Josep Sansano.
El pasado sábado 14 de Junio, un grupo de ciudadanos, muchos de ellos miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, organizaron de forma independiente una concentración a las puertas de la comisaría de la guardia civil de Alicante, como muestra de apoyo a la benemérita ante los desmanes que el indigno ministro Marlaska ha dirigido tanto al cuerpo como a sus mandos, empezando por el injustamente destituido coronel Diego López de los Cobos.
La loable iniciativa, totalmente independiente de cualquier color político, se vio deslucida por el oportunismo político de VOX Alicante, y muy especialmente por el afán de protagonismo de su despótica presidenta Ana Vega y su camarilla de vividores. Desde el momento en que la concentración llegó a oídos de la organización local la formación verde, sus redes sociales comenzaron a trabajar para fagocitarla y convertirla en un acto de partido para mayor gloria de su presidenta, demasiado ausente en la pandemia a causa de su avanzado embarazo.
El resultado no pudo ser peor, la desafección de los ciudadanos por VOX Alicante, supuso que solo acudieran al encuentro unas escasas 150 personas, convirtiendo lo que pudo ser un noble y espontaneo gesto de apoyo ciudadano en un patético grupo de gritones ocupando un trozo de acera. La humillación a los organizadores no quedó ahí, puesto que estos fueron desplazados a un lateral de la calle para ceder por completo la primera fila a Vega, su marido y concejal Mario Ortola, o al “diputado obrero” y amigo personal de Abascal, David García.
En una segunda lectura, el acto también evidenció la cada vez mayor soledad de la cúpula de Vox Alicante, y el absoluto quiebro con las endebles estructuras del partido en la provincia. La ausencia de concejales de otros municipios como Elche, San Juan o Campello, habituales en esta clase de eventos, fue atronadora, máxime cuando fueron convocados para acompañar a la sindica, mientras que Pepe Bonet, concejal junto a Ortola en el Auntamiento de Alicante, y su mujer fueron apartados a un lugar secundario en la retaguardia como castigo por la guerra abierta que mantiene con el matrimonio Vega/Ortola. El único cargo presente con algún vínculo militar, y por tanto con una presencia justificable en el acto “castrense”, el diputado y teniente general Manuel Mestre, también ocupó un discreto lugar a uno de los lados de Ana Vega, que se convirtió en un abismo gracias a las redes sociales del partido verde, que como viene siendo habitual, lo omitieron en casi todas las fotos del acto.
Por si lo relatado no fuera ya suficiente insulto a la maltratada Benemérita, la inadecuadísima indumentaria que lucieron Vega, Ortolá y muy especialmente David García, quedó muy lejos de la dignidad del cuerpo al que se honraba, o del cargo que ostentan como representantes públicos. Los aludidos asistieron con aspecto desaliñado, más propio de un gimnasio, o de una charanga de un círculo podemita que de un acto con la Guardia Civil. Las mayas embutidas, los vaqueros “bombachos”, las bermudas o las raídas camisetas se convirtieron en la comidilla de los indignados asistentes.
Los que se llenan la boca con loas a los cuerpos de seguridad del estado les hicieron un flaco favor el sábado, demostrando una vez más su patriotismo de cartón piedra y su cara de cemento armado.