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Comunismo: Materialismo histórico y responsabilidad colectiva

Redacción




Karl Marx. /Foto: elviejotopo.com.
Karl Marx. /Foto: elviejotopo.com.

Enrique de Diego

Discípulo de Hegel, de la izquierda hegeliana, utilizando la dialéctica –hipótesis, tesis y síntesis- como método, inmerso en la ambientación mental cientificista del siglo XIX, Karl Marx presentó sus teorías como “ciencia”, como un proceso histórico determinista, cuyas leyes internas él había descubierto.

Esta posición que ganó adeptos y que se conoce como “materialismo histórico”, según el cual el devenir humano es movido por oscuras y tenaces fuerzas económicas de lucha de clases, es otro pernicioso error intelectual.

El comunismo establecía que la historia era el mosaico de la lucha entre clases, cuyo último estadio, hacia una especie de parusía final, de fin de los tiempos, era la concentración del capital en unas pocas manos y la aparición del proletariado como fuerza emergente y cada vez más numerosa y empobrecida que exterminaría a la burguesía e impondría la dictadura del proletariado como paso previo a la sociedad sin clases. Todo esto era un proceso inevitable, determinado por esas leyes internas irresistibles de la historia.

Esa idea de un proceso determinista por etapas que puso en boga el positivismo de August Comte fue muy habitual en los primeros progresistas. Sin embargo, observamos que hay tribus que viven en la edad de piedra o en la de hierro; sociedades, como las islámicas, que se han instalado en parámetros medievales. No hay una marcha rectilínea en el devenir humano; hay meandros, retrocesos. No existe la Historia, como remedo del ser supremo, ni mucho menos esconde en un interior arcano leyes inexorables. El materialismo histórico pertenece al mundo del error que Karl Popper estudió con gran profundidad denominándolo historicismo. De hecho, el futuro siempre está abierto y depende nuestra responsabilidad. Aunque obviamente el mundo y las personas se mueven por intereses económicos, no son los únicos factores que pesan en el devenir humano. Los pactos entre Hitler y Stalin o la invasión de Rusia por las tropas hitlerianas fueron decisiones personales, de autócratas, sin responder a consenso alguno, sino que ambos actuaron movidos por groseros prejuicios personales. El futuro es impredecible porque, entre otras cosas, depende de los adelantos técnicos que modifican nuestra forma de vivir y nuestras categorías mentales. La evolución del capitalismo no respondió, en ningún caso, a las profecías de Marx, sino que extendió la riqueza y el consumo a amplias capas de la sociedad, formando una base sólida de clases medias; las sociedades desarrolladas desplegaron un fuerte sector de servicios, mientras los avances técnicos en maquinaria redujeron el proletariado.

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Es preciso tener en cuenta que Marx, y los comunistas, no hablan de burguesía o de proletariado como conceptos abstractos descriptivos de una sociología, sino que los dotan de un contenido esencialista, de forma que los individuos participan de una esencia común y desaparecen propiamente como individualidad. Este es un error medieval, relacionado con el debate sobre los universales, pero tiene muy perniciosas consecuencias. Las esencias simplemente no existen. Cada persona es un absoluto. Al sumergirse en categorías mentales colectivistas y esencialistas, se eliminan la libertad y la responsabilidades personales, que sustentan y son la gran contribución de la ética judeocristiana, para establecer una responsabilidad colectiva, de forma que la persona ya no es inocente o culpable por sus actos, sino por pertenecer a una u otra cosa, por tener tal o cual status o profesión o por ser religioso o incluso por carecer de conciencia de clase.