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La epopeya de Rambla Libre

Redacción




Enrique de Diego.

Una frase de Julio Ariza, el farsante y estafador, me hizo pensar: «disparas con mis armas». Lo dijo para imponerme la más brutal censura en los tiempos en que era un lacayo miserable de Mariano Rajoy, ¡que ya hay que ser lacayo! Mi obsesión, tras mi despido, era dotarme de mis propias armas, de un digital con el que volver al principio de mi narrativa, al periodismo escrito.

En 2016, un buen amigo me gestionó con México un magnífico diseñador que, completamente gratis, hizo el diseño de Rambla Libre, que gustó mucho. Empecé a escribir. Había valorado mal la respuesta de los lectores. Había pensado en que acudirían en tropel al único medio libre y no fue así. Fue una lucha ímproba, callada, llena de esfuerzo, en la que varias veces estuve a punto de tirar la toalla. Recuerdo, al menos, dos, pero han sido muchos más los momentos de desánimo, que me duran bien poco, un día, nunca una noche o más allá de ella, porque el sueño me regenera.

Con motivo de los brutales atentados integristas de Barcelona, ese mindundi de Carles Puigdemont, representante de la degradación del separatismo, el último refugio de los más imbéciles, se le ocurrió llamar miserables a los que denunciaban los brutales fallos de los mossos, consecuencia de los errores intelectuales del separatismo. Se me ocurrió escribirle una de mis cartas. El tema prendió, se viralizó, se internacionalizó y aún se mundializó, se leyo en todos los países (menos Corea del Norte y el Chad, y otros dos más raros que un perro verde). Tenía una audiencia ascendente de 1.300 en todo momento, leyendo constantemente. Preventivamente, mandé un correo electrónico a mi amigo y que lleva el sistema informático, esperando una pronta respuesta, que no se produjo. Llamé al móvil, silencio. Pasaban las horas, la audiencia seguía subiendo y continuaba el silencio. De repente pasó lo previsible e inevitable: el sistema quebró y pasó a cero.

Pasó un día y medio hasta que llamémosle el informático se puso en contacto. Cansado de trabajar se había tomado unas breves -para mí, eternas- vacaciones, un fin de semana romántico con su sempiterna novia, que digo yo que ya son matrimonio y que debían pasar por vicaría, en los Apeninos italianos, en el único pueblo, buscado a propósito, donde no había cobertura; había bajado a otro pueblo y había visto mis correos angustiados. Tardó unas horas en poner en marcha la red. Y ya nos pasa, porque contratamos un sistema en red, de forma que cuando se supera un servidor, entra otro.

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Un momento malo fue también la absurda e infundada querella presentada por Ignacio Aguado y, sobre todo, la actuación de la juez Marta Alba Tenza, que en vez de llamar a los testigos, en cuyo caso tendría que haber empapelado al chorizo traidor de los implantes capilares, me puso, en un auto de plantilla, sin fundamentar nada, por el artículo 33, para quedar bien con un político, me puso una fianza de 20.000 euros; inútil e incompetente hasta decir basta que a pesar de haber sido reprobada persiste en su error. Clarísimo ejemplo del deterioro de la Justicia, una vergüenza incluso para un Estado de partidos sin separación de poderes. Sobre  todo porque concatenadamente una loca de la colina, un pozo de odio, Isabel López de la Torre, amiguísima de Cruz Sánchez de Lara, la vetusta amante adúltera y luego esposa del anciano Pedro J Ramírez, me presentó una ampliación de denuncia, ella que ha perdido completamente el juicio, por eso tan esotérico y difuso de delito de odio pidiéndome dos años de cárcel y 100.000 euros. Los ha perdido también. Ignacio Aguado e Isabel López de la Torre, amiga de la feminista radical, el último refugio de las estúpidas, detrás de ellos se ve el narizón ganchudo de Pedro J Ramírez, un personaje deleznable, que tiene una doble moral sobre la libertad de expresión. ¡Qué tipejo, propio del Estado de partidos!

Uno anda por ahí diciendo que todos los redactores soy yo con pseudónimo. Sería una proeza y un ejemplo de profesionalidad y de periodismo como no hay en los anales; es como un director de orquesta que tocará todos los instrumentos.

Pero cuando la epopeya se vino abajo fue el 19 de mayo de 2019. Ese día ingresé en el hospital aquejado de un ictus; las carótidas me habían jugado una mala pasada. Mi querida esposa se desesperaba llamando a una ambulancia; a la tercera lo consiguió. No tenía ninguna deficiencia locomotriz y me negaba a ser llevado al Hospital; una vez tuve que firmar que me negaba a ir. Todavía en Urgencias dije que no me pasaba nada, que sólo tenía la voz gangosa. Tenía que haber hecho caso a mi esposa. El digital ya era inviable. ¡Qué iba a hacer descerebrado! Me dieron de alta el 15 de mayo. Puse algunas noticias antiguas de César Vidal, de lo que le había hecho el pigmeo trincón de Federico Jiménez Losantos, porque me sentía anímicamente muy cercano al gran César, que estuvo a punto de sufrir un ictus en un Consejo de Administración de ese chiringuito infecto de Libertad Digital SA. Tuvieron, de nuevo, mucha audiencia. Al cabo de una semana, ayudado por mi hijo, decidí reiniciar a medio gas.

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Hoy, un año después, he mejorado pero no estoy bien. La vida es una lección de humildad. Doy gracias a Dios que me ha permitido recibir ésta. Mi orgullo era escribir muy rápido, con los diez dedos. Lo achacaba a ETA, a sus terribles atentados, que siendo un joven jefe de la sección política de Abc, cuando se producían en la hora de cierre, lo cual no era infrecuente, nos tocaba tirar todo el trabajo a la papelera, y empezar de nuevo. Pues bien ahora escribo con dos dedos, con frecuencia tengo que borrar la palabra porque he cometido errores, equivoco los apellidos y tengo que revisarlos, tengo que parar y tranquilizarme; lo que antes me costaba uno, ahora me cuesta siete. A cambio, me da más tiempo para pensar.

Cuando la sufriente España, y aborregada y pastueña, ha sido llevada hacia la aniquilación por un callejón sin salida, aquí estoy dispuesto a dar la última batalla, la decisiva por la República Constitucional, con mis propias armas, con Rambla Libre. La epopeya continúa hasta la victoria final.