Luis Bru.
Todo lo que se diga es poco. Es conocida la hipocresía de Susanna Griso. A veces raya la estupidez. Sin hiporecía no se puede estar en los medios y menos ocupar un puesto tan relevante como vestal de lo políticamente correcto. El tema estrella de hoy son las casas de apuestas deportivas que proliferan en los «barrios humildes», eufemismo con el que Susanna Griso se refiere a los barrios pobres, otrora también llamados barrios obreros, a los que llegaron en tropel los vecinos de la España rural ahora denominada España vaciada.
El hilo conductor es una entrevista a un joven. Se muestran la gran cantidad de estos establecimientos, legales, en barrios como Carabanchel, Puente de Vallecas y Orcasitas. Se trata de defender a los menores de la adicción. Susanna Griso se rasga las vestiduras, va in crescendo: no piden el carnet a la entrada, se utiliza un sistema de puertas y ventanas opacas que hace perder la noción del tiempo, se expenden bebidas más baratas para captar a los clientes, se ofrecen partidos televisados, deben ponerse, como en el tabaco, leyendas de que pueden generar ludopatía.
Salen a colación los anuncios. Susanna Griso con su voz meliflua y aterciopelada la emprende con Cristiano Ronaldo por hacer promoción de tales establecimientos. El joven, que comunica bien, denuncia la hipocresía de esos programas televisivos y sus presentadores que hacen lo propio. Los Carlos Sobera, Josep Pedrerol, Jorge Javier Vázquez. El joven ha tocado en hueso. Se hace un silencio sepulcral en la mesa. Ni Susanna Griso ni ninguno de sus contertulios tiene nada que decir. Perro no come carne de perro. Todo lo que eran diatribas con los deportistas se torna silencios con los periodistas. Ha llegado al final el reportaje. Uno de esos con los que Susanna Griso se legitima defendiendo a los pobres de sus vicios, pero le ha salido mal la jugada por un joven que tiene las cosas claras. Susanna Griso, hipócrita.