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«Conspiranoia»: Luchando contra tres mequetrefes falsarios

Redacción




Enrique de Diego.

Miró a la portada de mi libro «Conspiranoia» y no doy crédito: ¡que yo me viera obligado a escribir este libro para intentar volver a cordura a la sociedad! ¡que tuviera que combatir las mentiras de tres mequetrefes falsarios como Pedro J Ramírez, Federico Jiménez Losantos y Luis del Timo!

Vos a describir la intrahistoria de mi libro. El 11 M fue el atentado más sencillo y más terrible: islamistas consiguen dinamita de Mina Conchita, organizan las bombas utilizando como temporizadores los móviles, ponen las bombas en los trenes, algunas no explotan, un tedax, Pedro, desactiva la de la comisaría Vallecas, se detiene a Jamal Zougam, se localiza a los desquiciados terroristas en un piso de la calle Martín Gaite de Leganés, se suicidan matando al heroico Geo Francisco Javier Torronteras

Meses después el que merece ser tenido por el periodista más mentiroso, Pedro J Ramírez sentencia que «cada vez hay más indicios de que el 11 M fue organizado por los aparatos del Estado» y se quedó tan fresco: no acusaba a nadie y expandía la duda hacia todos los policías. Tanto insistía sin desvelar nada, que me cité con el secretario de organización de la Confederación Española de Policía, Lorenzo Nebreda, en un bar de la plaza de Guardamar del Segura. Le pregunté: «Lorenzo, ¿hay algún indicio de que el atentado fue perpetrado por policías? Ninguno, nada de nada. ¿Entonces porque lo alentáis vosotros? Somos un sindicato de derechas y sino nos sacan ni en El Mundo ni en la COPE». Tragué saliva, se me subió la indignación y le recriminé: «Lorenzo, ¡por favor!, que hay un Policía muerto, que además era afiliado la CEP, y que no le defendáis clama al cielo». No conseguí que variara su postura. Me pareció lamentable vivir en un país en el que te ordenan que ataques y luego los mismos que lo han ordenado se ciscan en tu memoria, que es lo que hicieron los inútiles Angel Acebes, Agustín Díaz de Mera, Eduardo Zaplana…

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Aquello tenía algo de mentira tramposa, de pacto en la cumbre de las élites para dar mercancía averiada con que entretener al personal, como auténticos pardillos, porque mientras tanto el depravado y degenerado Pedro J tenía las mejores relaciones con José Luis Rodríguez Zapatero y se paseaba por la Moncloa en franca camaradería. Lo de Losantos fue peor. Cuando le preguntaron, en los primeros compases, por la veracidad de las informaciones del infame Pedro J respondió: «es una buena técnica para vender periódicos». De juego amoral al perfecto terrorista.

Hice un prolijo trabajo de investigación, aunque no había que investigar, en el que la guinda fue ser el único periodista que ha conocido a Pedro, el tedax, y escuchar de su boca el relato de la desactivación de la bomba. Recuerdo que Enrique Boto, luego recalado en Ciudadanos, quien decía que habían visto a Francisco Javier Torronteras vivo en Sudamérica, le pregunté qué buscaba al decirlo: protagonismo. ¡Qué tipejo!

El caso es que publiqué el libro y se colocó muy bien en los puntos de venta. Hicieron un gran pedido de El Corte Inglés e hice una tirada de 20.000 ejemplares, Con mi distribuidora SGEL tenía firmado un contrato raro, según el cual por no sé qué fórmulas, pagaban por los ejemplares distribuidos, pues según sus estadísticas nunca se equivocaban. Pues se equivocaron. Se suponía que por el contrato tenían que pagarme un pastizal, pero resultó que el pueblo soberano estaba encantado de que Pedro J y Losantos -lo de Luis del Timo es de delirium tremens, al final se inventó la teoría mutante, ¡de pena!- les manipulara y decían querer saber la verdad, pero lo que querían era que les mintieran a modo, y sin límites, mientras Zapatero y Pedro J se echaban una risas sobre lo tonta que es la gente y Losantos tenía tema para vociferar sin sentido, para que le pagaran los servicios prestados de la caja B del PP y Luis del Timo, un muerto de hambre, conseguía colocarse diciendo cosas tan delirantes y abracadabrantes como que «lo de Leganés fue puro teatro». Fue a hablar de putas, la tacones.

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El caso es que mi distribuidor no quería cumplir el contrato, a pesar de las seguridades de todo tipo que le daba. La única solución para que dejara de sudar frío fue resolver el contrato y quedarme fuera de una de las mejores distribuidoras de España. ¡Qué se le a hacer!

Aquella mentira duró años y tuvo una víctima colateral. Magadalena, la mujer del comisario Rodolfo Ruiz, no aguantó la presión mediática y se hundió en la depresión. Antes de morir, dijo: «Pedro J y Losantos son unos hijos de puta». Además de hijos de puta, son unos mentirosos compulsivos y unas manipuladores. Pero lo cierto es verdad es que la base social de la derecha se lo dejó hacer, asumiendo una responsabilidad histórica que ahora pasa factura. ¿Estará un pueblo tan servil acostumbrado a seguir a los mentecatos o romperá amarras y aprenderá discurrir por sí mismo y a ganar su libertad?