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Lo que callé sobre José María Ruiz-Mateos (I)

Redacción




Esta nación tiene una deuda pendiente con el mejor empresario que ha dado España, José María Ruiz Mateos, víctima propiciatoria de la ausencia de separación de poderes, la expropiación de Rumasa, con su total injusticia, dio inicio a la corrupción socialista, y de ahí la de todo el Estado de Partidos, en gran escala. Hoy iniciamos la reivindicación de ese gran hombre, cuya memoria no debe perderse, de la mano de una gran escritor, quien tuvo el honor de ser su secretario personal, Ignacio Fernández Candela, y el privilegio de gozar de su trato e intimidad. José María Ruiz Mateos, un hombre íntegro que no se doblegó al infortunio culpable.

Ignacio Fernández Candela. Escritor.

El 23 de Febrero de 1983 un decretazo totalitarista permite la intervención de un Holding, valorado en retasaciones en 18.000 millones de euros, convirtiendo a su Presidente en un peligro público número uno. Tras sospechas de la ilegalidad de dicha expropiación provocada por las garras nauseabundas del felipismo, con la Justicia haciendo caso omiso a sentencias de Estrasburgo sobre la indefensión del Empresario y la irregularidad del proceso, en 1997 D. José María es exculpado de toda imputación convirtiendo en delicuescente el saqueo de Rumasa.

Como consecuencia obvia de la exculpación, el Tribunal Supremo dicta dos autos de devolución en 1999 pero se tiran algunos funcionarios, se tiran es la palabra, tocándose las mandingas  otros 16 años esperando a una consolidación de balances que jamás llega pasada ya la muerte del expoliado.

La judicatura queda en evidencia en algo tan sencillo como que quien es declarado inocente al probarse que le robaron delictivamente su patrimonio, ha de ser resarcido legalmente mediante la reposición del mismo. Sin embargo, muchos eran los ladrones que ya habían ascendido en la sociedad, impulsados por los pedazos que Felipe González fue regalando a todos los amigachos que como él se beneficiaron del expolio. Hubo negociaciones continuadas del Estado con el empresario Ruiz-Mateos, pues fue él quien combatió las múltiples corrupciones del PSOE y puso contra las cuerdas al vil saqueador que además acabó con el 10% del PIB español costando la expropiación delictiva de Rumasa dos Billones de pesetas, de entonces, a todos los españoles.

Al no llegar a acuerdos el Estado, cuyos representantes se fueron relevando en el Gobierno, al final se optó por romper la baraja con las trampas acaecidas estos últimos años y la inepcia de los verdaderos responsables de la hecatombe, según la UDEF: sus hijos varones.

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No contentos con destrozar la herencia empresarial que tomaron en el 2004 al ser detectado el Parkinson, siguieron engañando a un padre que presidía honoríficamente y decidía asuntos en función de  las coordenadas equívocas y desvirtuadas que recibió hasta entonces, llamándose a sorpresa cuando todo embarrancó pensando él durante años que el Grupo iba a buen puerto. No sólo habían desorientado al padre hasta estrellarlo contra los arrecifes, sino que además le siguieron confundiendo entrampándole a continuación con la emisión de pagarés, pensando el traicionado, según las informaciones recibidas, que el desastre todavía poseía visos de solución. Cuando advirtió sorpresivamente y sin resuello ya, la verdad, fue demasiado tarde y del desconcierto sin entender nada pasó a una solemne desolación dando la cara por la hecatombe que él no provocó. Priorizó su amor de padre ante el desprestigio inmerecido como empresario.

Fue entonces cuando nos conocimos y me pidió batallar junto a él para poder pagar y reivindicar además la injusticia del expolio, siendo exculpado de toda imputación pero padeciendo la complicidad de silencio de un país traidor y pagado por los cientos de beneficiados-banca, judicatura, política, empresa, periodismo etc.- por el robo.

Ni fue ladrón antes ni lo fue después, sino la genial víctima de un país putrefacto cuyas carnes hediondas, disimuladas durante décadas, atufan la Transición, el devenir fingidamente democrático y las consecuencias sociopolíticas que padecemos actualmente con horizontes de peor incertidumbre.

Treinta años después del latrocinio de un patrimonio legalmente establecido, sin excusas que no fueran las de la corrupción imperante en lo institucional y judicial, con D. José María exculpado de toda imputación en 1997 dejando en evidencia el carácter delictivo de la expropiación de 1983, el Estado liquidó Rumasa antigua. Durante ese tiempo se mantuvo la guardia para defender un crimen con toda la abusiva maquinaria de corrupción estatal; esa acojonada maquinaria disfuncional en la honradez se mantuvo por si se descubrían los trapos sucios.

Con dos autos del Tribunal Supremo dictando sentencia de devolución sobre lo esquilmado por la corruptela conjunta de un Estado donde sus prohombres indecentes se enriquecieron repartiéndose el botín;  soportando 16 años de espera por la trampa sacada de la manga de una consolidación de balances que nunca se ha producido; treinta años de la complicidad de un país compuesto por rastreras dignidades, presumida honradez inexistente, honores pútridos engalanados de fama y lujo; tres décadas de engaños con los artífices y beneficiados del crimen respetados inmerecidamente,  fumándose como puros la moralidad elemental, impunes guarros revolcándose en los barros fecales de las falacia que atufan a falsa democracia,  José María Ruiz-Mateos expiró saliéndose con la suya sus enemigos.

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Treinta años son muchos años para creer en la sanidad de este país que hoy se retuerce de idiocia y corrupción generalizada. Una ralea de malnacidos conjuntamente coló la criminal expropiación como hecho legal convirtiendo a la víctima en villano; quien no fue culpable de hechos posteriores quedándose incólume, así debiera ser, su currículum heroico de víctima honrada.

Pero esos cobardes inmundos, millonarios por robo con aquiescencia jurídica, meretrices de alto nivel  y majaderos de todos los ámbitos que arrancaron a dentelladas su parte del festín, respiraron tranquilos cuando la Rumasa antigua, pertrechada todos estos años con 160 millones de euros para defenderse de los litigios del Empresario, se liquidó sumándose al patrimonio de los que ejecutaron el saqueo, tal cual la Finca de la Almoraima, nunca devuelta a quien le pertenecía legítimamente por sentencias jurídicas, y que habría bastado para solventar los problemas de los pagarés. Cuánto más se aliviaron cuando el gran batallador terminó consumiéndose.

Sin embargo, su grandeza se resume en las palabras que me repitió hasta la saciedad- inmerso en el dolor digno de cada día cargado como una cruz de resignación aunque sin parar de luchar en proyectos que pudieran satisfacer las cantidades adeudadas por los vástagos-: “Nachopor muy duro que sea si Dios lo quiere así, Amén”.

Fue un honor y un privilegio que me pidiera luchar a su lado pública y privadamente como su portavoz, en los años en que la traición le llegó de su propia familia que convino en enterrarle mezquinamente; cuanto antes mejor.

En la conciencia lo lleve Teresa Rivero y compañía. Todos pagan la siembra de sus obras tarde o temprano. En cuanto a los muchos enriquecidos con el saqueo de su patrimonio de Rumasa en 1983: falsos y cabrones, delincuencia aceptada y generalizada para vergüenza de España, tampoco vosotros os libraréis, demoníacos y confiados epulones.