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El periodismo distópico de Risto Mejide

Redacción




Luis Bru.

El sistema de la corrección política tiene varios grados de penalización hacia sus críticos: 1) la conjura de silencio; b) la ridiculización; c) la criminalización: delitos de odio, actuación de los tribunales; e) la eliminación física, como en los casos de Pim Fortuyn y Georg Haider. Es obvio que a Risto Mejide le toca la ridiculización, que busca denigrar al contrario, pero que sobre todo los espectadores sientan miedo de sentirse identificados con el personaje y sus planteamientos. Un formato relativista, Todo es mentira, unos colaboradores humoristas de sal gorda y la acidez de Risto. En primer lugar puso en el objetivo a Eduardo Inda, Alfonso Rojo y Federico Jiménez Losantos. Luego ha añadido a Javier Negre. La derecha mediática. Hizo algunas incursiones contra Pedro J Ramírez, pero a medida que se ha vuelto sumiso al poder se le ha ido dejando fuera. Risto Mejide es un producto del ascenso de Vox.

Pero irrumpió la pandemia y el formato quedó sin objetivos, en el alero. Se ha convertido en un programa distópico, que refleja una parte de la realidad delirante y otra simplemente no la refleja, como sucede con el caso Dina Bousselham. Todo es mentira ha conseguido pasar por la pandemia sin enseñar un solo ataúd o el mínimo de sufrimiento humano, y eso que ha habido mucho. Primero fue un chivato inquisidor en favor de las requisas, aquello no daba para mucho, luego buenismo empalagoso y balcones; Risto Mejde es el más manipulador de todos, porque se presenta con los ropajes de una falsa sinceridad o una mendaz introspección sobre sí mismo; el no es científico, no es sospechoso de ser nacionalista, ni tan siquiera es periodista sino publicista…El espectador se desarma ante tanta falsa humildad. Risto Mejide ha preguntado mil veces cuándo llegará el momento de exigir responsabilidades y ya se le está pasando el arroz. Nunca verá responsabilidades porque ello le enfrentaría al Gobierno.

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Poco a poco se ha ido hundiendo en un extraño periodismo distópico, que presentándose como objetivo, en realidad es maniqueismo; no hay ningún espacio dedicado a la izquierda mediática ni que la roce. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Siempre sigue el ritmo del Gobierno, sólo que esté se ha ido sumiendo en la confusión y en Todo es mentira no se aclaran. Sería mucho pedir un programa que reflejara la realidad, pero al menos que digan que lo pretendan, cuando de principio ni lo intentan. Risto es un fraude. No distinto del oligopolio televisivo, que ha descubierto el periodismo distópico.

Risto Mejide tendrá que afrontar las consecuencias cuando la ira y la indignación del pueblo se manifieste, porque no todo es mentira, aunque sí el programa.