Enrique de Diego.
El mundo está superando el cristianismo, último reducto del individualismo, de la rebelión del hombre que se niega a vivir como las bestias; el protestantismo ha sido eliminado y el catolicismo ha perdido su fuerza, infectado de modernismo, la herejía que niega la Revelación. La apostasía es general. Cada semana, hay apóstatas, entre el clero, entre los obispos. Se ha extendido la eutanasia que se administra asépticamente cuando se solicita o cuando los familiares lo creen conveniente. La masonería y el comunismo de detritus han unido esfuerzos y propugnan el triunfo del panteísmo humanitario. En ese caldo de cultivo, aparece el emperador del mundo; tal que George Soros que siendo adinerado, es adorado por toda la izquierda, por Pablo Iglesias igual que por Alberto Garzón, que lo tilda de filántropo. Y que es especialista en esperanto, la nueva lengua, como el señor del mundo.
El globalismo se impone, como la nueva dictadura, la nueva tiranía. Las naciones son consideradas propias del egoísmo individualista. «Ahora hay una única entidad y no está dividido en muchas». La superstición católica va a ser superado mediante el exterminio. Se impone una religión laica, vagamente humanitaria. «Es el panteísmo. Desarrolla ciertos rituales de corte litúrgico de común acuerdo con la masonería. Tiene un credo propio: Dios es el hombre, amén de todo lo que concurre con esta idea. En cierto modo, tiene, por tanto, verdadero alimento que ofrecer a quien tenga anhelos de religión. Idealiza, pero no plantea exigencias de ninguna clase sobre las facultades espirituales del ser humano». Un catolicismo «carente de su esencia cristiana, la adoración de la humanidad hábilmente divinizada. No era el hombre quien pasaba a ser directamente objeto de culto, sino el concepto abstracto de la naturaleza humana, aunque privada de todo principio sobrenatural».
Los católicos, menguados, no ven otra salida que el martirio sobre todo ante la Ley del Juramento, con la festividad dedicada al feminismo. Se preguntará si acaso creen en Dios y sí responden afirmativamente, serán eliminados. Ha terminado el reinado de los sacerdotes, y viene el reino del Salvador del Mundo, «la fuerza suprema del mundo», aunque no parece «en rigor que los humanitarios hubieran recurrido a la violencia». El último reducto de resistencia, el nuevo Papa católico se ha instalado en Nazaret, allí vive en secreto, allí será traicionado por nuevo Judas, y hacia allí vuela «el señor del mundo»…
El autor de esta novela distópica o, en términos cristianos, apocalíptica, de esta profecía novelada, por lo auténtica que es, porque se está cumpliendo, en gran parte, ante nuestros ojos, «El señor del mundo», es Robert Hugh Benson (13-11-1871, 14-10-1914) y estudió teología en el Trinity College, Cambridge. Hijo de Edwar White Benson, arzobispo de Canterbury. Fue ordenado por su padre. En 1903 se convirtió al catolicismo, produciendo un enorme revuelo. La obra fue escrita en 1907 y se lee con inusitado interés, dada su actualidad y el climax que logra. Robert Hugh Benson fue, sacerdote católico, un escritor de éxito, con obras de teatro, novelas, historias para un público infantil.
Su obra más conocida es «El señor del mundo», y en él los personajes tiene intensos debates de conciencia, como Mabel, esposa de un político inglés, que acaba con la madre de éste, «en cuanto comenzó la agonía final. Se resistió, pero yo sabía que ése era su deseo» y que entra en desesperación cuando ve que los humanitarios recurren al asesinato, porque «el hombre era un Dios con el que ella no deseaba tener nada más en común».
Un libro que sorprende por su similitud con lo que estamos viviendo.
Robert Hugh Benson, Señor del mundo, Editorial San Román, 381 páginas.
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