Mike Sala.
El gobierno PSOE-Podemos no ha sido capaz de crear confianza entre los españoles en estos momentos de creciente crisis. Tampoco es que se haya esforzado en conseguirlo.
Todas y cada una de las afirmaciones de Sánchez, sus ministros y sus asesores han resultado ser directamente falsas o no se han cumplido por falta de previsión y preparación de las autoridades y los responsables pertinentes. Todo en Sánchez es falso, pero muchos no han querido reconocerlo hasta que no ha llegado la ocasión en que este infame e inútil presidente de gobierno debería haber demostrado que vale para el puesto. Y como no podía ser de otro modo, la realidad ha puesto a este político profesional, carente de toda virtud necesaria para ostentar la presidencia del Gobierno de España, en el sitio que merece.
Ha sido durante el estallido de esta crisis del coronavirus, crisis que está costando ya demasiados muertos y cuyas nefastas consecuencias son aún difíciles de calcular, cuando se ha puesto de manifiesto otra de las consecuencias que puede llegar a soportar una nación cuando un gobernante falsario, cuya imagen ha sido edificada sobre la mentira, la manipulación y la ausencia de todo principio moral, decide rodearse no precisamente de colaboradores preparados y meritorios para dirigir un estado, sino de personas cuyo único requisito parece ser la obediencia y el fanatismo por un líder y la carencia de todo escrúpulo y conciencia. Por eso, la presidencia en funciones de Pedro Sánchez no ha pasado de ser una desoladora época de continuidad de las desastrosas legislaturas del gran traidor Mariano Rajoy, y su actual mandato en alianza con Podemos y con el apoyo de independentistas delincuentes, ladrones y proterroristas, un despropósito que ha llegado a convertirse en fatalidad con la llegada del coronavirus a nuestras tierras.
El director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias declaró que el coronavirus no llegaría a España, y en caso de llegar, su incidencia sería mínima en la población. Posteriormente dijo que no había razones para alarmarse, ni para tomar precauciones especiales, que el riesgo estaba delimitado, que no estaba previsto llegar a suspender actos multitudinarios, ni cerrar centros educativos, que la red hospitalaria podría soportar la incidencia del virus aplicando la misma metodología que se emplea contra la gripe cada año y que no supondría riesgo serio celebrar las manifestaciones feminazis del 8M. en el momento de escribir estas líneas, este pertinaz falsario director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias aún no ha tenido la decencia de dimitir, ni ha sido cesado de su puesto.
El mismo día en el que uno de los asesores de Sánchez aseguraba que los supermercados no iban a tener problemas para surtir a sus clientes, los clientes comenzábamos a ver estanterías vacías de productos de primera necesidad. Hoy, 13 de marzo, varios establecimientos han reportado incidentes entre los clientes por el abuso de algunos de ellos al adquirir cantidades desmesuradas de ciertos productos. En buena parte de la población cunde la sensación de indefensión ante esta crisis por la inacción e ineficacia del Presidente Sánchez y su gobierno. En las redes sociales aparece personal sanitario alertando de la falta de medios para hacer frente a esta situación de emergencia y de la gran cantidad de personas que presentan síntomas sospechosos y que no están siendo atendidos. Todo esto, acompañado de las últimas noticias de cierre de algunas poblaciones y hasta de Cataluña entera, y de la tardía aparición de Pedro Sánchez para anunciar que se decreta el Estado de Alarma, pero sin notificar una sola medida porque las actuaciones necesarias para dicho Estado de Alarma serán decididas en el consejo extraordinario de ministros de mañana, 14 de marzo.
El creciente pánico de una parte no pequeña de la población española es culpa directa e inexcusable de Pedro Sánchez como Presidente de Gobierno, de todo su equipo y de sus asesores. Hasta el momento, entre todos ellos no han demostrado otra cosa que ser unos completos inútiles cuya soberbia, sectarismo e inoperancia está costando muchos muertos y enfermos en una terrible situación que no tiene aspecto de mejorar a corto plazo. Si uno solo de estos políticos, responsables y asesores tuviera la más mínima dignidad y decoro, habría dimitido hace días. Si algún partido político tuviera verdadero sentido de servicio a la nación y especialmente a las víctimas de esta crisis, se movilizaría al día siguiente del final de esta tragedia para llevar ante la justicia a esta banda de frívolos desalmados que ocupa el gobierno y los puestos de responsabilidad que no han cumplido con su deber. Y si los españoles, en conjunto, tuvieran una mínima capacidad de demostrarse a sí mismos que son un pueblo respetable, exigirían ese mismo día la dimisión del gobierno y la inmediata celebración de elecciones anticipadas para enviar a esta casta parasitaria de gobernantes al pozo donde deberían permaneces hasta el final de sus días.
Pero no nos engañemos. Esto es España. El país que regaló una segunda legislatura a un presidente Rodríguez Zapatero, amigo de narcos y terroristas, que llegó a gobernar gracias a unos “casuales” atentados que provocaron 200 muertos y 2.000 heridos, y que no tardó en sumir a esta misma España en una espantosa crisis económica que aún no ha finalizado y en una oscura bancarrota moral definitiva de daño irreparable.