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Coronavirus: Las instituciones se hacen más peligrosas

Redacción




Javier Marzal. Presidente de la International Association to Change the World

Probablemente el coronavirus sea el acontecimiento más importante de lo que llevamos de siglo.

Ha pasado más de un año desde que se detectaron los primeros casos en países de varios continentes y, según las cifras oficiales, ha superado el millón y medio de fallecidos. Estamos en la mayor crisis económica conocida por las actuales generaciones. Además, ya han aparecido las primeras vacunas y se han empezado las vacunaciones masivas.

Según wikipedia, a lo largo de la historia, existe constancia de 26 pandemias provocadas por un microorganismo, empezando en 1796 y con cuatro pandemias en este siglo (SARS en 2002, Gripe A en 2009, MERS en 2012 y COVID-19 en 2019).

Desde hace décadas se viene diciendo que las nuevas guerras serán biológicas, aunque el uso de este tipo de armas fueron prohibidas en el Protocolo de Ginebra de 1925. Posteriormente, la Convención de Armas Tóxicas y Biológicas de 1972 prohíbe el “desarrollo, producción y acumulación de microbios o sus productos venenoso excepto en cantidades necesarias para protección y exploración pacífica”. 137 países habían firmado esta Convención en 1996, aunque se cree que han aumentado el número de países capaces de crear estas armas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) es un organismo de Naciones Unidas.  Desde el siglo 20, numerosos científicos, médicos y organizaciones de ambos colectivos, han venido gestando una perspectiva crítica por desacuerdo con los fundamentos, el enfoque y las propuestas de la OMS y de la industria farmacéutica que participa, minoritariamente, en la financiación de la OMS.

El 5 de julio de 2003, la OMS publicaba que “señalamos un hito: el brote mundial de SRAS ha sido contenido” (SRAS son las siglas en español del SARS) y “El mundo no está aún exento de SARS”. También decía que ésta fue la primera experiencia de coordinación mundial contra una pandemia, considerada exitosa.

La OMS ha publicado tres planes de respuesta a pandemias de influenza (enfermedad respiratoria causada por varios tipos de virus de influenza), concretamente en 1999, 2005 y 2009.

Meses después de la publicación del plan de 2005, la OMS revisó su Reglamento Sanitario Internacional (RSI), por el que 193 países se comprometieron a tener “un plan nacional de respuesta de emergencia de salud pública”. Varios países  tardaron años en cumplir este compromiso con la “salud pública”, entre ellos España que no crea su Plan hasta el 2014.

En febrero de 2018, la OMS publicó el documento “10 amenazas a la salud mundial en 2018” que eran las siguientes: gripe pandémica, la salud en los conflictos, cólera, difteria, paludismo, catástrofes naturales, meningitis, fiebre amarilla, malnutrición e intoxicación alimentaria.

Tres meses después, en mayo de 2018, la OMS y  el Grupo del Banco Mundial fundaron la Junta de Monitoreo de la Preparación Mundial. En septiembre de 2019 publicó su primer trabajo: “Un mundo en peligro: Informe anual sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias”. En él se dice: “nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizados. El mundo no está preparado”.

¿Qué pasó desde febrero hasta mayo de 2018 para que la OMS pasara de no considerar una amenaza a los patógenos respiratorios, como el coronavirus SARS-2, a afirmar que es una “amenaza muy real”, extremadamente mortal y altamente empobrecedora?

¿Por qué la OMS afirmaba que “el mundo no está preparado”, a pesar del RSI, el éxito contra el SARS y los planes de respuesta a la pandemia de influenza?

No hay respuesta a estas preguntas.

El actual coronavirus (SARS-CoV-2), aparece estando anunciada otra crisis económica, por numerosos economistas y por los organismos internacionales, como consecuencia de no haber resuelto los problemas estructurales que crearon la Crisis internacional de 2008, acrecentados por tener unos niveles superiores de deuda, incluyendo de deuda pública, a pesar de los años de crecimiento económico según las cifras oficiales, y por haber aumentado el gasto público.

 

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Pero el mayor problema ha sido la situación de descrédito absoluto de las instituciones, según las propias encuestas oficiales, y de decadencia occidental, avalada por numerosos trabajos y acreditado en todos los países de la Unión Europea, por el informe “PROYECTO EUROPA 2030. Retos y oportunidades” de la propia Unión Europea.

