Enrique de Diego.
Cómo te pasas, chulo puta, vaya filípica has remitido a los hooligans, a los militantes del PSOE, torticero mentiroso, en estado de perplejidad, acobardados de tanto tragar mentiras y comulgar con ruedas de molino, aunque dame pan y dime tonto, retórico papanatas diciéndole a tu parroquia que «desvían la atención a noticias inventadas», «se difunden acusaciones falsas y llamativas, fake news», como te atreven a llamarle a tu pacto con Bildu, que ha excitado y agitado los sentimientos, pocos, que les quedan a los socialistas, traidores a la memoria del gran Fernando Buesa, Fernando Múgica, Ernst Luch y tantos mártires socialistas de la libertad, porque tú necesitas apoyos para «unos presupuestos que buscan de una unión tan amplia como sea posible». O sea, que precisas los votos de ETA-Bildu, que ya no mata, pero que espera tener la mayoría un día para poner los campos de exterminio. Y tu mierda de presupuestos, les recuerdas a los adictos, contemplan cosas como 180 millones a la violencia machista y 11 millones a memoria democrática, que va haber para todos, les dices, para alimentar tus redes clientelares. Bonita forma de llamarles vendidos y chorizos.
Jodido prepotente y hablas encima de humildad, tú que ya no puedes pasar sin el Falcon mientras arruinas a España y entregas Canarias y a la madre que te parió, dicho muy coloquialmente, y vas y sacas la Lomloe o Ley Celaá, que es una mierda, que es una vergüenza, que hará más ignorantes a los jóvenes españoles, para que los manejes mejor, que le pega un hachazo a la concretada, que se lo tienen merecido, por venderse a las subvenciones, y allá se las compongan, a la educación especial, honra del sistema educativo, para hacer una escuela «más inclusiva», según la Celaá, que es una beata progres, que tiene una cara que se lo pisa, que se va Bilbao en pleno confinamiento de los madrileños, de Madrid, por recomendación médica, porque le dan vahídos, y se va de tapadillo, con cortinilla, como si en Madrid no hubiera médicos, y deja fuera como lengua vehicular el castellano o español y como lengua oficial del Estado, para contentar a Bildu y a los golpistas de Esquerra Republicana de Cataluña.
Y en un gesto de dignidad instintivo las bancadas de la oposición, al unísono, han gritado, braveheart, «¡Libertad, libertad!», apagando los aplausos serviles de tus borregos, de tu rebaño, que ya está bien de este doble juego del PSOE que en Aragón se hace el patriota y los diputados aragoneses, mandato imperativo impuesto, que todos hacen lo que tú dices, y chitón, votan y aplauden como lacayos y antipatriotas; que ya sólo queda el Senado para evitar el latrocinio de tu puñalada en el cuerpo tambaleante de la nación, abusivo precio para tus presupuestos. A qué Macron, ni en sus peores pesadillas, díselo a tus militantes, a los que es legítimo escupirles a la cara, no se le ocurre, para sacar adelante los Presupuestos, ciscarse en el francés, ni a Boris Johnson declarar que el inglés no es lengua vehicular, ni a Ángela Merkel, el alemán, porque la nación se articula en torno al idioma común.
Es de una extraordinaria gravedad lo que has perpetrado, chulo puta, maldito globalista, y tendrás que responder por el delito de alta traición, de lesa majestad, que en tiempos menos civilizados, ya superados, pero de lealtades más probadas, se pagaba con la muerte. Vamos a ver, alma de traidor, esa Ley Celaá, que como todo lo que tocas, es una mierda, es antinacional, ataca a la nación preexistente que permite hacer una pésima Constitución como la de 1978 que da origen al nefasto Estado de Partidos. Has perdido la legitimidad de ejercicio, imbécil, y eso es de una gravedad extrema, que trae consecuencias que tú, Catilina, no alcanzas a imaginar, redomado hijo de puta, que no tienes ni un ápice de sentido nacional, que te has cargado la E de español, que eres un vendepatrias, y sin Patria no hay Constitución que valga para contener tu ponzoña, que has dado un golpe de Estado de consecuencias imprevisibles, del que tendrás que rendir cuentas. ¿Hasta cuándo vas a abusar de nuestra paciencia, Catilina?