De 213 estados sólo hay 25 descentralizados, o son muy extensos (Estados Unidos, Rusia, India, Australia, Canadá) o surgidos de pequeños estados buscando eficiencia y tamaño (Suiza). Aquí un territorio pequeño se ha troceado en 17. Tenemos 17 parlamentos, además de los nacionales, 17 defensores del pueblo, 17 consejos consultivos, 17 tribunales de cuentas, 17 gobiernos.

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El gasto de las autonomías era de 160.544 millones de euros en 2007; en 2016 fue de 179.679 millones, con un incremento del 11,9%. En 2015, el aumento de la masa salarial autonómica fue del 4%, el del gasto corriente, el 5,2% y las subvenciones aumentaron el 5,2%.

Los parlamentos autonómicos se han dedicado a legislar generando barreras entre unas regiones y otras. Así, por ejemplo, había una licencia de caza nacional; ahora es precisa una para cada autonomía. Resulta más sencillo comerciar con otras naciones de la UE que entre regiones.

Las pensiones serían sostenibles si elimináramos las autonomías, en las que cada año se despilfarra el 10% del PIB.

Hay más de 200 embajadas «autonómicas» y 3.000 coches oficiales, la nación con mayor número de coches oficiales. Bastaría eliminar las conserjerías de Sanidad en manos del Estado central, con la compra centralizada de medicamentos, para que nos ahorráramos 50.000 millones de euros. Pedro Sánchez, sin buscarlo ni quererlo, ha puesto el dedo en la llaga.