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Javier García Isac: «Enrique de Diego, que no deja a nadie indiferente, considera que ha llegado la hora de la República Constitucionalista»

Redacción




Javier García Isac. Director de Radio Ya.

Enrique de Diego lo ha vuelto hacer. El veterano periodista ha vuelto a sorprendernos. Su último libro, “República Constitucional” (Amazon) un pequeño manuscrito donde condensa de una forma muy resumida y breve, lo más importante del pensamiento del gran Don Antonio García Trevijano y donde también nos da las razones de la vigencia política del su legado, ha sorprendido a propios y extraños. Un libro de “combate ante la grave situación económica en la que se sumerge España y las clases medias”. A la claridad a la que nos tiene acostumbrados el periodista en todos sus artículos y libros, se le suma ahora, la clarividencia de la exposición de motivos por el cual el pensamiento “trevijanista” es la solución ideal, la solución perfecta, para salir del “atasco” político y moral en el que se encuentra la sociedad española. Enrique de Diego utiliza una forma muy eficaz y sencilla para justificar el legado de García Trevijano, como fórmula para solucionar gran parte de los males que aquejan a España.

Enrique de Diego considera que es la hora de poner en práctica el pensamiento de García Trevijano a través de una república constitucionalista, y es muy posible que no le falte razón. Es innegable la claridad de ideas y la fortaleza de Enrique de Diego a la hora de exponer los principios y la motivación que le conducen a esa rotunda conclusión. Enrique considera a Antonio García Trevijano como un personaje providencial, un adelantado a su tiempo, cuyo pensamiento está ahora más vigente que nunca, pensamiento y legado que nos dan esperanza para un futuro próximo. La partitocracia es un mal endémico de nuestro tiempo que tiene como antídoto el legado político de García Trevijano.

La democracia que conocemos desde hace ya cuarenta años, no es una democracia representativa, y nos hurta nuestra soberanía, que queda diluida entre los distintos partidos políticos convertidos en sindicatos de intereses, muy alejados de los intereses de aquellos a los que dicen representar. El diputado se convierte en un desconocido que no rinde cuentas al elector, sino a la dirección del partido, que puede someterle al chantaje de no volver a contar con él, si no es sumiso con la dirección de la organización.

La relación entre elector y elegido quiebra, pues es el partido quien decide lo que el elegido debe defender en cada caso, en cada momento, a pesar de las promesas electorales realizadas en campaña. Nos creemos libres por ejercer cada cierto tiempo nuestro derecho al voto, pero es una libertad efímera, pasajera, ficticia, y en la mayoría de las ocasiones, poco real. El elegido no rinde cuentas al elector, no tiene más vinculo que el de pertenecer a una lista cerrada, donde en la mayoría de las ocasiones, él elector ni siquiera conoce a los miembros que componen esa lista, solo está familiarizado con las siglas por las que opta.

Enrique de Diego nos recuerda como García Trevijano afirmaba que el estado de partidos puede caer en cualquier momento mediante una catástrofe, un gigante con los pies de barro. Es muy posible que ya estemos frente a esa catástrofe a la que se refería Antonio García Trevijano, lo que falta por saber, es si ha llegado el momento de llevar a la práctica las teorías de García Trevijano. Enrique de Diego no alberga ninguna duda. Es ahora o nuca, estamos frente a la desnacionalización de España, frente al ataque sistemático de sus símbolos y tradiciones. El sistema funciona mediante la corrupción y mediante la fragmentación de la unidad de España. Enrique de Diego aboga por un gran proyecto nacional, como el propuesto por García Trevijano, con una circunscripción única nacional que no esté sometida a intereses regionalistas. La elección del diputado a través de distritos uninominales y mediante sistema mayoritario. Aboga por una separación real de poderes que en este momento no existe y sin la cual, la democracia es una farsa.

Enrique de Diego no deja a nadie indiferente, pero todo lo que plantea es realizable y sensato, es claro, concreto y conciso. El ciudadano es súbdito y las clases medias serán proletarizadas. Un pueblo “pastueño y lanar”, pero aun así, Enrique encuentra motivo para la esperanza, lo primero, ir a una “República Constitucional” y a una “Democracia Representativa”, con la posibilidad de la revocación del diputado que no cumpla con aquello a lo que se comprometió. Fundamental la lectura de la última obra de Enrique de Diego, para mantener la esperanza de que una España mejor es posible.