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Planeta Calleja blanquea a una Ana Patricia Botín fría y dura con su padre, Emilio Botín

Redacción




Luis Bru.

Planeta Calleja se apuntó un buen tanto con la presencia en el programa de Ana Patricia Botín, que se convirtió en un blanqueo de la banquera más poderosa, «puedes cambiar la vida de mucha gente», desahucios incluidos, añadimos. Todo ayudó al blanqueo: el calentamiento global y Groenlandia, la tierra verde que halló Erik el rojo, de clima agradable.

Ana Patricia Botín se nos descubrió, o nos confirmó, mejor, desapegada de su padre, fría y en algunos momentos resentida hasta la crueldad. Muchos más unida a su madre, Paloma O’shea, que durante la etapa del internado estuvo «mucho más cerca que mi padre», «la sentí siempre». Aunque definió la relación con su padre «buenísima» en el ámbito familiar, «como jefe, hubo sus más y sus menos». Emilio Botín la echó en un momento dado, cuestión que rememoró con lógico resentimiento. Todo por un reportaje de El País de diez páginas en que era presentada como la heredera, y levantó la oposición de uno de los bancos con los que se iba a fusionar el Santander. «El Banco es lo más importante», dijo con convencimiento, pero «me lo hizo pasar muy mal» y «me hubieran matado igual dentro de seis meses». Faltó «sensibilidad», fallaron «las formas».

También fallaron cuando la llamó para que volviera. Eso dejó heridas. «Ibamos de vacaciones con él», pero «la relación no era igual». No comentó nada del fallecimiento de Emilio Botín, pasando directamente al sórdido Consejo de Administración en el que, con el cuerpo aún caliente de su padre, fue nombrada, «por unanimidad», presidente ejecutiva del Banco de Santander. Partidaria de la «diversidad de género», está heredera que quiso dar la imagen de mujer hecha a sí misma, se refirió a una reciente reunión de banqueros de unos cien de los que «tres eran mujeres».

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Ninguna referencia, obviamente, a la gran mentira del matrimonio de Emilio Botín con su madre, Paloma O’shea, ni del tórrido romance con María Sánchez del Corral, ex directora de Márketing Corporativo y Marca del Banco Santander, que iba a terminar en inminente boda, con el desastre que eso significaría en las acciones y el legado, ni lo conveniente, desde ese punto de vista, que fue la muerte de su padre, tan poco sentida. Menos aún desvelar el misterio que llevó a trasladar subrepticiamente el cadáver de su padre desde el apartamento de la Ciudad Financiera del Banco de Santander, en Boadilla del Monte, al domicilio familiar, que nunca usaba, de Somosaguas. Por convenciencia social, por guardar la formas, por dejar a la amante fuera del funeral, y del Banco, como primera medida de Ana Patricia. Ni mucho menos de la denuncia que la sitúa como presunta autora intelectual del asesinato de su padre, ni las razones que la llevaron, como hubiera sido lo lógico, a interponer querella contra el denunciante.

En suma, una Ana Patricia Botín fría, fuerte y con total desapego de la figura de Emilio Botín, su padre.