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Ana Patricia Botín bajo un sospechoso complejo de Edipo

Redacción




Enrique de Diego.

Jesús Calleja ha dado la oportunidad de tener una sesión de psicoanálisis a Ana Patricia -sólo le llamaba así su padre cuando se cabreaba, lo cual debía suceder muy frecuentemente- en Groenlandia, la tierra verde de Erik el rojo, que ya sufría las consecuencias del cambio climático. El resultado es penoso, aunque todos los medios de comunicación hayan literalmente hecho carreras a ver quién era más lacayo; el premio se lo lleva Voz Populi quien destaca que Ana Patricia descubre «su lado más personal». Planeta Calleja fue el escenario privilegiado -2,6 millones de espectadores, 19,3 de share, marca histórica del programa- en el que Ana Patricia mostró todas las dosis, que eran muchas, que guardaba de odio a su padre. Quizás se le merecía Emilio Botín.

Por de pronto, le rompió su sueño infantil de una familia unida y ejemplar.«La mayor influencia en mi vida ha sido mi madre, más que mi padre», dijo Ana Botín. La madre vejada por el padre era la presencia amorosa en los años de internado en Suiza.

Ana Patricia Botín tiene mala conciencia, necesitaba evacuar sus resentimientos y comunicárselos a toda la nación, con la excusa de un programa de aventureros y globalistas, muy acorde con su militancia señera en el Club de Bilderberg. Se despachó a gusto, le echó la culpa de todo al muerto, sin defensa posible. Lo machacó. Hizo un desnudo integral de su alma, presentándose como una mujer hecha a sí misma, a pesar de Emilio Botín, contra corriente, 2.000 millones de fortuna personal. Nos presentó a Guillermo Morenés Mariátegui, su esposo, como figura secundaria, más allá de la retórica.

Veamos las dos reflexiones en las que se concentra todo el odio embalsado contra su padre, porque odio descarnado fue lo que exhibió Ana Patricia. La primera: «Le dijeron a mi padre que no había operación si yo seguía en la entidad. La manera en que me despidió me hizo mucho daño. En una junta de accionistas dijo que le daba igual el precio que tendría para la familia. ‘Lo que importa es el banco’. Hay que tener una cierta sensibilidad a la hora de decir las cosas». Estaba en juego la fusión con el Banco Hispanoamericano y había salido un reportaje en El País mostrando piernas, Ana Patricia presumiendo de Botín. Un error de madurez.

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La segunda: «Visto lo que pasó después, que fue una guerra, si no me hubieran matado entonces me hubieran matado a los seis meses. Las fusiones siempre son duras pero en este caso fue complicado. Me lo hizo pasar muy mal pero aprendí mucho«. Lo cierto es que la relaciones se deterioraron, «ya no fueron las mismas», y aunque diferenció entre el ámbito familiar y el Banco fue lo único que sonó a más falso que un Judas de plástico.

Ni una sola frase elogiosa de su padre, nada positivo que destacar, no le debe nada, lo cual resulta increíble y casi consiguió colar. Incluso en el sórdido Consejo de Administración en que fue nombrada, con el cadáver aún caliente de Emilio Botín, muerto en extrañas circunstancias, Ana Patricia no tuvo ni una palabra de recuerdo y agradecimiento para su padre: el nombramiento se produjo porque ella era la que tenía mejor curriculum…y porque se apellidaba Botín. La verdad no sé que funeral tuvo Emilio Botín y si alguien sintió su muerte, desde luego no se derramó ni una lágrima, al contrario Ana Patricia aparece con una sonrisa impostada.

La denuncia presentada por Juan Muñoz Bloise fue archivada en 2015 por el Juzgado nº 1 de la Audiencia Nacional, del que es titular Santiago Pedraz, y se intentó manchar el buen nombre de una referencia en la lucha contra la corrupción, Manos Limpias. Santiago Pedraz no hizo los deberes, siendo un hombre del sistema echó tierra encima,  a pesar de lo extraño que es que Emilio Botín muriera sólo, sin testigos, en la bañera de su casa familiar de Somosaguas, donde no vivía. En esa historia se sitúa a Ana Patricia como la presunta autora intelectual del asesinato de la misteriosa muerte de Emilio Botín, con un narcotraficante colombiano y la complicidad del equipo de seguridad del Banco de Santander, en la bañera, sí, del apartamento personal, a su disposición, en la Ciudad Financiera que el Banco de Santander tiene en Boadilla del Monte.

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Juan Muñoz Bloise era un personaje turbio de la época de los confidenciales, pero sólo un personaje turbio denuncia un caso así. En cuanto al móvil que tendría Ana Patricia, resulta claro que era el enamoramiento de María Sánchez del Corral, directora de Márketing del Banco, con la que proyectaba casarse esas Navidades. Emilio Botín había tenido otras relaciones extraconyugales en un matrimonio muerto y vacío desde hace años, pero siempre había mantenido las formas de acudir con Paloma O’shea a las celebraciones familiares, pero esta vez iba en serio, dispuesto a divorciarse y matrimoniar. ‘Uno tiene la edad de su amor’, decía Emilio Botín, enamoriscado como un adolescente. Para una Ana Patricia más unida a su madre era un golpe muy duro, pero más aún los previsibles cambios en la herencia y en el accionariado.

Planeta Calleja nos ha mostrado lo que intuimos: el odio cerval a su padre y eso la hace más sospechosa aún, más sospechosa que nunca. Pero nunca se sabrá la verdad sobre la misteriosa muerte de Emilio Botín. Un hombre que nunca tuvo el cariño de su heredera.