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Ramón Peralta: «Los ciudadanos deben cumplir el ritual de las urnas para dar legitimidad a los suplantadores»

Redacción




Enrique de Diego.
Ramón Peralta es profesor titular de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense. Desentraña aquí las nefastas claves del Estado de partidos que padecemos  y los motivos que le han llevado a firmar el Manifiesto por la abstención activa de cara a las elecciones gallegas y vascas.
.- Usted es uno de los firmantes destacados del Manifiesto por la abstención activa para acabar con el Estado de partidos, de cara a las elecciones gallegas y vascas. ¿Creen que los ciudadanos darán la espalda a estos parásitos o se dejarán una vez más engañar por los cantos de sirena?
La abstención será muy elevada. Hay que comprender que la sociedad española este año 2020 está viviendo unas circunstancias excepcionales donde se juntan la crisis general provocada por el coronavirus y su mala gestión y el agotamiento de la fórmula política de la Constitución de 1978, la monarquía parlamentario-partidocrática. La crisis de representatividad respecto de la clase política. La institución monárquica vive su peor momento desde la restauración borbónica de 1975. Los ciudadanos comprueban como el Presidente del Gobierno depende de minorías separatistas para poder gobernar, lo que es una estafa a la soberanía popular. El descrédito y el desapego hacia las instituciones actuales es creciente.
– ¿Qué dinámica se abriría de producirse la deslegitimación de la casta parasitaria por una abstención muy alta?
Una abstención especialmente elevada deslegitima a los actores políticos del régimen partidocrático, evidencia su creciente desconexión con  los ciudadanos. Y esto es campo abonado para la necesaria reforma política que conduce a una república constitucional como punto de llegada de nuestra historia política contemporánea, siempre en positivo.
– Díganos cómo actúa la legitimidad de origen. ¿Es un hecho objetivo de consecuencias funestas para la casta o ésta se lo puede saltar a la torera sin tenerlo en cuenta?
La legitimidad de origen es la que procede de unas elecciones libres. Si aumenta mucho la abstención esa legitimidad queda dañada pero no impide la continuidad del esquema partidocrático. Eso sí, lo deja en evidencia.
– En Francia ha ganado la abstención, señal de que la desafección hacia la pútrida casta política se extiende por Europa…
En Francia la participación ha bajado claramente del 50%, un dato prácticamente inédito en décadas. El impacto de la crisis del coronavirus es evidente. Aunque en Francia el sistema electoral es claramente más representativo que en el caso español: en el caso del poder legislativo todos los diputados son elegidos según la fórmula mayoritaria en distritos uninominales. Además, el Presidente de la República es elegido directamente por los ciudadanos en distrito nacional único, aunque dicho Presidente tenga que coexistir con un Primer Ministro elegido por los parlamentarios.
Ramón Peralta.
– ¿A qué vota el ciudadano en una lista?

En un sistema electoral de tipo proporcional con listas cerradas y bloqueadas de partido, como es el caso español actual, los ciudadanos se limitan a confirmar lo decidido por el jefe del partido y su exigua cúpula que son los que elaboran esa lista. Entonces los diputados así elegidos lo son gracias a la decisión de su jefe de partido que los colocó en la parte alta de la lista. Entonces el diputado debe su escaño principalmente al que le colocó en la lista, pues el requisito para ser diputado es entrar en esa lista plurinominal de candidatos. Este hecho produce la nefasta consecuencia de que el verdadero elector del diputado es el jefe del partido y nunca los ciudadanos. Los ciudadanos deben cumplir el ritual de las urnas para dar la apariencia de legitimidad a unos señores que más que diputados representantes de los ciudadanos por su distrito, se convierten en suplantadores de éstos, ciudadanos electores que son ignorados deliberadamente por sus presuntos representantes. En un sistema proporcional de listas de partido los diputados saben muy bien a quien representan: al jefe del partido y sus reducida cúpula de colaboradores, es a ellos a quien deben realmente su escaño. Y si quieren repetir en la lista las siguientes elecciones ya saben lo que deben hacer: docilidad, obediencia ciega al jefe del partido y alejamiento discreto respecto de sus electores. El único requisito para ser diputado en un sistema electoral proporcional de listas de partido es que el jefe te ponga en la lista; los méritos, la capacidad, la representatividad, el espíritu de servicio, todo eso no tiene ninguna relevancia.

De todo ello se deduce la necesaria reforma del sistema electoral hacia una fórmula mayoritaria de distritos uninominales donde los ciudadanos, en distritos más reducidos, eligen por mayoría a un representante real, a su diputado personal de distrito.
– Algunos ven en Vox un factor de regeneración, yo no sé porqué, cuando son Estado de partidos en estado puro, usted que ha seguido a dicho partido desde su fundación, ¿dígame si han venido a salvar a España o a colocarse?
Bajo nivel de la dirigencia de Vox
– Perdone, pero yo es que veo a Santiago Abascal un tarugo a la búsqueda de un sueldo, que practica el nepotismo y el amiguismo en amplias dosis, a Vox una escombrera del sistema y a Abascal, una escoria…
El Estado de partidos ha entrado en fase terminal
– Si la abstención es alta, ¿se abrirán posibilidades a la República Constitucional?
Una abstención muy elevada pone en cuestión a cualquier régimen político. Yo considero que la actual fórmula política del Estado español fijada en su actual Constitución (la monarquía parlamentaria-partidocrática de tendencia confederal), ha entrado este año en fase terminal. La reforma política profunda que necesitamos conduce a la República Constitucional, la forma política de los pueblos libres, forma soberana, democrática y patriótica. Con la República Constitucional España se colocaría indiscutiblemente en la vanguardia política de Europa donde proliferan actualmente las fórmulas parlamentario-partidocráticas, con mucha libertad civil pero sin verdadera libertad política y cada vez menos libertad económica.