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Corinna, una señora de armas tomar

Redacción




Selena Antón.

Juan Carlos conoció a Corinna en una cacería en una finca del duque de Windsor. Los padres de Emilia Landaluce, quien compró las acciones de Libertad Digital a César Vidal, le llevaban las fincas al duque de Windsor.  A la sazón, Corina estaba liada con el duque de Windsor, pero en esa cacería aparece el ínclito monarca y se prenda de ella.  La cacería la organizaron como administradores del predio los padres de Emilia Landaluce. En aquella gesta cinegética, Corina decidió separarse del duque – murió hace pocos años y tenía una fortuna de miles de millones de libras, pero quizá era un poco agarrado – y marcharse con el Borbón.  Quien iba a decir que gracias a los padres de Emilia Landaluce se iniciaría el idilio que tumbó al anterior rey.

Según Pilar Urbano, una fuente muy poco fiable, el campechano comentó, al inicio del almuerzo, que no le sentaran con ese «putón verbenero». De ser así, Juan Carlos es muy voluble o le van los «putones verbeneros». En realidad, Corinna, el último amor de Juan Carlos, se sale del perfil de las amantes del emérito; acostumbrado a las vedettes. Es una señora sofisticada, políglota, bien relacionada y que sabe sacar lo mejor de los hombres. En cuanto cortesana. es una señora de armas tomar; empresaria de Boss & Co Gunmaker, una armería con sede en Londres, y especialmente lleva la división Boss Sporting, dedicada a organizar safaris de lujo.

No es ciertamente Bárbara Rey, ni las mujeres a las que está acostumbrado Juan Carlos; es una mujer poliédrica, de la plena confianza de los duques de Mónaco, una mujer de negocios y una lobista, que los mismo actúa de intermediaria ante la mafia rusa que ante los integristas saudíes. Sabe estar, es elegante. En 2006 tiene encandilado a Juan Carlos y en 2010 la ha puesto un chalet en la tradición española, de hacer con cargo al contribuyente, con fondos públicos, La Angorrilla, a tiro de piedra de La Zarzuela. En varias ocasiones, Juan Carlos le promete que se divorciara de Sofía y que ella será reina de España. Juan Carlos ve en ella «una sustituta en cuanto testaferro de Manuel Prado y Colón de Carvajal, que además es activa sexualmente». De nuevo la histérica cortesana, Pilar Urbano, que tiró un libro sobre los devaneos de Juan Carlos y su corrupción sistémica y sistemática «para no hacerle daño», y va y lo dice, mostrando que es una nulidad como periodista, califica de «miserable» el papel de Corinna, y Jaime Peñafiel, más descarnado, «dice que esto pasa por ir con putas y no con señoras, que éstas no hablan». Precisamente las que están calladas son las del oficio más antiguo del mundo, lugar que está en competencia con el periodismo: no sabe quién es el más antiguo, seguramente el periodismo.

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Corinna le acompaña en los viajes como amante oficial. En una nota del magnate Alweed bin Talai es afirma que Corinna es atendida «como representante de Su Majestad el Rey Juan Carlos». Todo el mundo oficial está al cabo de la calle y, por supuesto, la familia real. Todo va a las mil maravillas, hasta julio de 2017, cuando Juan Carlos tiene el accidente, en un safari de elefantes, organizado por Corinna y pagado por un magnate saudí. Estalla el escándalo. Corinna es apartada, molesta, de repente se convierte en un escándalo que hay que hacer desaparecer. El director del CNI, Félix Sans se reúne en un hotel de Londres, la intimida y ella se siente amenazada. Teme por su vida. El CNI ha confundido los altos secretos de Estado con los más bajos vicios del monarca, hasta llegar al nivel del mamporrero, papel que algunos han jugado con devoción esperando así recibir favores. Que se puede «esperar de un país en el que sus espías actúan como delincuentes», reflexiona Corinna.

Ante tan torpe gestión de Félix Sanz, en el recuerdo de Sandra Mozarowski, también en el de Bárbara Rey, Corinna, la alemana, de origen danés, hace lo que una persona inteligente: darlo a conocer el máximo posible. Amiga de la esposa de Juan Villalonga, el amigo de pupitre de Aznar, se cita con él y con el comisario Villarejo, perejil de todas las salsas, y muestra en las conversaciones, en las que sabe que es grabada, para eso se ha reunido, una gran versatilidad, un conocimiento de las grandes cuestiones, como la Fundación Lucum, como los pequeños detalles significativos, como la máquina de contar dinero que tiene Juan Carlos en Zarzuela, que todo su entorno, incluido Felipe, debe conocer, como la implicación de toda la familia real, que recibía el dinero del emérito para los gastos.

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Aunque lo demoledor es el interés del fiscal suizo Yves Ventossa -de la Justicia española sólo cabe esperar lacayismo y ninguna investigación-, Corinna no es la amante despechada, sino la socia a la que se ha despedido y se siente amenazada. Lo que dio resultado en otras meteduras de pata de Juan Carlos, como en el caso de Bárbara Rey,no lo ha dado con la ujer de mundo que se Corinna zu Sayn Wittgenstein, princesa, y Su Alteza Serenísima, mal que les pese a sus detractores. Una señora de armas tomar.