haber recibido del seguro de vida de mi difunto tío, y ella me dijo por segunda vez que no se había cobrado nada. En el seguro de mi tío y en la cuenta de mi tía, estoy seguro ahora de que figurarán esos 19.000 euros o más que mi tía debió cobrar. Yo me volví a marchar, a acabar con mi rehabilitación y así poder volver y ocuparme de mis asuntos. Volví a Remar, esta vez en Cataluña, en Martorell, y estando allí, un día, el responsable me avisó, después de sentir momentos antes una especie de punzada en mi corazón, curioso eh, que mi tía había fallecido. Yo me acabé de derrumbar, llamé a Finita desde el teléfono del centro y me dijo que había muerto. Yo, al no tener ni medios ni manera de ir a enterrarla me tuve que aguantar. 

 

Cada semana llamaba a Finita desde el teléfono del centro a preguntar si mi tía había dejado algo para sus sobrinos a lo que ella respondía que había que esperar a las últimas voluntades de mi tía. Semana tras semana yo la llamaba y ella insistía en lo mismo. Como siempre, me mentía pues ella, ahora lo sé, sabía perfectamente cuál era la jugada que me había preparado. Un día, era ya de noche, la llamé. Ella seguía con el mismo rollo y yo, ya harto, le dije “mañana sin falta voy para allá cómo pueda y nos veremos”. Entonces, me dijo “mira Manuel Jesús, tu tía te lo ha quitado todo”. Yo, enfurecido la insulté, ella empezó a gritar y yo colgué el teléfono. A partir de ese momento mi situación mental empezó a deteriorarse de forma acelerada. Intuía que me estaban engañando, que solo querían que no volviera a aparecer y la impotencia, la tristeza y la rabia minaron aún más mi espíritu. (SIGUE)