Con el coronavirus, la OMS ha utilizado criterios y recomendaciones contradictorias en el tiempo, que han sido seguidos por la mayoría de los gobiernos. El creciente totalitarismo de los gobiernos occidentales,  les ha llevado a ocultar información en todo momento y a tomar tardías y drásticas medidas, llegando a suspender derechos humanos. En España se han suspendido derechos fundamentales y humanos de forma antijurídica, según numerosos juristas del máximo nivel. A pesar de ello, la OMS ha felicitado constantemente a los gobiernos y avalado sus medidas. No en vano, la OMS está financiada principalmente con dinero público de los países miembro.

La sociedad civil ha reaccionado a esta ocultación y totalitarismo. En numerosos países ha habido manifestaciones contra el gobierno y en las redes locales, se critica la versión oficial y las actuaciones políticas, a pesar de la censura. En Alemania, crearon “Médicos por la verdad” que cuestionaba la versión oficial y se ha creado una red internacional copiando la idea. También se ha creado “Abogados por la verdad” y, en España, “Policías por la libertad” y “Abogados por la libertad” contra los excesos gubernamentales por considerar antijurídicas algunas de las medidas adoptadas, incluyendo las sanciones.

El mayor problema no ha sido el coronavirus, sino la falta de información confiable, que se ha juntado con la falta de credibilidad institucional, provocando que algunos no hayan hecho caso de las advertencias y, menos aún, de las prohibiciones, que han provocado un rechazo entre ciertos antisistema y disidentes. Por otro lado, mucha gente necesita trabajar para vivir, no puede permitirse estar sin ingresos, y los políticos no han sido responsables con esta situación. De esta forma se ha impulsado la pandemia.

En todos los países del mundo se dice que los contrapoderes (medios, asociaciones, abogados, colegios profesionales, etc.) están institucionalizados, es decir, que no ejercen su función social porque no se oponen a los excesos de las instituciones. Esta situación se debe al totalitarismo imperante que castiga a sus oponentes con represalias tributarias, policiales, judiciales, etc. y premia con subvenciones y de otras maneras a quienes defienden a las instituciones.

En otras publicaciones he descrito la institucionalización de la economía mediante la financiarización, la zombificación y los efectos del macro-Estado, entre ellos que el negocio más lucrativo del mundo es la corrupción. Este negocio supuso en 2018 un 5% del PIB mundial, un 4,8% en la Unión Europea y casi un 8% en España.

Con la institucionalización de la educación se ha conseguido que esté aumentando el nivel de egocentrismo, indoctrinamiento, radicalización, deshumanización e idiotización de toda la población.

En 2019, la OMS publicó que 800.000 personas se suicidan en el mundo cada año, de los que un 25% pertenecen a los países ricos. Unos 3.700 en España según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Dice la OMS que “La mortalidad por suicidio es superior a la mortalidad total causada por la guerra y los homicidios” y que “El objetivo en el Plan de Acción de Salud Mental de 2013-2020 es reducir un 10% de los índices de suicidio”, en 2012 hubo 804.000 muertos, por lo que cabe afirmar que este Plan ha sido un completo fracaso. Suele decirse que la existencia de suicidios refleja el “fracaso de una sociedad”.

La crisis del coronavirus nos ha mostrado que la ciencia y la sanidad también están institucionalizados, en manos de los políticos.

El 12 de noviembre de 2020, varios medios publicaban que “China saca pecho con la pandemia «Lo hemos hecho mejor que las democracias»”.

Pocas personas afirmarían que el neocomunismo chino es mejor que las democracias, pero la decadencia de las democracias es cada día más peligrosa y se hace urgente cambiar el sistema, como quiere la mayoría, para entrar en una Era post-democracia.

Versionando el famoso dibujo de Anonymous: Vivimos en un mundo donde los médicos destruyen la salud, los abogados y jueces destruyen la justicia, las universidades destruyen el conocimiento, la prensa destruye la información y la metamafia institucional destruye la economía, la libertad y el progreso.

A estas alturas, el coronavirus debería ser un problema resuelto, pero la metamafia ha prolongado la pandemia y ha creado una gran incertidumbre por el futuro sanitario, económico y de nuestra libertad. El control social, incluyendo la ingeniería social, funcionan para mantener un sistema corrupto y decadente, pero no sirve o no se utiliza para protegernos.

El coronavirus está suponiendo un acelerador en la estrategia de todos los gobernantes, de aumentar el negocio de la corrupción mediante la intensificación del totalitarismo y del empobrecimiento generalizado de la población.

Como ha dicho la OMS, “un mundo en peligro”, pero lo más peligroso no son los virus, sino las corruptas instituciones

Vendrán más pandemias y probablemente se gestionarán de la misma forma, ¿hay intencionalidad en ello?